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Opinión

Para una historia común del presente y del futuro: Hacia un feminismo antifascista

Por: Alondra Carrillo, Javiera Manzi y Constanza Soad | Publicado: 14.08.2019
Como feministas que asumimos un ímpetu internacionalista y en oposición a las avanzadas de la ultra derecha, es fundamental que logremos encontrarnos en la diversidad de nuestras experiencias y procesos de lucha, fortaleciendo redes de solidaridad, cuidado colectivo y confianza. Se trata de reconocernos en un proceso que nos precede y sucede como alternativa, y que continúe la posta de aquellas que vinieron antes para pensar nuevas formas de organizar la vida ante el vértice histórico del presente. Hacer que pueda ser imaginable otro futuro, hecho posible por la acción compartida de quienes queremos enfrentar la precariedad y la violencia juntas, transformando el presente mediante la acción colectiva continua. Y que en ese otro futuro sea posible, tal y como dicen nuestras compañeras migrantes, que migrar sea florecer, y no desaparecer.

En los últimos años, la extrema derecha que se articula en Chile ha intentado crear escenarios de provocación para poder salir a la luz y situar sus discursos de odio públicamente. No es el único país donde esto sucede, al contrario, bien sabemos que es un fenómeno que se repite en América Latina y el mundo, particularmente en aquellos países marcados por una creciente precariedad en las vidas de las mayorías. Lo que hoy es innegable, es que con mayor o menor éxito, estos discursos han levantado sus trincheras.

Sus apariciones han tomado distintas formas. Los hemos visto apropiarse de repertorios de acción propios de los movimiento sociales, empapelando con afiches de odio los muros aledaños al registro civil y los vimos innovar en las formas de manera performática cuando el año recién pasado irrumpieron en la marcha por el aborto libre, legal, seguro y gratuito, lanzando vísceras animales, encendiendo barricadas y pidiendo esterilización forzosa para las feministas. Del mismo modo, en la marcha “contra la ideología de género” de 2018, ingresaron al Parque San Borja del Centro de Santiago y golpearon a jóvenes que se encontraban bailando y compartiendo. Esta última semana dieron un paso más allá convocando a la primera marcha anti inmigración en Plaza Italia.

Este año, gracias al esfuerzo articulado con organizaciones feministas afrodescendientes, la marcha por el aborto se convirtió a su vez en una marcha por un feminismo antirracista, entramando la reivindicación por el Día de las Mujeres Afrodescendientes con la demanda histórica por derechos sexuales y reproductivos. Este acontecimiento es muestra de la potencia del movimiento feminista que amplía permanentemente su programa de lucha y su horizonte de transformación en curso. Un horizonte que hace posible imaginar una alternativa, en el contexto de crisis actual y que enfrentado a la fragmentación y el miedo suponga una progresiva solidaridad entre todas y todos quienes padecemos los efectos de la forma en que hoy se organiza política, económica y socialmente Chile. Una solidaridad que nos reconoce en nuestra heterogeneidad, pero sobre todo en la necesidad de unirnos. Quienes participamos de esta marcha sabemos que fue un hito del que no retrocedemos más, el feminismo será antirracista o no será.

Así como se expanden progresivamente estas redes y la potencia del feminismo en las calles, se articulan también posiciones que, ante el mismo escenario de crisis, proponen cual revés de esa potencia, un horizonte sombrío que evoca sin pudor los períodos dictatoriales. Sus contornos no son misteriosos: la silueta de Bolsonaro proyectada sobre América Latina marca el perfil posible de esa alianza mortífera que suscita la guerra de pobres contra pobres, el recrudecimiento de la violencia machista y heteronormada, el despojo y la depredación territorial, las condiciones para la formulación de un discurso abiertamente racista, una política inflamada de odio e impunidad. Un discurso y un proyecto que intenta demarcar los bandos en competencia por la vida. Un discurso que no es sino la versión más exaltada de una política migratoria racista que hemos visto expresada en la Ley de Migraciones que promueve el gobierno de Piñera, en los “vuelos humanitarios” con que se deporta a migrantes haitianos y por cierto en el racismo institucional que le quitó la vida a Joane Florvil, Monise Joseph y  Rebeka Pierre.

Este fin de semana, nos convocamos junto a organizaciones migrantes y pro migrantes a una actividad paralela a la marcha anti-inmigración de la extrema derecha. Siguiendo el llamado de distintas organizaciones migrantes, nos plegamos al encuentro en el Museo de la Memoria y los Derechos Humanos para insistir en una cuestión fundamental: los pueblos de América Latina compartimos una historia común. Una historia que no es sólo la de los horrores de las dictaduras, gobiernos autoritarios y procesos de colonialismo que asolaron a nuestro continente, no es solo de su violencia ni esa impunidad que heredamos. Es también la historia de luchas y resistencias que se libraron por otra sociedad, por sobrevivir, por enfrentar el yugo y por prefigurar alternativas incluso en los momentos más sombríos. Las feministas organizadas también lo dijeron entonces, que la lucha era por democracias en el país y en la casa, eran una defensa por la vida y algo más, e incluso que su feminismo era socialismo y mucho más. ¿Qué es hoy ese mucho más? O bien ¿cuáles son las formas que hoy asumimos en un SOMOS +?

Como feministas que asumimos un ímpetu internacionalista y en oposición a las avanzadas de la ultra derecha, es fundamental que logremos encontrarnos en la diversidad de nuestras  experiencias y procesos de lucha, fortaleciendo redes de solidaridad, cuidado colectivo y confianza. Se trata de reconocernos en un proceso que nos precede y sucede como alternativa, y que continúe la posta de aquellas que vinieron antes para pensar nuevas formas de organizar la vida ante el vértice histórico del presente. Hacer que pueda ser imaginable otro futuro, hecho posible por la acción compartida de quienes queremos enfrentar la precariedad y la violencia juntas, transformando el presente mediante la acción colectiva continua. Y que en ese otro futuro sea posible, tal y como dicen nuestras compañeras migrantes, que migrar sea florecer, y no desaparecer.

Avanzar con la memoria por delante. Solo así, es posible enfrentar estas fuerzas que parecieran retornar desde un lugar antiguo, a ratos latente, y hoy cada vez más vigente del fascismo en nuestros días. Hoy volvemos a hacer eco de luchas históricas para decir “No Pasarán”.

Alondra Carrillo, Javiera Manzi y Constanza Soad