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Opinión

Las amígdalas de Andrés

Por: Esteban Vilchez Celis | Publicado: 29.09.2019
Las amígdalas de Andrés andres | Foto: Agencia Uno
La democracia irrita a gente de amígdalas sensibles. Cuando la masa pretende tener derechos y las personas se “creen propietarias” de sus dineros y marchan en las calles, es hora de poner orden, ¿no? Ni hablar si se les ocurre elegir de nuevo a un presidente o presidenta que vaya a privilegiar a los más débiles. Quizás una década y media más desapareciendo y torturando personas, incluso niños, sea suficiente para hacer recordar al “pueblo” que el derecho de propiedad solo es un derecho para el 1% de la población privilegiada, porque para los demás es solo una “idea”.

Andrés Santa Cruz, el renunciado presidente de las AFP, ingresó a la galería de las declaraciones inolvidables. Molesto porque a una señora se le ha ocurrido la peregrina idea de que sus cotizaciones previsionales en el sistema serían suyas y ha solicitado que se las entreguen, las emprendió contra ella y contra el movimiento “No más AFP”, cuyo rostro visible es Luis Mesina.

El discurso de este hombre de ideas claras – aunque básicas, hay que decirlo –  iba más o menos así: el movimiento “No más AFP” no está interesado en mejorar las pensiones de los chilenos, sino “en derribar el actual sistema económico”. Por supuesto, que ambas cosas pudiesen estar bien alineadas no forma parte de las posibilidades analíticas del cerebro del bonachón dirigente, que, en cambio, seguramente se desvela todas las noches pensando en las bajas pensiones de los chilenos.

Pero el discurso tomó aires de elegancia cuando, comprensiblemente asqueado por las torcidas intenciones ocultas tras las maniobras de Mesina y compañía, y la actitud codiciosa y desvergonzada de la señora que trata de pagar un hipotecario (al menos, la banca chilena sí es un lugar donde se entroniza la bondad, ¿cierto?), espetó algo como que había que “ir a otro perro con el hueso de la preocupación por los demás” y que le parecía un “pelito mucho” que estos anarquistas, que pretenden usar a su antojo el derecho de propiedad, trataran de “meternos el dedo en la boca y además jugar con las amígdalas”.

Por mi parte, debo confesar que más bien tiendo a pensar que si hay alguien que ha sido embaucado (eso es lo que quería decir Santa Cruz con su buco-faríngea referencia) han sido los trabajadores. Creo que el actor Daniel Alcaíno lo ha expuesto de manera maravillosa. Le sugiero tomar dos minutos de su vida y verlo en youtube . Hasta don Sata tendría reparos con el sistema de AFPs.

Pero, vuelvo a la delicada imagen que nos regaló Andrés. Debo confesar que, al menos por unos angustiosos segundos, imaginé alguna mano enguantada jugando con las amígdalas de Andrés. Salí de esa espeluznante escena convencido de que lo desagradable de ella demostraba cuán poco elegante era la metáfora escogida por el destacado y preclaro dirigente.

Sin embargo, del discursillo en cuestión lo que más me angustió no fue el prosaico verbo exhibido ni la extrema pobreza de su argumentación. Me angustió otra cosa que, en este mes en que recordamos el inicio de un gobierno genocida, se me hizo perfectamente visible a través de los ojos furibundos de este señor.

Estaba enrabiado Andrés. Genuinamente cree que el dinero de los trabajadores no es de ellos, sino del sistema. Es dinero que le pertenece al modelo económico neoliberal heredado del gobierno genocida al que he hecho alusión; de verdad cree que ese dinero le pertenece a los grupos económicos súper poderosos para invertirlo como quieran y devolverlo si es que quieren. Como bien dijo el abogado Stingo hace unos días (que ha pasado de bailar ballenatos y salsas, sin demasiada gracia, en los matinales, a efectuar proverbiales declaraciones llenas de inteligencia y sensibilidad social), el sistema de AFPs fue impuesto por una dictadura, sin preguntarle a nadie. Por cosas del destino, de este modelo maravilloso de pensiones, similar a un Mercedes Benz, se excluyó a las Fuerzas Armadas, en lo que no puede ser sino una feliz causalidad para los uniformados, como todos bien sabemos.

Pues bien, si nunca se preguntó, no veo por qué no habríamos de preguntarle ahora a todos los trabajadores y trabajadoras de Chile cómo quieren emplear su dinero y el 12% que cotizan. Tal vez no les parezca tan buena idea que sus dineros sean prestados en tan conveniente forma a los grandes grupos económicos de Chile.

Pero la democracia irrita a gente de amígdalas sensibles. Cuando la masa pretende tener derechos y las personas se “creen propietarias” de sus dineros y marchan en las calles, es hora de poner orden, ¿no? Ni hablar si se les ocurre elegir de nuevo a un presidente o presidenta que vaya a privilegiar a los más débiles. Quizás una década y media más desapareciendo y torturando personas, incluso niños, sea suficiente para hacer recordar al “pueblo” que el derecho de propiedad solo es un derecho para el 1% de la población privilegiada, porque para los demás es solo una “idea”.

Pero es que veamos las cosas en simple: en Chile la salud es un desastre; comprar viviendas es casi imposible; la educación es pésima y reproductora de desigualdades; los recursos naturales se concentran en manos de 5 o 7 familias que, a cambio de su riqueza infinita, secan los esteros, los ríos y las napas, dejando sin agua al país; las pensiones son miserables… ¿hay que seguir? Todo lo importante para las personas está en Chile en un estado calamitoso. ¿Por qué no habríamos de querer cambiar las cosas?

Cuando Chile vuelva a despertar, y lo hará, verá cuánto abuso se comete contra los más pobres. Verá cuánta ira sigue contenida en los que creen, desde tiempos inmemoriales, que explotar a otros es parte, también, de sus derechos. Cuando eso ocurra, volveremos a retomar el camino de las transformaciones profundas.

Sí, Andrés. Solo en algo tienes razón. Somos muchos los que queremos derribar este sistema económico del egoísmo, la competencia exacerbada, la concentración de la riqueza y la dispersión masiva de las tristezas. Y sabemos los riesgos que corremos cuando nos enfrentamos a personas de amígdalas fácilmente irritables. Estamos en septiembre y no olvidamos de lo que son capaces los que quieren detener las primaveras.

Esteban Vilchez Celis