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Voy a renunciar al PS (y me gustaría que lo hiciéramos juntos)

Por: Gabriel Ossandon Fonseca | Publicado: 11.10.2019
Voy a renunciar al PS (y me gustaría que lo hiciéramos juntos) PS | AGENCIA UNO
Los partidos tienen una estructura para hacer posible la acción colectiva. Los congresos dan los grandes lineamientos, los comité centrales reúnen la voluntad colectiva, la comisión política va determinando el quehacer y la mesa dirige y ejecuta. Nada de eso pasa hoy en el Partido Socialista. De hecho, al día de hoy no hay comisión política y la mesa directiva está ausente de la discusión pública.

Tengo veintinueve años y casi diez militando. A contrapelo de mi generación, que formó las organizaciones que hoy constituyen el Frente Amplio, me inscribí en el Partido Socialista. Mi padre y mi abuelo también fueron militantes en algún momento. Ambos fueron torturados por aquello. Sin saberlo entonces, creo que aquella historia familiar marcó mi decisión –como la de tantos de nosotros–.

Entré al PS de Camilo Escalona y del Acuerdo Nacional de Educación. Esa triste foto símbolo del Chile binominal. Seguí a los compañeros que se tomaron la sede del Partido aquel día. Duraron horas: Escalona los desalojó con Fuerzas Especiales. Ese es mi primer recuerdo militando.

Desde entonces nos propusimos cambiar el Partido Socialista.

Pero esto no es un Partido.

Los partidos tienen una estructura para hacer posible la acción colectiva. Los congresos dan los grandes lineamientos, los comité centrales reúnen la voluntad colectiva, la comisión política va determinando el quehacer y la mesa dirige y ejecuta. Nada de eso pasa hoy en el Partido Socialista. De hecho, al día de hoy no hay comisión política y la mesa directiva está ausente de la discusión pública.

En otros momentos son eventos que suceden, sí, pero no para generar acción colectiva: no se respetan las resoluciones del congreso, los comités centrales asumen mansos el acuerdo oficialista, la comisión política fue utilizada para el cahuín interno y la mesa, además de autoasignarse sueldos, operó y opera como el directorio controlador. Es imposible, entonces, que los socialistas decidan si el Partido Socialista lo está haciendo bien o si lo está haciendo mal: no tienen dónde.

Fue precisamente esto lo más terrible de la crisis de San Ramón: que no hubo forma de decidir colectivamente qué hacer con ella. Estábamos maniatados. Dependemos de lo que piense el dueño actual del Partido. Y ya sabemos lo que pensaba el dueño actual sobre San Ramón: que lo importante es que él ganó la elección.

Cuando nos propusimos cambiar el Partido sospechábamos algo de esto, pero no lo sabíamos con certeza. Han sido largos años de recorrer Chile, recoger las experiencias de muchos militantes y conseguir información, para hacernos una idea más acabada. Con entusiasmo, intentamos incidir en el debate de ideas y, por cierto, competir electoralmente. De diversas formas. Exigimos una primaria presidencial, que se negó. Pedimos primarias para nuestros candidatos parlamentarios, que nos negaron también. Intentamos cambiar la forma en la que se organiza el Partido y el presidente clausuró el debate. Pedimos transparencia de todas las finanzas y dijeron que la gran mayoría era transparente.

Nuestro gran triunfo ha sido, quizás, incidir en el giro que ha tenido el Partido en sus declaraciones, cuando las da. De fumadores de opio a defensores de la Asamblea Constituyente, por dar un ejemplo. Aquello también tiene una explicación triste: no les importa. Con tal de controlar el aparato burocrático –y la caja pagadora– pueden declarar lo que quieran.

Lo de caja pagadora explica gran parte del asunto. El Presidente del Partido dijo en televisión que se asignó un sueldo de tres millones y medio de pesos. El Secretario General es el mejor pagado de toda la política chilena, con cinco millones de pesos. Para las elecciones parlamentarias ambos se asignaron los aportes más altos de todo el partido, –70 millones para la campaña del presidente y 100 millones para Isabel Allende, de quien el Secretario General es operador–. Ninguna de estas decisiones pasó por ningún órgano colegiado. Por eso, que al ser asaltado el Presidente del Partido haya tenido un millón de pesos en efectivo en su auto no sorprendió a ningún militante: sabemos que viven de eso, de repartir plata y cargos –del Partido y de todos los chilenos, claro–.

Entonces, esto no es un partido: es su negocio. Y ya no estoy dispuesto a subvencionar su negocio.

Es un problema estratégico: con la caja pagadora en sus manos, sin posibilidad de modificar las reglas del juego eleccionario dentro del Partido y clausurada la deliberación política, no tenemos margen de acción. La única relevancia que hoy tienen nuestros votos de minoría es dotar de legitimidad a su acción. Sin nosotros, estoy convencido, seguirán cayendo en el triste espiral de los últimos años.

Llegamos hasta acá y no fue poco. Le contamos al país que habían militantes socialistas que sí quieren ofrecer un proyecto de transformación al país. Ahora, tenemos que ofrecerlo. Una vez liberados de los márgenes del partido, debemos mostrar cómo es ese otro socialismo. Es un desafío nuevo. La oportunidad de mostrar que hay socialistas que creen en la acción colectiva y en un país distinto.

El año y medio que llevamos trabajando en La Casa Común da muestras de cómo podría ser aquello. Con un presupuesto mínimo, mucha convicción y buenas ideas hemos logrado levantar investigaciones; convocar a voluntarias y voluntarios; hacer charlas para aquellos que aún no se interesan en “la política”; videos que dejan evidencia a los más poderosos del país; lograr que una profesora y una enfermera saquen de quicio al presidente de las AFP; y, darnos la oportunidad de construir, con cariño y complicidad, nuevas formas de participación que logren incorporar a más personas a la tarea de superar nuestro Chile neoliberal.

Hay quienes por su historia personal –con amigos y familiares militantes asesinados por la dictadura– nunca abandonarán el Partido Socialista. Para ellos tiene un valor en si mismo permanecer en él. Entre hacer una política más incidente o mantenerse en el PS, optarán por lo segundo. No los juzgo. Vi en mi padre y en mi abuelo distintas maneras para sobrevivir después de sus traumáticas historias. En su decisión veo una manera más, y la entiendo. Plataforma Socialista emergió como un espacio articulador, de llegada y de tránsito hacia un nuevo socialismo, donde podemos encontrarnos.

Mi historia es otra. Tengo raíces en la tradición socialista y desde ellas quiero contribuir a cambiar nuestras vidas. Desde esa convicción, voy a renunciar a este Partido Socialista. Y quiero que lo hagamos colectivamente, para construir un nuevo socialismo.

Gabriel Ossandon Fonseca