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Opinión

La fragilidad de Oscar Garretón

Por: Roberto Pizarro H | Publicado: 15.09.2019
La fragilidad de Oscar Garretón garreton | Foto: Agencia Uno
Oscar Garretón ha dado la espalda a quienes en el pasado murieron por la causa que el mismo promovió. Ha traicionado también la memoria de Salvador Allende, el presidente que lo incorporó a su gabinete como Subsecretario de Economía. Probablemente, Dante de Alighieri, en su Divina Comedia, lo habría condenado al último círculo del Infierno.

Periódicamente en el diario La Tercera, Garretón vierte veneno contra toda iniciativa que moleste a los empresarios. En su última columna semanal ataca con virulencia la disminución de la jornada de trabajo a 40 horas. Quizás sus cargos ejecutivos en la telefónica de España y en la IANSA le generaron adicción al capital y desprecio por los trabajadores.

Oscar Garretón ha dado la espalda a quienes en el pasado murieron por la causa que el mismo promovió. Ha traicionado también la memoria de Salvador Allende, el presidente que lo incorporó a su gabinete como Subsecretario de Economía. Probablemente, Dante de Alighieri, en su Divina Comedia, lo habría condenado al último círculo del Infierno.

Garretón debiera recuperar sus lecturas como militante del MAPU, esas que leía cuando se declaraba marxista.

Hace dos siglos los trabajadores iniciaron en todo el mundo una lucha por reducir la jornada laboral. “8 horas de descanso, 8 horas de trabajo, 8 horas de recreación”. ¡Hace dos siglos! Por esa causa hubo miles de perseguidos y encarcelados en Chicago y una justicia injusta ahorcó a los sindicalistas Spies, Engel, Fischer y Parsons. Gracias a ellos celebramos el 1º de mayo, como el día de los trabajadores. Posteriormente, en 1919, una huelga general de 44 días en Barcelona con decenas de miles de obreros en huelga impuso la jornada de ocho horas y el reconocimiento de los sindicatos.

Aquellos dos referentes, ayudaron en América Latina a la reducción de la jornada laboral. En las primeras décadas del siglo XX duras luchas de los trabajadores culminaron con la aprobación de la jornada de ocho horas. En Chile se establecieron las 48 horas semanales en los años veinte, las que se redujeron a 45 durante el gobierno del presidente Lagos.

A lo largo de la historia el capital ha buscado, por todos los medios, aumentar el trabajo excedente no retribuido. Por eso, la reducción relativa del salario, como resultado del aumento de la productividad del trabajo, ha coexistido con los intentos empresariales de prolongación (o no reducción) de la jornada de trabajo.

La resistencia de los capitalistas a reducir la jornada de trabajo ha obligado a los trabajadores a conquistarla mediante luchas persistentes, muchas veces sangrientas. Y el acortamiento de la jornada siempre ha sido presentado como una catástrofe por el empresariado, sus economistas y epígonos.

Sin embargo, deberá reconocer el economista Garretón, que el capitalismo no sólo ha sobrevivido a las sucesivas reducciones de la jornada laboral que la clase obrera ha conquistado, sino ha tenido una gran capacidad para expandirse. Especialmente hoy día, es inocultable que el capitalismo vive la más alta concentración del ingreso de toda su historia.

En Chile, dónde no abunda la inteligencia empresarial ni menos la de sus economistas, la disminución de la jornada laboral es calificada como una aberración. Por ello es pertinente se conozca la opinión del Foro Económico Mundial, en su Agenda Global (07-02-2018), dónde destaca que la productividad no avanza cuando las jornadas laborales son demasiado extensas y el trabajador no está motivado. Sostiene además que el rendimiento precisamente mejora con jornadas más breves. Al mismo tiempo, de acuerdo con la OCDE, los alemanes que trabajan el menor número de horas de todos los países desarrollados -solo 1.363 horas- tienen los más elevados niveles de productividad.

La experiencia alemana, así como las de Dinamarca y Holanda, revela que menores jornadas de trabajo mejoran la productividad, ayudan a reducir el desempleo, evitan problemas de salud, favorecen la vida familiar y hacen más felices a las personas.

Según Jon Messenger, experto de la Organización Internacional del Trabajo “…se asume como dogma de fe que largas jornadas de trabajo equivalen a una alta productividad”. Y no es verdad. “Cuando hablamos de largas jornadas de trabajo hablamos en realidad de “presentismo”; o sea dedicar tiempo a no hacer el trabajo sino a demostrarle al jefe cuanto se trabaja. Es una pérdida de tiempo y no aumenta la productividad ni mejora los resultados. Así que acortar la semana laboral no es sólo una buena idea para los trabajadores, sino también para las empresas (El Mundo, 07-02-2019)

En Chile sucede lo mismo. Pasamos demasiado tiempo en los lugares de trabajo y no siempre haciendo aquello por lo que se nos paga. Aparentemente se trabaja demasiado, pero en realidad se trabaja mal. El problema radica en la forma en que se organiza el tiempo en la empresa. Y esto es responsabilidad de los empresarios.

Carlos Slim, el multimillonario mexicano, que difícilmente puede calificarse de frívolo e irresponsable (términos que utiliza Garretón para referirse a las diputadas Cariola y Vallejo y al proyecto de 40 horas) ha propuesto instalar en su país una jornada de 33 horas semanales. Slim entiende bien que el número de horas de trabajo existentes en México no favorecen el desarrollo de los negocios: 2.317 horas al año, con 44.6 a la semana, junto a Chile, es la jornada más elevada entre los países de la OCDE.  El millonario dice que con ello mejoraría la productividad, habría más trabajo para quienes actualmente no lo encuentran y multiplicaría variadas actividades de entretenimiento (Voz de América, 23-07-2014).

Se equivoca Garretón al sostener que la reducción de la jornada de trabajo “impacta toda la economía”. No es cierto. Lo que impacta verdaderamente toda la economía es la escasa innovación, la falta de investigación y desarrollo en las empresas, y en el país. Ello explica que nuestra economía tenga una matriz productiva frágil, que sólo exporta recursos naturales. Y por eso a los empresarios y gobiernos les interesa muy poco mejorar la educación. ¿Para qué? No se requiere gente educada y calificada para extraer piedras, cortar frutas y pescar de arrastre.

Esa matriz productiva es la que se encuentra hoy día manifiestamente agotada y ya son evidentes el bajo crecimiento, el desempleo, los bajos salarios, la caída de la productividad y la disminución de la competitividad.

Para producir más y mejor, y consecuentemente competir eficientemente en la economía global, se precisa incorporar nuevas tecnologías y una fuerza laboral más calificada que permita diversificar la estructura productiva, agregar valor a bienes y servicios. No se requiere tener jornadas extenuantes de trabajo; y, no se precisa explotar más a la fuerza de trabajo, sino educar mejor a los trabajadores para alcanzar mayor eficiencia.  

 Pero Garretón prefiere golpear a los débiles, o sea a los trabajadores, porque se ubicó en la vereda de los grandes empresarios. Los que ponen la música.

Los empresarios extractivistas, que además se ampliaron al sector financiero y al comercio, obtienen elevadas ganancias sin necesidad de procesar bienes. Obtienen una renta fácil, sin mayor riesgo. Y, por cierto, a estos empresarios les acomodan largas jornadas de trabajo porque no les interesa invertir en investigación y desarrollo.

 Adicionalmente, ningún gobierno en Chile, incluidos los de “centro izquierda”, se preocuparon de aumentar el presupuesto en favor del desarrollo de la ciencia y la tecnología, ni hicieron el más mínimo esfuerzo por modificar una estructura productiva basada en la explotación de la naturaleza. Tampoco se ha mostrado interesado en ello ese listado de economistas y amigos de Garretón, a los que llama destacadas “figuras de centro izquierda”.

 Oscar Garretón califica la política chilena de liviana. Pero, sus manifiestos vaivenes políticos y poco sólidas ideas no ayudan a darle mayor profundidad. Revelan una lamentable fragilidad del ex Secretario General del MAPU.

Roberto Pizarro H