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Melipilla, 277 años como zona de sacrificio para mujeres

Por: Paola Palacios | Publicado: 05.10.2019
Melipilla, 277 años como zona de sacrificio para mujeres melipilla |
Las mujeres muertas que en Melipilla decidieron ser figura han quedado relegadas a efemérides y aplausos tibios en ceremonias poco concurridas, perdiendo sus nombres, historias y por supuesto, sus experiencias. Las mujeres aguerridas de las zonas rurales merecemos más en un contexto masculino, machista y fuertemente patriarcal, debemos empoderarnos instalándonos fuertemente en el escenario público, transversalizando la educación, economía, gastronomía, cultura, trabajo, política y cuánto más.

A 72 kilómetros de Santiago y 52 de San Antonio se encuentra la comuna de Melipilla, cuenta con paisajes hermosos en sus diversas localidades, una cultura fuertemente arraigada en las tradiciones campesinas, gastronomía de nivel internacional como lo muestra semana a semana nuestro hermoso Pomaire, y cuánto más, sin embargo, su historia ha sido dura, carga con ser el patio trasero del gran Santiago, convirtiéndose paulatinamente en una ciudad dormitorio, demacrando poco a poco a su ciudadanía, realidad que hoy nadie puede desmentir.

Las oportunidades en salud, trabajo, educación y desarrollo artístico-cultural están lejos a pesar de la “modernización” del territorio, el cual resulta pobremente en la instalación de algunas empresas de retail y un par de calles mal pavimentadas, pero sí ha significado muchos negocios (claramente para unos pocos) en las necesidades básicas como el agua y la luz, sin olvidar las viviendas sociales que a falta de políticas sociales y vecinales claras se convierten en guetos peligrosos, poniendo en riesgo la armonía, la paz y la seguridad de toda la comuna, burlándose y dando una bofetada a todos y todas las melipillanas.

En cuanto a esto último, a través de los años la comuna no ha dado el ancho para la seguridad de las mujeres melipillanas; niñas, adolescentes, adultas y personas mayores han sido totalmente invisibilizadas.

Quisiéramos saber y tener certeza que las mujeres melipillanas no seremos acosadas, abusadas ni violadas en las calles impunemente, como lo fue el bullado caso de “La Dorito” y tantas otras; iluminando, grabando y vigilando lo suficiente para esto, como también colaborando en la construcción y fiscalización de una educación antisexista que atraviese todo rango etáreo, pues comprendemos que es una problemática cultural e intergeneracional, pero ante esto no existe excusa, pues tenemos grandes ejemplos en comunas como Recoleta y Las Condes que han decidido ser categóricas frente al asunto.

Nos es urgente reducir la brecha de oportunidades en educación y trabajo entre géneros, apelando a una política equitativa y atendiendo principalmente a que en Melipilla las mujeres somos 62.217, mientras que los hombres son aproximadamente 1000 menos que nosotras, somos el sustento económico de la ciudad, que de un 54% de la población que declara trabajar en el sistema formal, EL 38% SON MUJERES, lo cual, por supuesto, no es excluyente del trabajo doméstico, de cuidados, entre otros que al igual que la jefatura del hogar, no son remunerados, el que por cierto un 41% recae en mujeres. Si bien, las mujeres de la comuna somos grandes emprendedoras, esta no puede ser la única vía de desarrollo, comprendiendo los diversos intereses y características como mujeres madres, estudiantes, deportistas, artistas, cuidadoras, trabajadoras y lideresas.

Las mujeres muertas que en Melipilla decidieron ser figura han quedado relegadas a efemérides y aplausos tibios en ceremonias poco concurridas, perdiendo sus nombres, historias y por supuesto, sus experiencias. Las mujeres aguerridas de las zonas rurales merecemos más en un contexto masculino, machista y fuertemente patriarcal, debemos empoderarnos instalándonos fuertemente en el escenario público, transversalizando la educación, economía, gastronomía, cultura, trabajo, política y cuánto más.

Esta realidad no ha sido azarosa, pues se ha construido detalladamente ¿por quiénes? por hombres, melipillanos que han tenido la autoridad y el poder de dar vuelta la tortilla, pero que, ya sea por miedo, ignorancia o negligencia no lo han hecho. Por esto no es de extrañarnos que prácticamente seamos invisibles, y manifiesto la urgencia de revertir esta crítica situación y no seguir convirtiendo a nuestra hermosa ciudad en un oscuro valle de lobos y chupasangres del trabajo acalorado de la mayoría de nosotras, aprovechándose de la poca fuerza laboral que queda, el trabajo doméstico y de cuidados que, prefieren llamar “amor” en vez de trabajo esclavo, como el aprovechamiento del conocimiento, la intelectualidad y el liderazgo del cual se apropian desvergonzadamente.

La última elección municipal estuvo cargada de la tradicional masculinidad, finalizando en un alcalde que, no olvidemos, como primera medida de género decidió cerrar el Centro de la Mujer (Si esto no es misoginia ¿qué es?), y segundo conformando un concejo municipal sólo de hombres el cual seguiría así de no ser por la designación del actual gobernador provincial, el cual dio una estrecha oportunidad a la única concejala hoy.

No podemos darnos el lujo de seguir repitiendo la historia, ¿qué celebramos las mujeres en estos 277 años? Es momento de cambiar, porque es urgente, porque la sociedad ya comprendió, y sólo nos queda que los prehistóricos que detentan algún tipo de autoridad en esta seca tierra dejen su falsa masculinidad ególatra de lado y nos entreguen el reconocimiento merecido.

Paola Palacios