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Opinión

Desarrollo económico indígena basado en el “buen vivir”

Por: Diego Ancalao | Publicado: 10.10.2019
Desarrollo económico indígena basado en el “buen vivir” «La lucha sigue»: La hija de Berta Cáceres reclama Justicia | Mujeres indígenas de Ecuador y Bolivia participan en un homenaje a la ambientalista hondureña Berta Cáceres, asesinada el 3 de marzo de 2016, en la plaza al divino Salvador del Mundo en San Salvador. foto: Vladimir Chicas/dpa
Necesitamos un modelo de desarrollo económico indígena basado en los valores y recursos culturales de los pueblos originarios, con la visión del mundo de nuestros antepasados, filosofía que consiste en el valor y la ética spiritual, ambiental y económico ancestral de un pueblo donde ellos sean los actores principales. ¿Es una medida difícil para la actividad económica?, pero ¿qué otra manera hay si hablamos de desarrollo económico indígena? En América Latina todos los pueblos indígenas tienen los recursos culturales y espirituales para construir o revivir su propio sistema de desarrollo económico.

A lo largo de la historia el ser humano ha buscado su bienestar o buen vivir. La economía es la ciencia que tiene como objetivo la óptima utilización de los recursos para lograr el bienestar de las personas. Entonces, ¿qué es bienestar?, la economía neoclásica, dice que es la satisfacción de necesidades, pero ¿qué son las necesidades? La respuesta de la economía ortodoxa señala que es todo aquello que el consumidor desea, y bajo esta premisa, conocida como la supremacía del consumidor, pone el énfasis en la maximización del consumo y, como consecuencia, de la producción de bienes y servicios. Todo esto conduce al crecimiento ilimitado como forma de supuestamente aumentar cada vez más el bienestar. Pero los aumentos de PIB, no se relacionan con las percepciones de buen vivir de un pueblo.

Es por ello que no solo es contradictorio sino inmoral, de acuerdo a la filosofía indígena, el que algunos indígenas -como por ejemplo el caso Mapuche- que aspiran a ser una copia pequeña del paradigma científico extractivita, también llamado capitalismo, u otros que creen que si hay indígenas en una fábrica de automóviles, esos serian autos indígenas, cosa que se práctica de manera grosera en algunos foros económicos indígenas.

Esta forma de ver el desarrollo económico choca con la cosmovisión de los pueblos indígenas, que no ven el buen vivir en la sobre explotación de la madre tierra, buscando el bienestar personal a costa de la depredación y la competencia entre hermanos, por ejemplo. El pueblo mapuche, en cambio, el kumemongen (buen vivir) engloba un todo, establece relaciones con la naturaleza en sus infinitas manifestaciones, cohabitando lo materia con lo espiritual dentro de un territorio, donde la relación es de interacción, no de depredación. Este concepto es similar entre los pueblos indígenas de América, por lo que se hace necesario redefinir el concepto de desarrollo económico para los pueblos indígenas.

En efecto, los impactos de los modelos económicos tradicionales, particularmente aquellos derivados de la implementación de las políticas del “Consenso de Washington”, que desmantelaron los Estados y abrieron sus puertas al capital transnacional sin restricciones, han provocado para los pueblos indígenas dolorosas consecuencias, especialmente en las comunidades rurales. Esta situación, constituye un factor indispensable para explicar los conflictos entre el Estado, las empresas y los pueblos indígenas. Esto, a su vez, ha determinado la evolución del discurso de los movimientos indígenas frente a los procesos de modernización que han trastocado fuertemente la forma de vida del indígena, ya sea por el cambio drástico de campos agrícolas a forestales, o por la sobre explotación de los recursos naturales que por miles de años había dado equilibro a la vida del indígena. Las consecuencias sobre las comunidades han sido dramáticas.

El desarrollo económico indígena constituye un derecho colectivo y debe ser ejercido bajo el criterio de la libre determinación en el proceso de definición sobre el modelo que más acomode a esos pueblos. Este derecho se perfecciona cuando se ejerce en comunidad, puesto que los derechos humanos individuales solo pueden disfrutarse en comunión con otros, es decir, el grupo involucrado se convierte en sujeto de los mismos por derecho propio.

La definición de derechos colectivos de FAO va en la misma línea, ya que los considera como indispensables para la supervivencia, el bienestar y el desarrollo íntegro de los pueblos indígenas en tanto grupos humanos diferenciados. Estos derechos comprenden el reconocimiento de su historia, idioma, identidad y cultura particular y sus derechos colectivos a las tierras, territorios y recursos naturales que tradicionalmente han ocupado y utilizado; también se incluyen los conocimientos tradicionales compartidos por los pueblos indígenas.

Por esta razón, la clásica política asistencial de entregar bonos económicos y materiales a individuos indígenas no resuelve el problema del colectivo, del pueblo. Esa visión occidental obedece más bien al crecimiento económico de unos pocos a costa de mantener en pobreza a muchos, lo que choca indiscutiblemente con la visón ancestral indígena sobre el buen vivir.

En el fondo los planes de desarrollo hacia los pueblos indígenas, en realidad no buscan la equidad y la justicia social, sino una integración sin identidad, con el objetivo evidente de conformar una comunidad política homogénea y obsecuente. Lo que se ha pretendido es establecer una relación de subordinación del indígena cómo sujetos receptores pasivos y resignados. En la práctica, el resultado ha sido la generación de una especie de víctimas de las estrategias de desarrollo en las que, obviamente, no participa el indígena, ni en su diseño ni en su implementación. Este es un fuerte instrumento de clientelismo que crea dependencia y cooptación de los líderes, tal como lo fueron los programas gubernamentales “Orígenes” y “Chile Indígena” implementados en Chile.

El empoderamiento económico indígena proviene de sus propias experiencias debido a que, los Estados, no aplican las convenciones que han ratificado. Bajo estas consideraciones, es evidente que la política económica aplicada a los pueblos indígenas ha estado orientada a la subsistencia y el apoyo de actividades económicas para el autoconsumo familiar. Sin embargo, existen experiencias exitosas de desarrollo económico indígena, del pueblo Maorí que se transformó en un actor económico relevante de su país, marcan la emergencia de un nuevo paradigma sobre el desarrollo económico indígena, han creado su propio modelo de desarrollo económico. Así como la banca indígena canadiense ha dejado el romanticismo, que se expresa en la frase “sin autonomía económica, no puede haber autonomía política”.

Necesitamos un modelo de desarrollo económico indígena basado en los valores y recursos culturales de los pueblos originarios, con la visión del mundo de nuestros antepasados, filosofía que consiste en el valor y la ética spiritual, ambiental y económico ancestral de un pueblo donde ellos sean los actores principales. ¿Es una medida difícil para la actividad económica?, pero ¿qué otra manera hay si hablamos de desarrollo económico indígena? En América Latina todos los pueblos indígenas tienen los recursos culturales y espirituales para construir o revivir su propio sistema de desarrollo económico.

Este es un imperativo ético, porque cuando los pueblos originarios se desarrollan, todo el país se beneficia, no se puede desarrollar un país que mantenga a sus pueblos indígenas en la segregación política y económica”. Desde un punto de vista holístico, el desarrollo económico indígena es parte del desarrollo Indígena en general, así como lo son el territorio, la cosmovisión, la cultura, la naturaleza, el espíritu y el cosmos. Se trata desde su origen, de una cuestión eminentemente multidimensional.

Diego Ancalao