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Evasión y caceroleos: cuando los cuerpos comunican el malestar social

Por: Chiara Sáez | Publicado: 21.10.2019
Ante esta “primavera chilena” el comportamiento de los medios convencionales, especialmente la TV, ha sido cuestionado debido a su énfasis en la criminalización de estas formas de protesta. El primer día, llevando su mensaje hacia una justificación del estado de emergencia que finalmente se anunció. El segundo día ocurrió lo mismo con el toque de queda: construir un discurso a lo largo del día que termine justificando esta medida autoritaria. Sin ninguna diferencia de parte de TVN, que se ha sumado a esta estrategia discursiva. A pesar de eso, cada vez que los reporteros en la calle han querido encontrar cuñas contra las manifestaciones, han encontrado mayoritariamente apoyo a las demandas y al malestar compartido.

La teoría de la comunicación alternativa aporta varios elementos que nos permiten comprender que en el caceroleo, en la evasión y hasta en el saqueo hay una dimensión comunicativa: la idea de transmitir un mensaje anónimo y colectivo de insatisfacción con el estado de las cosas. Un discurso implícito más que explícito, que representa una crítica del poder, producto de un sentimiento de ruptura moral del pacto social: la sensación de sentirse abusados por una minoría privilegiada. En el contexto de las protestas que estamos teniendo estos días en Chile, esta insatisfacción se relaciona con una serie de medidas que afectan la economía de las mayorías y donde el aumento del pasaje del metro en hora punta -así como la respuesta burlesca de ministros y ministras a este nuevo apretón de cinturón de la gente de a pie- se convirtió en la gota que rebalsó un gran vaso en el cual chilenos y chilenas han ido acumulando años de abusos y de desigualdad.

El año 1998 (¡21 años atrás!) el programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) dio la primera voz de alerta sobre la paradoja de esta “modernización” en la que nos había sumido la neoliberalización autoritaria y luego administrada por la Concertación: unos excelentes indicadores de desarrollo económico conviviendo con la infelicidad y la desconfianza en las relaciones interpersonales. Hoy este descontento tiene muchos motivos: pensiones miserables para los adultos mayores que coexisten con perdonazos a políticos y empresarios. A los primeros por hacer mal uso de dinero público o ser descubiertos siendo financiados por empresas. A los segundos por evadir impuestos. Sueldos bajísimos para la mayoría de la población que coexisten con un costo de la vida cada vez más alto y una concentración de la riqueza que es grosera: nuestro PIB por persona está en 22.000 dólares, mientras la mayoría gana menos de 800 dólares mensuales. ¿Quién se queda con esos miles de dólares que la mayoría nunca recibe? Agreguemos a eso los graves problemas medioambientales que estamos viviendo en distintas zonas del país y la criminalización de la protesta social, que este año se cebó con los estudiantes secundarios. Precisamente, quienes comenzaron estas protestas contra el alza del pasaje del metro.

Ante esta “primavera chilena” el comportamiento de los medios convencionales, especialmente la TV, ha sido cuestionado debido a su énfasis en la criminalización de estas formas de protesta. El primer día, llevando su mensaje hacia una justificación del estado de emergencia que finalmente se anunció. El segundo día ocurrió lo mismo con el toque de queda: construir un discurso a lo largo del día que termine justificando esta medida autoritaria. Sin ninguna diferencia de parte de TVN, que se ha sumado a esta estrategia discursiva. A pesar de eso, cada vez que los reporteros en la calle han querido encontrar cuñas contra las manifestaciones, han encontrado mayoritariamente apoyo a las demandas y al malestar compartido. Chile está recuperando su voz y su cuerpo para protestar: no hay nada más peligroso que alguien que está tan desprovisto de todo, que solo tiene su cuerpo para manifestarse. Y eso es lo que hemos visto estos días: personas anónimas que se han juntado de manera azarosa para manifestarse conjuntamente contra el cúmulo de abusos que esos mismos cuerpos habían estado acumulando por años. Es una oportunidad para que los medios de comunicación alternativa y la prensa independiente muestren que se puede hacer un trabajo informativo serio sin caer en el sensacionalismo ni en la legitimación de prácticas que vulneran la libertad de expresión y el derecho a la protesta.

La pregunta que queda pendiente es si la clase política será capaz de entender el mensaje que nos están brindando estos cuerpos cansados de ser abusados.

Chiara Sáez