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«Entre tres pacos le golpearon la cabeza»: Los testimonios afuera de la ex Posta Central tras los toques de queda

Por: Diego Alonso Bravo C. | Publicado: 22.10.2019
«Entre tres pacos le golpearon la cabeza»: Los testimonios afuera de la ex Posta Central tras los toques de queda Imagen referencial. / Fuente: Agencia Uno (archivo). | Imagen referencial. / Fuente: Agencia Uno (archivo).
Con la prohibición de entrada aplicada a los funcionarios del Instituto Nacional de Derechos Humanos (INDH), los testimonios de quienes se han visto vulnerados en sus derechos fundamentales se recogen en las afueras del Hospital de Urgencias Asistencia Pública (HUAP). Allí, en la calle, se registra la violencia excesiva y los abusos de poder.

Cuando los funcionarios del Instituto Nacional de Derechos Humanos (INDH) llegaron a las afueras del Hospital de Urgencia Asistencia Pública (HUAP, Posta Central), las puertas estaban cerradas. Inentendible, pensaron; injustificable, si se quiere, y más cuando se considera la labor que prometieron en tiempos de Estado de Emergencia y toques de queda es ir a cada centro de salud de la Región Metropolitana para constatar que los inalienables derechos de los ciudadanos fueran protegidos y no vulnerados.

Pero era así: las puertas estaban cerradas.

Eran cerca de las 00:30, poco más de cuatro horas desde activada la prohibición al libre desplazamiento. No obstante la negativa, buscaron respuestas. Después de tocar la puerta, unos guardias de seguridad privados dijeron, de forma agresiva, que el no dejarlos entrar a ellos era por orden de Osvaldo Carrasco Ruiz, el director subrogante puesto en ese cargo para palear los problemas de abastecimiento que estaba teniendo el establecimiento. Minutos después llegaron unos funcionarios que no se identificaron y reafirmaron las palabras de los de seguridad.

Pero cuando se quiere recoger testimonio de las vulneraciones, a veces solo basta con esperar. Y fue este el caso, porque minutos después un ciudadano español salió de las inmediaciones para dar su versión de los hechos: había recibido un disparo con perdigones, siete en total, en una de sus piernas. En el hospital solo pudieron extraerle cinco; dos quedaron en uno de sus glúteos.

El mismo hombre contó algo que le había dicho una enfermera, un rumor que solo podría funcionar dentro de la sala de urgencias más grande de Santiago: habían apaleado a un hombre. Había sido la policía, o por las fuerzas armadas, o los de investigaciones; o cualquiera que entre en el concepto «fuerzas de orden».

Los del INDH tomaron su testimonio, sus datos, su teléfono. Después, otro: alguien quien tenía a un medio hermano en riesgo, que el doctor solo estaba esperando a que muriera. Minutos después, sale la esposa del agredido con más detalles:

«Nosotros estábamos ayer (domingo) en Maipú, ahí en el Metro del Sol. Estábamos manifestándonos todos, después del toque de queda. De pronto llegaron los carabineros, o las Fuerzas Especiales, o las Fuerzas Armadas, no estoy segura. Pero el grupo que estaba protestando se dividió en dos y de esos dos, uno se disolvió completo. Corrieron y le hirieron un pie y se cayó. Llegaron entre tres pacos y empezaron a golpearle la cabeza. La cabeza y las piernas y el tórax. Pero se concentraron en la cabeza. Patadas en la cabeza. Ahora estaba con edema cerebral, tec cerrado y fractura de cráneo. No hay esperanza de vida. Solamente estamos esperando», le dijo una mujer a los del INDH.

Las iniciales eran A. A. N. S. y vivía en Pudahuel.

Antes de dar el rut y su número de teléfono, ella dijo: «El médico solo está esperando que deje de respirar».

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