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Opinión

“Un pelo más a la sopa”: Educación inclusiva para niños y niñas inmigrantes

Por: Jorge Baeza Correa | Publicado: 05.08.2019
Si bien en la prensa uno encuentra a momentos referencias cuantitativas de la situación de los inmigrantes y uno que otro reportaje de televisión, donde se habla de lo mal que lo están pasando o destacando los logros de algunos, fruto de grandes esfuerzos y mucha perseverancia, poco se habla de lo que está aconteciendo en una de las puertas de entrada a la ciudadanía nacional: la escuela. En esta materia hay investigaciones contundentes, pero están contenidas en revistas académicas, poco conocidas y leídas por el público en general, por ello es adecuado comentar algunos aspectos de lo que está aconteciendo en este ámbito.

El dicho chileno “meter un pelo más a la sopa, alude a introducir un problema más a lo que ya resultaba problemático. En educación en estos últimos días, no hay duda de que se están viviendo momentos difíciles, con la reciente huelga de los profesores y las discusiones que ha traído consigo los cambios curriculares; pero resulta absolutamente necesario agregar otro tema, a propósito de la situación que en estos mismos días se ha convertido en noticia y discusión, la llegada de más inmigrantes.

Si bien en la prensa uno encuentra a momentos referencias cuantitativas de la situación de los inmigrantes y uno que otro reportaje de televisión, donde se habla de lo mal que lo están pasando o destacando los logros de algunos, fruto de grandes esfuerzos y mucha perseverancia, poco se habla de lo que está aconteciendo en una de las puertas de entrada a la ciudadanía nacional: la escuela. En esta materia hay investigaciones contundentes, pero están contenidas en revistas académicas, poco conocidas y leídas por el público en general, por ello es adecuado comentar algunos aspectos de lo que está aconteciendo en este ámbito.

Primero que nada, se debe reconocer que un porcentaje importante de hijos e hijas de inmigrantes, se concentran en forma significativa en algunas escuelas, siendo la mayoría de ellas establecimientos escolares públicos y de atención preferente de sectores socioeconómicamente bajos. Esto de por sí ya tiene importantes consecuencias, dado que, si bien es difícil y de una demanda mayor (aunque extraordinariamente enriquecedor) trabajar con estudiantes de familias de bajos ingresos, resulta aún más complejo, encontrarse con una sala muy diversa en cuanto a nacionalidades, culturas y experiencias escolares, etc.

Frente a esta realidad, no se puede dejar de reconocer que de parte de algunas instituciones educativas hay una tendencia a una simplificación e incluso una invisibilización, que más bien agrava la situación, se trabaja ignorando las diferencias y se le exige al recién llegado, una asimilación a lo que las o los educadores tienen en mente de lo que es un chileno/na; peor aún, hay casos que no sólo se les ignora, sino que se les acalla con expresiones racistas y prejuicios sobre sus capacidades de aprender, sencillamente por no ser nacionales.

Detrás de esta situación no podemos solo ver una mala voluntad de quienes trabajan con estos niños y niñas que vienen llegando, hay también una responsabilidad de las Facultades de Educación en cómo se está formando a los educadores para atender la interculturalidad, una característica tan propia de la sociedad actual. Hay una enorme responsabilidad también del Estado, que ha avanzado en la materia, pero que aún requiere de una mayor flexibilidad curricular, entrega de recursos para su atención, cambios en las normativas de convivencia, perfeccionamiento a las y los docentes en ejercicio, incluso nuevo personal preparado para atender las diferencias idiomáticas. Todo ello es “un pelo más en la sopa”, pero si no lo consideramos, nos alejamos cada vez más de nuestro imaginario de país acogedor y solidario y por, sobre todo, nos convertimos en un país despreocupado de los derechos de los demás.

Jorge Baeza Correa