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Opinión

Con letra chica el Gobierno busca legalizar jornadas laborales de 13 horas diarias

Por: Iván Mlynarz Puig | Publicado: 08.08.2019
Con letra chica el Gobierno busca legalizar jornadas laborales de 13 horas diarias laboral | Foto: Agencia Uno
Al gobierno le pareció irrelevante informar que en el proyecto denominado “Ley de Modernización Laboral” se modifica el máximo de horas diarias de la jornada ordinaria desde las 10 horas actuales a 12 horas, agregándose además una hora extra para tareas de preparación “a exigencia del empleador”. Con esto, la jornada máxima de trabajo diario llegaría a 13 horas.

En ninguno de los comunicados del Gobierno en que se han presentado los aspectos relevantes de la reforma laboral se hizo mención al hecho de que si la propuesta se transforma en ley, las jornadas ordinarias de trabajo en Chile podrían llegar a 13 horas de trabajo diario.

Al gobierno le pareció irrelevante informar que en el proyecto denominado “Ley de Modernización Laboral” se modifica el máximo de horas diarias de la jornada ordinaria desde las 10 horas actuales a 12 horas, agregándose además una hora extra para tareas de preparación “a exigencia del empleador”. Con esto, la jornada máxima de trabajo diario llegaría a 13 horas.

Esta jornada se establecería de manera mañosa, pues para establecerla se combinan dos artículos distantes en el proyecto de ley: el artículo 22 y el artículo 376 ter. Además, se disimula en la redacción el verdadero alcance de la treceava hora, pues se señala que es un tiempo para “cambio de vestuario, aseo personal, traslado dentro del lugar de trabajo, entrega de turnos, aclimatación u otros que sean necesarios para el desarrollo de la labor convenida, tanto por razones de salud o seguridad, del proceso productivo, de imagen corporativa o por exigencia del empleador”. Es evidente que una labor realizada en el lugar de trabajo que es necesaria para el proceso productivo y se desarrolla a exigencia del empleador es trabajo, y no de descanso o preparación para el trabajo.

En su mensaje, el proyecto de ley del gobierno propone facilitar la conciliación del trabajo con la vida familiar. Sin embargo, resulta difícil que una jornada diaria de 13 horas pueda facilitar en algo la vida familiar. A las 13 horas de trabajo que serían exigibles, el trabajador o trabajadora debe sumar al menos dos horas de trayecto. Así, con suerte le quedarán 9 horas para descansar, alimentarse, asearse, realizar tareas del hogar y relacionarse con su familia. Es más, es probable que, expuestos a una jornada diaria de trabajo como la que busca permitir el proyecto de ley, muchos trabajadores, y sus familias, sufrirán deterioros en su salud física o mental.

Cualquiera que desee mejorar la productividad laboral tendrá que preguntarse no solo cuánto tiempo es necesario para producir, sino también cuánto tiempo se requiere para recuperar energías para volver a producir. La legislación nacional no establece prácticamente nada sobre mínimos de descanso entre jornadas diarias. Resulta inevitable que, frente a este proyecto de ley, se genere una discusión abierta sobre un tema tan relevante para la productividad, la salud laboral y la vida cotidiana de las trabajadoras y trabajadores en Chile.

Se requieren estudios que permitan asegurar que una jornada de este tipo no dañará la salud de quienes las sufran. Además, es importante comprender las implicancias que tiene para el resto el grupo familiar y sus relaciones que uno o más de sus integrantes trabaje jornadas de 13 horas. Por último, aunque algunos les puede parecer lo primero, es importante establecer si esta medida mejora o daña la productividad en el largo plazo.

La estrategia inicial del gobierno para enfrentar la instalación de la jornada laboral de 13 horas diarias y las otras modificaciones a las jornadas de trabajo ha consistido en una total ausencia de estudios mínimos que respalde sus propuestas. Será tarea de las organizaciones sindicales y de los legisladores exigir que en estas materias no se improvise. La salud y bienestar de los trabajadores, sus familias y el país están en juego.

Iván Mlynarz Puig