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Overoles en La Casa de Papel y el Instituto Nacional: emblemas revolucionarios y de protesta

Por: Elisa Montesinos | Publicado: 27.08.2019
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Mientras veía La Casa de Papel 3, se me colaban imágenes de la crisis del Instituto Nacional y, entre la ficción y la vida real, había coincidencias. No sé por qué, pero la sincronía me paró en seco, me dejó helado. Los overoles rojos y las máscaras con bigotes de Dalí, iconos de la serie española de Netflix, se han convertido en emblemas revolucionarios y de protesta en todo el mundo. Algunos institutanos, sitiados por fuerzas especiales y gaseados con bombas lacrimógenas, usaron overoles rojos y máscaras para protestar contra la violencia policial y la criminalización del movimiento estudiantil. Frente a la represión, los estudiantes hasta regalaron libros a los carabineros en el techo del colegio, imagen de una generación sin miedo encarando la brutalidad policial que se volvió viral.

La Casa de Papel 3 es igual de antisistémica –e inverosímil– que las temporadas anteriores y mantiene sus tintes anarquistas y de rebelión frente al poder que han inspirado a manifestantes en todo el planeta, siguiendo la senda dejada por la película V de Vendetta y su máscara con bigotes de Anonymous, inspirada en Guy Fawkes, conspirador inglés que intentó hacer explotar la Cámara de los Lores en Londres en 1605. 

El Profesor y sus socios con nombres de ciudades ya no buscan llevarse el dinero de la Casa de Moneda sino nada menos que el oro del Banco de España. Desde unos zepelines blancos con la serigrafía de la máscara de Dalí impresa lanzan 140 millones de euros en pleno centro de Madrid para causar anarquía y aprovecharlo en su plan. La lluvia de billetes es épica y llama a una insurrección global. En un ataque hacker, El Profesor aparece en todas las pantallas y dispositivos anunciando que, cuales Robin Hood, han vuelto a lo grande para poner en jaque a los más ricos y poderosos.

Los ocho capítulos –con final abierto– son adictivos y vertiginosos, los devoras de corrido y no es raro que inspiren a los institutanos más radicalizados. Los nuevos personajes son fascinantes. La actriz y cantante Najwa Nimri interpreta a Alicia, una malvada policía embarazada de ocho meses que utiliza todos los métodos ilegales imaginables para detener la operación en el Banco de España. La secuencia más infartante de la temporada es producto de su mefistofélico cerebro y tiene un muñeco de peluche como protagonista.

La policía coloca este tierno osito azul frente a la puerta del banco y, de inmediato, Nairobi, uno de los personajes más queridos de la saga por su discurso antipatriarcal (Ahora comienza el matriarcado”), se desespera como si ese juguete infantil fuera un mensaje subliminal o en clave. Es el mismo oso que usaba para vender drogas, lo que provocó que le quitaran la custodia de su hijo. Dentro del peluche hay un teléfono, al que la policía llama para informarle a la ladrona con acento gitano que tiene de rehén a su pequeño hijo a pocos metros del banco. La escena acelera el pulso y deja sin aliento.

Con el teléfono en la mano y abrazando al peluche, Nairobi se asoma por la ventana para ver a su hijo que se pasea de la mano con la policía. Todo es una trampa y la artimaña busca debilitarla emocionalmente, que baje las defensas y conseguir que se acerque a la ventana para pegarle un tiro. Corte. Nairobi se desangra en el suelo, aunque la bala no le da en el corazón El espectador al borde de un ataque se pregunta: ¿Morirá Nairobi? Mientras ella agoniza en el Banco de España y los atracadores son acorralados como ratones en su interior, El Profesor cae en otra trampa telefónica hábilmente urdida por Alicia. Para ver estos desenlaces tendremos que esperar hasta la cuarta temporada.  

En esta tercera entrega, La Casa de Papel se vuelve más anarquista que nunca y, aunque la banda está formada por muy pocas mujeres, lo que no habla muy bien de osadía de los guionistas, la historia está marcada por la lucha sin cuartel entre Nairobi y Alicia, dos personajes femeninos fuertes, sin estereotipos sexistas y que llevan la acción entre sus manos. Las máscaras, los overoles y la canción antifascista italiana Bella Ciao, otro emblema de la serie, –similar a lo ocurrido con los vestidos de El Cuento de la Criada– se han convertido en himnos de lucha en marchas feministas y en todo tipo de rebelión social en cualquier lugar del planeta. En Chile, tenemos el ya citado caso del militarizado Instituto Nacional y sus cuatro mil alumnos que permanecieron sitiados y gaseados por fuerzas especiales.   

Como exinstitutano, solidarizo con los alumnos del Instituto Nacional en este momento de lucha contra toda medida neoliberal que se intente imponer en educación. Según ha contado el propio presidente del Centro de Alumnos, en los años en que ha estado en el colegio se han suicidado dos de sus compañeros, los baños no funcionan, los estudiantes encuentran fecas de ratones y ratones muertos en sus salas, hay problemas críticos de infraestructura. De hecho, usan los mismos desvencijados bancos de madera que yo usé hace 32 años atrás. La raíz de la actual crisis del Instituto Nacional radica en el completo abandono en que lo mantiene la Municipalidad de Santiago desde su municipalización en 1987 y la mediática campaña de criminalización de los estudiantes. Una educación pública «municipalizada» ya no está a la altura de los retos del Chile actual y futuro. Ya es notorio que las élites económicas y empresariales buscan la destrucción de la educación pública para perpetuar el modelo, sus privilegios, sus enclaves de dominación y mantenerse en el poder. Como dice el himno del Instituto: Arriba institutanos… en la lucha contra la educación heredada de Pinochet y bella ciao, ciao, ciao…

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