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De rabia y desilusión en la tierra de Evita: Así se vivió la entrañable manifestación de chilenos en Buenos Aires

Por: El Desconcierto | Publicado: 06.11.2019
De rabia y desilusión en la tierra de Evita: Así se vivió la entrañable manifestación de chilenos en Buenos Aires |
La tarde del martes pasado un grupo de compatriotas residentes en la capital argentina salió a manifestarse, a modo de apoyo para con el estallido social que se está viviendo en Chile. Recogieron símbolos que hoy en día son íconos del estado social actual (parches en los ojos, banderas de la nación mapuche), explicaron sus motivos para residir allá y lo que los llevó también a salir a las calles.

El obelisco porteño, rígido y altanero, fue testigo de la concentración que convocó el Encuentro Memoria Verdad y Justicia (EMVyJ) junto a la Asamblea de Chilenxs en Argentina, en apoyo a los pueblos de Chile. Antes de las cinco de la tarde las columnas de las organizaciones políticas y sociales coparon la Plaza de la República. «Basta de tortura, basta de asesinatos y desapariciones en esta falsa democracia. El modelo neoliberal nació y murió en Chile», arengó desde el micrófono un miembro de la asamblea mientras la masa se mecía anunciando el inicio de la movilización.

«Viva la rebelión popular en Chile», proclamaba el lienzo gigante, de cordón a cordón, que encabezaba la marcha. La avenida 9 de julio se convirtió en un tubo que aglutinó a las miles de personas que redoblaron el caos vehicular que suele haber en hora pico en el microcentro. Los agentes de tránsito saltaban de vereda a vereda como personajes de animé, tratando de organizar algo que era imposible: las micros y los autos, a los costados de la avenida, se apelmazaban como un Tetris mal jugado. «Fuera Piñera», fue el canto unificado que tapó el ruido de las bocinas frenéticas. Mientras la columna avanzaba, la figura de Eva Perón, en uno de los laterales del ministerio de Desarrollo Social, empezaba a dibujarse imprimiendo un misticismo popular a la manifestación.

Los chilenos y chilenas de la asamblea coinciden en que en general vinieron a Argentina porque son los exiliados de la educación. «La mayoría somos estudiantes y como venimos de familias trabajadoras se nos hace imposible poder estudiar en Chile, ni siquiera con una beca. Tenemos una indignación profunda, mucha rabia, mucha furia, no solamente por el asunto de tener que dejar nuestras familias para poder estudiar sino todo lo que viene detrás: la represión que recibieron nuestros abuelos durante dictadura y la desilusión de nuestros padres después del plebiscito, de haber votado el no y que todo siga igual. Sabemos que nuestras familias no están viviendo bien allá, que trabajan doce horas diarias con un sinfín de atropellos. Cuando nosotros nos enteramos de lo que estaba pasando en Chile, que inició con la evasión de los estudiantes secundarios, nos sentimos todos profundamente contentos y felices, porque de algún modo eran los métodos que nosotros usábamos cuando estábamos en el secundario», explica Javiera, estudiante de Sociología en la Universidad de Buenos Aires.

Banderas chilenas negras, mapuches y whipalas van a la vanguardia. «Ojalá nos contagiemos los argentinos», grita un transeúnte de pasada, mientras una trutruca (instrumento mapuche de viento) sacude los oídos de propios y ajenos. La gente que sale de trabajar por avenida de Mayo queda atónita, el sonido del cuerno contrasta con la arteria más europea de la ciudad. El sol porteño deja de picar de a poco y otro ícono de insurrección parece recibir paciente a la movilización. Difusamente la figura de la libertad ubicada en la Pirámide de Mayo frente a la casa de gobierno se deja ver, emulando una versión libre del cuadro de Delacroix: la libertad guiando a los pueblos.

El humo de los choripanes es el índice que la entrada a la Plaza de Mayo es inminente. «Mapuche, chileno, no bajes la bandera. Acá estamos dispuestos a cruzar la cordillera», cantan los residentes en Argentina con una mixtura de vehemencia y nostalgia en sus rostros. «Hay sentimientos encontrados, rabia y tristeza por los atropellos a los derechos humanos, por las mujeres violadas en comisarías, por los detenidos desaparecidos, por la cantidad de compañeros mutilados que han perdido ojos producto de la represión. Pero al mismo tiempo nos sentimos orgullosos porque frente a esa violencia nuestras familias y vecinos salen a la calle, ponen el pecho frente a las tanquetas. Esa gallardía que tiene el pueblo chileno nos infla el corazón», cuenta Javiera. «Lo primero que se viene es la ansiedad, poder desplegar un aporte al movimiento; la segunda instancia es cuando uno se da cuenta que la capacidad de apoyo no es suficiente o no es directa y se dispersa, ahí viene la angustia, por la incertidumbre que genera no saber la condición material e inmaterial de la gente que uno conoce, que uno quiere en Chile. No hay una comunicación muy fluida, de vez en cuando nos enteramos de compañeros detenidos desaparecidos, o que los han ido soltando con el tiempo; se sabe también de las torturas, de la muerte. Entonces eso genera un componente de angustia terrible», narra Catalina, chilena en Argentina.

«Fuera Piñera», vuelve a ser el canto que amalgama toda la movilización al entrar a la plaza.  Un acoplado de camión hace las veces de escenario, allí suben miembros de la asamblea y del EMVyJ para leer el comunicado. “Lo que Piñera y los medios de comunicación hegemónicos han tildado como un estallido social espontáneo, para nosotros es una gran y acumulada factura histórica de los y las trabajadoras de Chile, porque solo podría ser sorpresivo para los enajenados que se alinearon a las largas sombras de la Dictadura. No existe dicha espontaneidad porque hay precedencia: décadas de resistencia y lucha del pueblo mapuche, gigantescos movimientos estudiantiles –mochilazo del 2002, la revolución pingüina del 2006, el movimiento por educación pública del 2011-, el movimiento NO+AFP desde el 2016, las manifestaciones del movimiento de mujeres y disidencias del 2018, y las movilizaciones ambientalista contra las zonas de sacrificios», remarca el documento al explicar las raíces subrepticias del conflicto actual.

Las demandas principales son la salida del Presidente, el cese de la represión, juicio a los crímenes de lesa humanidad, romper con el Fondo Monetario Internacional, avanzar hacia una huelga general y una Asamblea Constituyente. «Apoyamos la rebelión popular, hay que hacer una nueva Constitución con una Asamblea Constituyente que sea soberana y libre, que tenga en cuenta la voz de los cabildos populares que se están armando en Chile, que releve la soberanía de los pueblos. Que no tenga solo una mirada institucional sino que contenga a los autoconvocados de los territorios con sus realidades locales”, explica Catalina, miembro de la asamblea.

La plaza más ruidosa de la Argentina se congeló cuando pidieron un minuto de silencio por los caídos en Chile; los puños en alto y el mutismo absoluto. No se escuchó nada en el epicentro que se caracteriza por aunar los reclamos más combativos y estruendosos de los argentinos. Lentamente, jóvenes chilenos con vendajes en sus ojos manchados de sangre se desploman al unísono en una performance que busca visibilizar los asesinatos del pueblo por las fuerzas de seguridad, además de la gran cantidad de lesiones oculares. En Chile, los carabineros disparan a la cabeza. Con rabia se levantan de a uno, con fotografías de los mártires, exigiendo juicio y castigo. Sus ojos, los que no están tapados, exhortan apoyo y justicia.

Víctor Jara se respira en el aire, brota por los poros de los chilenos que ahora residen por estas pampas. Para finalizar el acto suena «El Derecho a Vivir en Paz» y hay algo que un argentino no puede explicar, ese trance, mezcla de combate y emoción, himno y liturgia, que expresan mientras lo cantan entre risas y llantos. Después será el turno del tema de Quilapayún: «El Pueblo Unido Jamás Será Vencido». El sincretismo entre las izquierdas locales y los chilenos de acá confluye todo en el mismo grito de unidad a capela. Mirta Israel, argentina de la agrupación Pañuelos en Rebeldía, da muestra de esta fraternidad: «Es un aliciente y es energía para todo el continente lo que está pasando el Chile. Mi primera marcha fue el 11 de septiembre de 1973, en repudio al golpe contra Allende. Fue una marcha gigantesca y estoy reviviendo momentos de aquel año con esta rebelión popular».

La asamblea de Chilenxs en Argentina tiene dos objetivos: en primer lugar, que la solidaridad fuera del país esté pensada para hacer una gran presión internacional para salvar vidas, exigir que aparezcan las personas desaparecidas y que termine la represión; y por otro lado, «no va a haber un basta para la miseria, si no hay una revuelta popular de toda la clase trabajadora en todo el continente; la salida tiene que ser para toda Latinoamérica», resalta Javiera. 

El sol se fue hace rato, las organizaciones políticas y sociales ya se desconcentraron; Buenos Aires va volviendo a la normalidad. Pero en la plaza quedan los chilenos, chilenas y chilenes en pequeñas rondas ocupando el espacio público y político a la distancia; entre abrazos y guitarreadas la lucha sigue. Evita los vio partir, y la libertad, como faro, como proyecto, los escucha seguir cantando su resistencia.

Texto por Pablo Tachouet. / Fotos por Leandro Diaz del Campo (Pi Chon).

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