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Los grandes artistas muchas veces son tímidos: la voz silenciosa de María Asunción Requena

Por: Elisa Montesinos | Publicado: 14.08.2019
Escribió obras, ganó premios y llegó a ser considerada destacada integrante de la generación del 50, de la que se convertiría en una de las únicas voces femeninas junto con Gabriela Roepke e Isidora Aguirre. Famosa hace más de cuarenta años por piezas como «Fuerte Bulnes» (1955) y «Chiloé, cielos cubiertos» (1972), ambas montadas con gran éxito por el Teatro Nacional Chileno, hoy es prácticamente desconocida

A pesar de sus méritos, María Asunción Requena es una dramaturga casi desconocida. Suele decirse que es chilena, aunque nació al sur de Buenos Aires. Lo que poco importa mirando su biografía. Y es que por el trabajo de sus padres, de niña viajó mucho. A muy corta edad recaló en Punta Arenas, donde se dice que en el Liceo de Niñas llegó a ser alumna de una tal Lucila Godoy Alcayaga. Estudió Odontología sin dejar de lado un oficio que lentamente se transformaría en su gran pasión: escribir teatro. Se casó y se divorció. Ejerció de madre y de dentista, mas su obsesión por la dramaturgia lejos de disminuir, aumentó. 

Con sus tres hijos a cuestas partió a Santiago, donde escribió obras, ganó premios y llegó a ser considerada destacada integrante de la generación del 50, de la que se convertiría en una de las únicas voces femeninas junto con Gabriela Roepke e Isidora Aguirre. Con el tiempo instaló una consulta dental en calle Ahumada, donde atendía por sumas casi siempre simbólicas a muchos de sus colegas teatristas, casi todos precarizados por los rigores del oficio. Formó parte de la compañía de teatro Teknos de la Universidad Técnica del Estado (UTE) hasta 1973, cuando como muchos de su generación debió partir al exilio.

Todo esto lo cuenta Juan Andrés Piña en el impecable prólogo de sus Obras Completas (Ril Editores, 2019), reciente publicación que reúne por primera vez las nueve obras que escribió Requena, o al menos las nueve halladas a la fecha, tres de ellas inéditas. Enorme gesto editorial que nos presenta la faceta menos conocida de una dramaturga imprescindible, famosa hace más de cuarenta años por piezas como Fuerte Bulnes (1955) y Chiloé, cielos cubiertos (1972), ambas montadas con gran éxito por el Teatro Nacional Chileno. Sus obras tratan temas recurrentes para la época, pero también para su propia vida. Ella misma creció escuchando grandes relatos de mujeres y hombres oriundos de la Patagonia que hablaban sobre la épica que representa el diario enfrentamiento a la inmensidad de la naturaleza, gesta de proporciones casi bíblicas que curtieron el temperamento, la templanza y el orgullo de quienes, en el más crudo anonimato, han poblado las tierras del fin del mundo.

Ya de joven María Asunción quería escribir esos relatos. Tradiciones magallánicas, chilotas y selk’nam, cruzadas por el proceso de chilenización de las tierras australes. Alta crítica que, aunque para su época era todavía difícil de enunciarse, resulta implacable: tras el aparente avance civilizatorio, subyace la barbarie que hizo tabula rasa con los habitantes prehispánicos de dichos territorios. Hoy sabemos cómo las retóricas nacionalistas, amparadas en la necesidad de ampliar su soberanía y poner la bandera ahí donde nadie llega, han justificado una extensa e ignominiosa historia de crímenes. Muchos personajes encarnan dicho problema. Lautaro en Ayayema (1964), debe ser uno de los más paradójicos. Cabo de origen kawésqar que se entrega a la tarea de defender a su propio pueblo de la prepotencia de los chilenos, no sin arrogarse una fuerte dosis de paternalismo colonial.

Sin embargo, la principal virtud en la obra de Requena es que presenta personajes femeninos complejos, llenos de contradicciones vitales y que lejos de ser cándidas e inocentes heroínas, son muchas veces el pilar fundamental de una comunidad. Entre ellas destaca Ernestina Pérez, protagonista de El camino más largo (1959), personaje basado en la historia real de quien, contraviniendo el mandato masculino de su época, se transformó en la primera mujer en Chile en entrar a la Facultad de Medicina. Cuesta no leer esta obra en paralelo a la vida de su propia autora. María Asunción escribe sobre Ernestina no únicamente por el oficio común que las emparenta, sino, bien podría decirse, por la porfía, la obstinación, la terquedad que cruza sus vidas para desarrollarse en lo que consideran su pasión.

¿Por qué entonces María Asunción hoy es casi desconocida? Según Piña, el hecho de ser más bien tímida, reservada “contribuyó a que con los años se le mantuviera en el olvido”. Sin dejar de ser profundamente apasionada, Requena rehuyó de la figuración propia de los escenarios y vivió resguardada en el bajo perfil. A pesar de la potencia de los roles femeninos que habitan su obra, a pesar de ser ella misma una prueba viva del desacato, nunca se declaró feminista. Tampoco militó, lo que le hizo el exilio aún más difícil. En una época en que la estridencia era norma, la mesura y discreción que practicó fue una vía de escape. Los grandes artistas —suele decirse— muchas veces son tímidos pues en ellos habita un frágil tesoro que difícilmente puede ser escuchado en medio del sordo bullicio de la muchedumbre. Y ese es precisamente el caso de Requena, quien después del golpe de Estado se fue de Chile para no volver más. Se radicó en Francia donde siguió escribiendo obras, hasta poco antes de morir en 1986. Hay algunas todavía pérdidas que sería un gran lujo encontrar. Por el momento, redescubrir estas Obras Completas nos permite no solo sacarla del parcial olvido en el que se halla, sino confirmar una vez más que ante el desenfreno y el autobombo, a veces, más vale la templanza de una voz silenciosa.

Obras Completas

María Asunción Requena

Recopilación, prólogo y notas de Juan Andrés Piña

Ril Editores, 2019

526 Páginas.

Precio Referencial: $18.000

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