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Opinión

Los niños y el deseo

Por: Trinidad Avaria y Luciano Lutereau | Publicado: 11.08.2019
Los niños y el deseo amamantar |
Es importante que el momento de la lactancia sea de encuentro entre mamás y bebés, para que la madre pueda hablarle y ¡para que el bebé le hable a la teta! Es hermoso ver cómo algunas guaguitas entablan grandes diálogos de balbuceos con su teta (que es de la mamá y de ellos también). Por lo tanto, la cuestión no es la lactancia sí o no, ni hasta qué edad, sino tener en claro que la teta es el primer lugar en que se descubre el juego, luego un juego que es sin la teta y que abre a nuevos mundos (mientras estos estén disponibles) y que facilita el primer gran hábito de la infancia que es aprender a dormir solo.

Una de las situaciones más interesantes que nos toca como analistas es cuando las mamás vienen a la consulta o a la Casa del Encuentro con sus bebés en tiempos de la lactancia, ¡qué importante es la lactancia! Tenemos el privilegio de poder atestiguar como al principio, un bebé toma la teta para alimentarse, pero después pasa algo maravilloso: empieza a jugar, como cuando corre la cabeza y vuelve a buscarla, o empieza a tener conductas exploratorias con las manos, o se tira para atrás y arquea la espalda (lo que demuestra que se siente seguro, que no cree en caerse, que ya paso la angustia de derrumbe).

Del juego con la teta se desprenderá el juego de dormir: el niño aprende a dormirse fuera de los brazos de sus padres porque juega en la cama con algún muñeco o un tuto. Por eso es importante, a partir de cierto momento, no reforzar la mamadera en el dormir, porque así el bebé se acostumbra a dormirse por saciedad. A algunos les sigue pasando de grandes, que se levantan a medianoche y saquean la heladera. Algunos niños incluso no se destetan a pesar de dejar la teta y luego lo hacen con sólidos, son los que empiezan a jugar con la comida (y pueden tardar una hora para cenar). De cualquier manera, lo que queremos destacar es que el destete no es dejar la teta sino poder empezar a jugar con ella. En efecto, cuando ya juegan demasiado es que algunas mamás se cansan y ya no se la quieren dar más. Está muy bien. Ya es tiempo de jugar con otra cosa.

En lugares donde madres y niños puedan encontrarse en calma serán los ritmos y sonidos de los juegos y conversaciones de otros, niños y cuidadores, lo que posibilitará el paso de la teta que alimenta a la teta con la que se juega, e instalar un deseo de jugar con otra cosa que vaya más allá de la teta. En Casa del Encuentro vemos a los bebés soltar la teta y girar la cabeza hacia un mundo lleno de sonidos y movimientos que lo atraen, manifestando ganas de otra cosa. A veces las madres logran reconocer este deseo, sobre todo cuando también hay algo más para ellas en este encuentro con otros. Otras veces será alguien del equipo quién señalará “parece que tu hijo/a está muy curioso con lo que pasa allá”, y sostendrá esta primera separación.

Es importante que el momento de la lactancia sea de encuentro entre mamás y bebés, para que la madre pueda hablarle y ¡para que el bebé le hable a la teta! Es hermoso ver cómo algunas guaguitas entablan grandes diálogos de balbuceos con su teta (que es de la mamá y de ellos también). Por lo tanto, la cuestión no es la lactancia sí o no, ni hasta qué edad, sino tener en claro que la teta es el primer lugar en que se descubre el juego, luego un juego que es sin la teta y que abre a nuevos mundos (mientras estos estén disponibles) y que facilita el primer gran hábito de la infancia que es aprender a dormir solo.

Por otro lado, hoy en día es común que padres consulten o manifiesten su preocupación por niños de alrededor de 4 años que ya dormían solos y, de repente, vuelven a pasarse con sus padres; o bien ya no tenían restricciones con la comida y empieza a ponerse un poco mañosos. Incluso puede ser que se hagan pipí alguna que otra vez. Algunos padres lo viven con angustia, creen que es un retroceso, pero no lo es: es lo que podríamos llamar “la regresión de los 4 años”.  Por ejemplo, si en adelante ya no dormirá con los padres no es porque estos no quieren, sino porque sentirá vergüenza de que él sí y otros no y querrá ir a dormir a la casa de amigos; con la comida aparecerá el asco, etc., es decir, a veces es necesario volver un poco atrás para construir lo que se necesitará adelante: afectos como la vergüenza, el asco y la culpa, que regularán las relaciones interpersonales del niño de acá en adelante. Para los padres ésta es una etapa cansadora pero es importante que se entienda no como un síntoma del niño, sino que como la antesala de que el niño revise su dependencia y forme sus primeros deseos en sentido estricto. Esta regresión es el camino a un apropiarse del deseo y no es un retroceso, ya que demuestra que el crecimiento de un niño no es lineal ni adaptativo. Además, si angustia es porque también un hijo se está empezando a separar de nosotros. El consuelo es máximo igual: lo que se pierde en dependencia se gana en deseo.

Françoise Dolto, pediatra y psicoanalista francesa, señalaba que los padres les hacen un flaco favor a los hijos cuando arreglan el mundo para evitar las frustraciones por las que el niño tiene que transitar para encontrarse con la originalidad de su deseo. Creemos que esta es una gran idea, lo que no significa que no sea difícil acompañar a los hijos en estas etapas donde parecen retroceder.

Nos parece también importante detenernos a pensar cuáles son las condiciones sociales que deben darse para que una madre o un padre puedan sostener a su hijo o hija en estos momentos que hemos descrito: el destete o las regresiones a la dependencia temprana, (es decir, las primeras separaciones) sin angustiarse demasiado. No existe mejor ansiolítico (para niños y adultos) que el sostén de otro, de un encuentro. El aislamiento en que padres y madres viven la crianza durante los primeros años termina por despojarlos de palabras ¿para qué hablar si no hay otro? Los gestos, circuitos y movimientos de los niños y niñas precisan ser acompañados por las palabras de quienes cuidan, éstas marcan un ritmo para posibilitar el paso de lo íntimo a lo público que implica el crecer, y ahí, en este otro mundo que se abre al atravesar las dificultades, permitir al niño encontrar algo del propio deseo.

Trinidad Avaria y Luciano Lutereau