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Banda Conmoción y la fiesta popular: «Al poder no le gusta que la gente ocupe los espacios públicos porque es una acción política»

Por: Sebastián Reyes | Publicado: 17.09.2019
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La Banda Conmoción es un conjunto carnavalesco y, como tal, busca reivindicar, a través de la fiesta popular, las diversas tradiciones latinoamericanas, con sus distintos ritmos y sonidos. Para sus integrantes, eso es el pueblo de Chile y de nuestro continente: un híbrido cultural, que debe abrazar su mestizaje y todo lo que eso conlleva. En un mes cargado de nacionalismo, Carlos Flores (clarinetista) y Eduardo Irrazábal (figurín), conversaron con El Desconcierto en representación de la agrupación. En esta entrevista, hablaron de sus convicciones sobre distintos temas que les incumben como artistas y músicos, que se han propuesto rescatar las raíces de un país que -según ellos- aún se encuentra en proceso de reconocerse y aceptar su multiculturalidad.

El escenario estaba preparado. El público, expectante. Todos y todas esperaban con ansias por bailar con los diversos ritmos de la Conmoción. Haitianas, venezolanos, peruanas, colombianos, bolivianas y chilenos, esperaban muy ordenados en las gradas a que llegara la banda. Y cuando esto por fin ocurrió, la euforia fue total. Nadie, ni siquiera las autoridades, pudieron impedir que los más de 100 asistentes al concierto se desplazaran en masa hasta quedar al lado de los parlantes, casi tocando al figurín -el “diablito”- Eduardo Irrazábal.

Después de todo, no es común para los niños y niñas de la Escuela Básica Nanihue, ubicada en San Ramón, recibir este tipo de regalos. Hubo una verdadera fiesta latina, un carnaval multicultural en La Bandera, en el que los y las protagonistas fueron el público favorito de la Banda Conmoción. No por nada, la mayoría de sus integrantes son profesores.

Desde pre-kinder y kinder, hasta los octavos básicos -que confeccionaron un mural en honor a sus invitados- saltaron y danzaron con la banda de bronces, que llevó un espectáculo cargado de Latinoamérica a un espacio donde, según ellos, “lamentablemente el estilo de música que se toca es muy fuera de nuestras raíces”. Sin embargo, cuando llegaron a este establecimiento, los y las estudiantes se volvieron locos, e inevitablemente contagiaron a la banda con su alegría. “Lo que tratamos de transmitir, ahora lo llevamos con nosotros”, dice Carlos Flores, el clarinete del conjunto.

Luego del carnaval, de las fotos y las firmas al artístico mural dedicado a su agrupación, Flores e Irrazábal aguantaron un poco el hambre y dejaron de lado las empanadas de pino que les sirvieron para conversar con El Desconcierto.

 

-Ustedes partieron en la calle, e igual tratan de hacer hartas cosas ahí, pero también están un poco acostumbrados a los grandes escenarios. ¿Cómo ha cambiado el grupo desde 1997, cuando trabajaban con la Compañía de Teatro Medicantes?

Eduardo: El trabajo ha ido mutando con el tiempo. Pero siempre está esa instancia de querer volver a la calle, de participar en las marchas sociales, de venir a los colegios donde no hay tantos recursos. Como decía Carlos, es una retroalimentación que siempre necesita la banda, creo que está dentro de sus puntos esenciales. Tener el contacto directo con la gente, cuando hacemos conciertos familiares en los parques, por ejemplo, donde a veces pasamos la gorra, o son para algún tipo de beneficio para algún compañero, etc. Entonces eso de llevar esa instancia festiva a la calle, a los espacios públicos, a los colegios, es un alimento para la banda, y es recíproco: tanto la comunidad como nosotros lo agradecemos. Como creadores, artistas y músicos nos engrandece el espíritu, básicamente.

-Estamos en septiembre. Hablando de lo que significan las Fiestas Patrias y las celebraciones nacionales, ustedes profesan mucho el reivindicar las tradiciones. ¿A cuáles se refieren?

Eduardo: Lo que la Banda Conmoción siempre ha buscado ha sido el espíritu de la fiesta. Y entendemos ese lugar como tradición en lo que la música nos otorga. Por ejemplo, la banda lo que busca en la música del norte tiene que ver con esas tradiciones, de esa zona. Pero también nos hemos abierto a otras experiencias musicales, más bien latinoamericanas, y dentro de eso hemos tratado de indagar en distintos ritmos, en acudir a esos lugares tanto en la danza y lo que la banda quiere proyectar en sí. En el fondo, se arma un show de este abanico musical latinoamericano y donde tratamos de rescatar más bien el fenómeno festivo. La fiesta en el pueblo. Y como Chile es un país ajeno a este fenómeno de carnaval -no así de fiestas religiosas-, Banda Conmoción de alguna forma trae ese espíritu. Lo hace carne, de alguna manera, con la danza, la música, los figurines y con el espectáculo en sí.

Carlos: Cuando el carnaval suena, nuestro imaginario es que inmediatamente se rescata lo «rotesco», cuya desaparición e intento por ocultarlo es una cosa que políticamente incluso tiene nombre: «el blanqueamiento del folclor». Esto empieza en 1940 y, después en dictadura, se saca todo lo «rotesco» y lo indígena de la cultura, y aparece este huaso bien pinteado y aristocrático. Y se deja de lado este roto, que es justamente el que se apasiona y que hace el carnaval. El Folclor es el saber de pueblo.

-Según eso habría dos líneas de tradiciones, una que viene del pueblo y una que está más impuesta…

Carlos: Claro. Nosotros somos mestizos, y hay un mestizo ascendente y uno descendente. Y, lamentablemente, el ascendente es el que forma toda esta política y este sistema en el que vivimos hoy. Y el otro está, pero en el pueblo, que somos nosotros. Pero el que sale a bailar es el ascendente.

A medida que hemos estudiado los carnavales nos hemos dado cuenta de que estos son una manifestación del pueblo. Y cuando esto sucede, quien en realidad se manifiesta es el roto. Es el que comenzó con la fiesta de La Tirana, la fiesta de Livilcar, etc. Es el que se prepara en el sur para hacer la minga, es todo lo «rotesco», que es lo que celebramos. Y funciona. Hoy vamos, tocamos y, naturalmente, todos bailan, todos saltan. No tiene discriminación este carnaval.

-El viernes pasado estrenaron una versión de «El derecho de vivir en paz», con la voz de Roberto Márquez. ¿Por qué es importante continuar renovando canciones de Víctor Jara o Violeta Parra en el Chile de hoy?

Carlos: Porque están completamente vigentes. Hace unas semanas atrás tuvimos un homenaje a Macarena Valdés, y a la mitad del primer tema carabineros lanzaron lacrimógenas hacia donde estábamos nosotros y alrededor de unas 3.000 personas, entre las que había familias y niños. Acabaron con un concierto que era familiar. La represión existe hasta hoy. Por eso está tan vigente todo lo que canta Violeta Parra, lo que canta Víctor Jara, está latente. Por eso el homenajearlos no es solo por ellos, es porque sus palabras están, hoy en día, encarnadas en nosotros para ser manifestadas.

Eduardo: Hay una entrevista a Víctor Jara en la que él hablaba sobre la nueva canción chilena, y decía que antes de él ya había otras personas como Violeta Parra y otros folcloristas antiguos que abrieron este camino. Él se sentía continuando esta senda, y creo que ahora pasa lo mismo, yo por lo menos me siento en esa. También vengo del mundo del teatro, y siento que los artistas que estamos de alguna manera comprometidos con alguna causa, con alguna manifestación o ciertas coyunturas, estamos en esa vía, continuando ese legado de compromiso con el pueblo. Estar con la gente, ir a los lugares, acudir y estar conscientes de lo que pasa en nuestro alrededor políticamente.

A raíz de lo mismo, hoy vemos como los movimientos nacionalistas, de ultraderecha, se posicionan en Brasil, y en Chile también. ¿Cómo afecta esto al país y nuestro derecho de vivir en paz?

Eduardo: Es complejo el panorama. Estas son las instancias en donde hay que combatir las manifestaciones fascistas y racistas. Hoy vimos niños de distintos lugares, niños inmigrantes, y es maravilloso. Para nosotros es un acto de resistencia lo que está comenzando a suceder con el tema de la migración. Hay que buscar todas las trincheras para combatir el neofascismo, porque nos violenta. Todo lo que está pasando en Brasil con Bolsonaro, en Argentina, en Chile, siendo este último el proyecto emblema del neoliberalismo, nos dice que hay que estar muy alerta, porque es muy nocivo y arrasa muy fácilmente. Y el caballito de batalla que están ocupando ahora es la migración, que es una problemática global, no solo ocurre aquí. Hay que estar muy atentos y, si se manifiesta, ver todas las formas para combatirlo: artísticas, intelectuales e incluso en la calle.

Carlos: Nuestro aporte, por ejemplo, es lo que vinimos a hacer hoy. Estar en un colegio y salir un poquito de la sala en este sistema tan de repetición, tan conductista, y lograr creatividad. Puesto que, al final, este sistema fascista se funda desde la ignorancia, y nuestro sistema educacional desarrolla esto al no ser creativo, al no ser de desarrollo imaginario y solo lógico, matemático. Ese es nuestro granito de arena, un poquito de arte y danza. Hoy nos hicieron un mural, hay pintura, hay fotografía, hay video, hay baile. Hoy terminamos con una gran «cacharpaya» (fiesta con la que se despide el carnaval), y ojalá que todo eso ayude a que los niños vayan desarrollando ese imaginario.

En cuanto a esta trinchera musical de la que hablan, el acercarse a la calle y al pueblo, el 29 de abril de este año los echaron del Parque de Los Reyes cuando realizaban una tocata a beneficio, por ejemplo. ¿Cómo ven el uso de los espacios públicos y las limitantes que ponen las autoridades a los y las artistas?

Carlos: Se nos viene difícil. Se han cerrado locales, se han cerrado espacios y ya se hace complejo mantenerse como agrupación musical. Hemos visto un montón de bandas que han comenzado con nosotros y que, lamentablemente, han terminado. Es un buque muy grande, a nosotros mismos es una lucha que nos cuesta, es algo constante.

Eduardo: El público que va a ver a Banda Conmoción también, es un público muy consciente de lo que pasa, que empatiza con un punto de vista frente a las problemáticas sociales, entonces el sistema ya sabe cuáles son las personas que llegan a ver el show. Nosotros hemos solidarizado con causas mapuche, con el tema de los detenidos desaparecidos, entonces ya se sabe que Banda Conmoción está en esos lugares, en esos espacios. Y al sistema ahora no le conviene que se congregue gente en torno a esos temas. Entonces, yo siento que ha habido una especie de persecución fantasma frente a la utilización de estos lugares, no solo con este gobierno de derecha, sino que es algo que ya se viene gestando hace rato. Al poder no le gusta que la gente ocupe los espacios públicos porque es una acción política, un peligro.

Carlos: Hay una educación basada en el miedo. Uno ve noticias y se educa basado en el miedo. Entonces claro, cuando vamos a tocar en un parque, nuestras armas son un clarinete, una trompeta y una tuba. Y llegamos y está Fuerzas Especiales. Entonces, es completamente irrisorio, muy ridículo.

Eduardo: Y eso tiene que ver con esta prohibición del derecho a la fiesta popular, a la fiesta en la calle, a tomarse los espacios para divertirse, para la recreación. Y claro, argumentan que puede terminar en borrachera, y que esta puede terminar en gente agarrándose a combos, y no es así. Muchas veces, cuando nos tomamos los espacios, llegan familias, niños; se convierte en un lugar de recreación consciente. Y el hecho de estar ocupando un espacio público ya es un acto político, subversivo. Existe una necesidad de la gente de divertirse, de pasarlo bien, y eso también da lugar a que aparezca el discurso, a la manifestación de una opinión. Eso es lo que se quiere coartar, haciendo que pase todo por el mercado, por el permiso municipal, por la burocracia, etc.

-En ese sentido, la banda reivindica lo que es la «fiesta latinoamericana», la cual se da mucho por el sincretismo, como lo que sucede en La Tirana, por ejemplo. ¿La continuidad de esta fiesta popular pasa también por el encuentro con las tradiciones ancestrales de los pueblos indígenas?

Eduardo: Sin duda, el sincretismo es fundamental. Lo importante es reconocerse mestizos, y saber qué es ser mestizos en este siglo XXI. Como que por ahí está el tema. El reconocer en qué estoy, en dónde estoy, con quiénes estoy compartiendo esta experiencia de fiesta, y que ya incluso empieza a ser como una forma de vida.

Carlos: Volvemos al comienzo de lo que conversábamos, a reconocerse como mestizo descendente, como este «rotesco», que es como indígena y español, pero que no se sabe ni allá ni acá. Es este huacho que empezó a existir años atrás, y ahora somos todos huachos.

Eduardo: Y Banda Conmoción tiene esa hibridez, que también es el reflejo de lo que es Chile y América Latina: una mezcla de muchas cosas. Uno piensa en Perú, por ejemplo, y se imagina al tiro el «chullito», y no, Perú es inmenso. Tiene selva, desierto, costa, cordillera, y en cada sitio es distinta la gente. Por eso uno debe tener ojo en caer en esos lugares comunes, de generalizar, que los pueblos son tal y tal. Bolivia tiene selva y altiplano, y son dos cosas totalmente distintas, y qué entretenido conocerlo y saber de eso. Como pasa en Chile también, pero eso sí, somos mestizos, aunque vivamos en el desierto o en Punta Arenas. Corren por nuestra sangre genes europeos, indígenas, africanos en algunos casos, y eso es maravilloso. Y por ahí es donde tenemos que encontrarnos. En Chile todavía estamos en el nivel donde la gente no se reconoce indígena, o hasta por ahí no más.

Carlos: Cosas a matar: nacionalismo y clasismo. Que lamentablemente son conceptos que se desarrollan mucho acá, en el colegio.

Eduardo: Que no es lo mismo que decir patria. Para mí, «patria» es que ojalá exista una verdadera educación de calidad, por ejemplo. Una salud digna. Ahí yo me sentiría patriota, orgulloso. Pero no desde el lugar del fetichismo y el nacionalismo que nos tratan de meter.

En la ceremonia del Copihue de Oro, hablando de que no nos reconocemos como indígenas, hicieron un homenaje a Camilo Catrillanca, y también a Macarena Valdés hace unas semanas. ¿Por qué es importante para ustedes?

Eduardo: Lo que pasa aquí es que en el Estado siempre ha existido esta idea de crear enemigos internos, y en uno de ellos ha sido históricamente el pueblo mapuche, desde la «pacificación» de La Araucanía hasta hoy. Y bueno, Banda Conmoción ha empatizado con estas causas, que tienen que ver con la dignidad humana, con el respeto a los derechos humanos, con el respeto a la autodeterminación de los pueblos. Y sentimos que el Estado no lo ha hecho y no lo va a hacer, es muy difícil. Pero nosotros hemos estado y estaremos, mientras podamos, apoyando estas luchas, que son necesarias. Son parte también de este fenómeno festivo, de esta fiesta que también tiene dolor. Chile es un pueblo que ha sufrido mucho, e históricamente hay mucho dolor. Y aparece esta banda que trata de otorgar, sin desconocer este sufrimiento, la fiesta, en la que podemos purgar estos dolores.

Carlos: Folclor es el saber del pueblo y, lamentablemente, cuando este se manifiesta, muchas veces lo hace cuando vive dolor. Y cuando sabemos de esta historia de Macarena Valdés, o cuando sabemos por qué se danza la fiesta de La Tirana, hay mucho dolor. Porque yo tengo que derramar sangre con mi compañero para que salga el sol. Y cuando el pueblo se manifiesta, aparecen los carnavales. Hemos estado en trillas con comuneros mapuche, y loncos nos han hablado de cómo les ofrecen casas y autos para que exploten su tierra, y ellos no necesitan eso. De sus diez hectáreas, por ejemplo, necesita solo 500 metros cuadrados para tener papas, para luego cosecharlas y hacer un trueque con el que tiene animales, y el otro que tiene cebolla. Es vivir de una forma mucho más enraizada.

Eduardo: Y ese es un conocimiento que los occidentales no comprendemos, no lo entendemos.

-Esa diferencia que tiene el pueblo mapuche, que ve a la tierra como un espíritu que es parte de su existencia, con el Estado chileno y gran parte de sus ciudadanos, que la ven como una propiedad, ¿es, en su opinión, una diferencia irreconciliable? ¿Qué habría que hacer para que esto no sea así?

Eduardo: Eso pasa por la distribución de las riquezas, por la protección de los recursos naturales, por una mayor consciencia ambiental también -sobre todo por parte del Estado- y ver a quién beneficia todo este desarrollo económico y tecnológico. Todos queremos beneficiarnos de eso, y no que sean unos pocos. Y los que, ancestralmente, tienen sus tierras, que se las respeten. Que las devuelvan. Tendría que ser una transformación muy profunda yo creo, para que pueda ser reconciliable. Son políticas que hay que esperar un par de generaciones para que se den.

Carlos: Ojalá solo un par.

Eduardo: Ojalá.

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