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Manos tomadas 2.0: el brillante salvavidas del bloque en el poder y sus fuerzas auxiliares

Por: Francesco E. Penaglia V. | Publicado: 17.11.2019
Manos tomadas 2.0: el brillante salvavidas del bloque en el poder y sus fuerzas auxiliares derecha | Foto: Agencia Uno
En suma, en la peor crisis política de décadas el «acuerdo nacional por la paz» es el mejor salvavidas para el ala más conservadora del bloque en el poder: iniciar un proceso constitucional controlado y cupular, que ocupará la agenda pública por dos años, dejando a las asambleas y cabildos auto-convocados y pueblo en lucha sin ningún rol relevante en esto-; con medios de comunicación y lideres que celebran este «gran paso» republicano; con partidos que conduzcan «sensatamente» el proceso hacia la relegitimación del orden constitucional chileno cosa que salvo la UDI, casi la totalidad de las fuerzas políticas consideraba adecuado y que a estas alturas resultaba una anomalía de la transición: la mayoría de los países que vivieron dictaduras modificaron posteriormente sus constituciones.

El 2006 fue un año diferente en la pos-dictadura debido a la “revolución pingüina”, hito en el que se generaron masivas marchas, tomas y movilizaciones que tenían como eslogan «fin a la LOCE» (Ley orgánica Constitucional de Educación). Sin embargo, un año más tarde, luego de anuncios intrascendentes, criminalización mediática, represión, mesas de negociación dilatorias y el nombramiento de un rimbombante Consejo Asesor, el 2007 el bloque en el poder firmaba un acuerdo transversal tomados de las manos en el salón Montt-Varas. La prensa de la época luego de haber criminalizado a los estudiantes, señalaba lo histórico del acuerdo; mientras Bachelet, después de valorar el logro de un gran «pacto social por Chile» señalaba que: «es un gran día para Chile, ya que se firmó un importante acuerdo político que privilegia y reconoce con mucho orgullo lo que las fuerzas políticas de nuestro país somos capaces de hacer cuando ponemos por delante el interés nacional, cuando entendemos que aquí todos estamos trabajando para los chilenos».

Trece años más tarde, con toda seguridad es posible asegurar que ese 2007 no hubo ningún nuevo pacto por Chile, ni ningún cambio sustantivo. La nueva Ley de educación no generó transformaciones y ese «gran pacto» no fue más que un estrategia de cierre del bloque en el poder para generar la desmovilización.

Hoy, en un escenario de crisis de hegemonía e incapacidad del bloque en el poder para dominar a través del consenso (para más detalle ver https://www.eldesconcierto.cl/2019/11/09/la-hegemonia-como-dimension-interpretativa-del-octubre-insubordinado/),  ha sido posible ver numerosas estrategias que hasta el momento no habían logrado mermar y detener el descontento y movilización.

Haciendo un breve recorrido, en la primera semana fue posible ver una estrategia orientada a deslegitimar a los sectores movilizados:  desde el ninguneo “cabros esto no prendió”, pasando por las “pulsiones de jóvenes irracionales”, hasta la -nada novedosa- criminalización hacia los «violentistas que entorpecen la vida cotidiana de las mayorías silenciosas». Sin embargo, nada de ello funcionó.

Luego del «estallido, la estrategia fue la guerra y el terror como recurso: militares en la calle, Estado de emergencia y toque de queda, marco en el cual se dieron –y se han seguido dando-cientos de violaciones a los DD.HH: muertes, abusos sexuales, detenciones arbitrarias, violencia represiva, estallidos oculares, entre otros lamentables sucesos. Junto con ello, por cierto no se abandonó la primera estrategia  y entonces se buscó deslegitimar las movilizaciones ahora a través de «teorías» conspirativas y «creativas» tesis sobre un eventual enemigo externo: cubanos, venezolanos, rusos o derechamente alienígenas.

¿Y entonces?, no, tampoco resultó, pues salió un millón 200 mil personas por la Alameda y otras centenas de miles por distintas regiones del país. Y entonces, el bloque en el poder optó por una doble estrategia: 1° no atacar el movimiento en su conjunto si no valorarlo, esto llegando al extremo delirante de ver a Piñera y el gobierno «subiéndose al carro» de las movilizaciones como si se tratasen de protestas a su favor;  2° la sanción y enjuiciamiento de la violencia como forma de lucha, buscando generar una dicotomía -inexistente en la calle- entre buenos manifestantes (batucadas, carnaval) y malos (violentistas,  narcos, anarquistas, guevaristas, trotskistas, ex presos y una serie de teorías).

¿Y entonces ahora sí que si?, pues no, la estrategia tampoco resultó. De ahí en más, la ronda de políticos y expertos (los/las mismos de siempre) en distintos paneles se flagelaban señalando -una vez más- que habían escuchado el mensaje (ahora sí que sí, lo prometemos). Mientras tanto, la represión disuasiva aumentó, se buscó a toda costa evitar concentraciones masivas en Plaza Italia o marchar frente a la Moneda. Posiblemente era bueno evitar la imagen de la marcha de 1 millón 200, por lo que desde temprano -aun cuando eran concentraciones pacíficas- intentaban rápidamente ser dispersadas, porque claro, como señalaba el General de jefe de Zona metropolitana eran ilegales y provocaban una «terrible» alteración al libre tránsito de vehículos. Esto último permitió la legitimación de la defensa popular de masas, ya que las concentraciones pacíficas y carnavalezcas, con batucadas, familias y fuegos artificiales solo eran posibles en la medida que otros grupos cortaban calles y se enfrentaban a carabineros en Vicuña Mackenna, Parque Forestal, Ramón Corvalán, entre otros lugares.

Por otro lado, el gobierno oscilaba entre anuncios orientados a asegurar el orden y seguridad: COSENA, ley anti capuchas, ley anti barricadas, mejora en inteligencia; junto con tibias y vacilantes políticas sociales -las que parecían absurdas e insuficientes incluso para parlamentarios de gobierno-.

En este escenario, con un bloque en el poder dividido, luego de un martes 12 en el que -aparentemente- estuvimos a punto del regreso de los militares para asegurar el orden a cualquier costo; con un gobierno a los tumbos luego de 28 días de movilización que no mermaban ni sé desgastaban; con asambleas y cabildos auto convocados en distintas zonas del  país… el bloque en el poder y sus fuerzas auxiliares sacaron desde un sombrero de mago un acuerdo para encausar «la crisis» por los «correctos» caminos institucionales.

Y así, sin más, los mismos partidos políticos que en la última CADEM -y hace varios años- poseen un 70% de desaprobación, los mismos conglomerados políticos electos con menos del 50% del padrón electoral; los mismos partidos que los/las movilizados rechazan; sí… los mismos, cual 2006 hicieron un -ahora sí que, «verdaderamente si»-  firmando -una vez más- un acuerdo nacional al margen de los/las actores sociales movilizados por 28 días. Ayer los medios celebraron todo el día, la intervención de Plaza Italia con el lienzo «paz» fue repetida hasta al cansancio; Plaza Italia fue acordonada por carabineros para evitar concentraciones, las que sin embargo- aunque no tuvieron prácticamente cobertura- igual ocurrieron en forma masiva y con mucha represión, dejando nuevamente un muerto. Y entonces, un nuevo Chile gobernable parece nacer en la televisión y en los deseos del bloque en el poder.

Más tarde en una entrevista, el «republicano» Boric, en el «republicano» Mercurio señalaba que por primera vez se abría la puerta para que el pueblo elija… Pero más allá de sus conciliadoras palabras y sus esperanzas en que «el acuerdo por la paz social» se dote más adelante de nuevos contenidos, en lo concreto, se mantuvo el enclave dictatorial del quórum de 2/3 lo que impedirá la generación de acuerdos en torno a transformaciones estructurales democrático populares.  Por otro lado, el acuerdo señala que  la «asamblea constituyente» -devenida en convención constituyente- será electa bajo el mismo sistema que rige las elecciones de diputados. Eso, de no mediar interpretaciones como suele ocurrir en los acuerdos firmados, significa que la «convención» será electa en un sistema proporcional, donde obtienen una gran relevancia las listas y los deslegitimados partidos. De este modo, bajo dicha modalidad en las últimas elecciones fueron electos 18 diputados con menos del 4% de los votos, debido a que fueron «arrastrados» por un candidato de su lista que obtuvo alta votación.

Por otro lado, las elecciones serán en conjunto con las municipales donde la derecha obtuvo el 2016 -con el 65% de abstención- la mayoría de los municipios en términos absolutos, y los más populosos, en términos relativos. Este factor – en el marco de elecciones municipales y controlando la -muchas veces- clientelar política local, les permitirá una fabulosa plataforma de campaña.

Finalmente, el plebiscito. Sin salirse de los argumentos de la democracia liberal (los cuales no comparto), incluso esa concesión resulta conservadora. Si se hará un plebiscito de entrada, no involucraba ningún costo -salvo el miedo a la soberanía del pueblo- haber incluido como alternativa una asamblea popular constituyente soberana desde las bases; y si se hará plebiscito de salida, tampoco involucraba costo adicional plebiscitar los temas polémicos sobre los que no haya acuerdo. 

En síntesis, con los tres acuerdos de no mediar sorpresas,  la convención será una cámara de diputados 2.0, con similar correlación de fuerzas, en la que la derecha difícilmente obtengan menos del 33% de los representantes, lo que les permitirá poder de veto. En suma, en la peor crisis política de décadas el «acuerdo nacional por la paz» es el mejor salvavidas para el ala más conservadora del bloque en el poder: iniciar un proceso constitucional controlado y cupular, que ocupará la agenda pública por dos años, dejando a las asambleas y cabildos auto-convocados y pueblo en lucha sin ningún rol relevante en esto-; con medios de comunicación y lideres que celebran este «gran paso» republicano; con partidos que conduzcan «sensatamente» el proceso hacia la relegitimación del orden constitucional chileno cosa que salvo la UDI, casi la totalidad de las fuerzas políticas consideraba adecuado y que a estas alturas resultaba una anomalía de la transición: la mayoría de los países que vivieron dictaduras modificaron posteriormente sus constituciones.

¿Y de las demandas populares de los últimos 14 años? bien gracias. No más AFP, fin a la ley de pesca y subsidio forestal, nacionalización del agua, recuperación del cobre y litio; derechos sociales garantizados y universales en educación, salud y vivienda;  sueldo mínimo; políticas de infancia, aborto libre; autodeterminación y autonomía mapuche; etc. etc…. ¡pero no!, mejor que el pueblo se enfoque en elegir a unos nuevos representantes para que hablen por él y en una de esas, en dos años esos representantes logren superar las barreras electorales y los quórum y quizás algo logran… total, así como se derrotó a la dictadura con un lápiz, hoy nuevamente con un lápiz cambiaremos los destinos del país… (agréguese ironía por si no fue lo suficientemente clara).

Restará ver si con esto el bloque en el poder logra su anhelada normalización y desmovilización, o los sujetos populares se mantendrán en lucha. Para ello será relevante ver también si las fuerzas políticas que oscilan entre la calle, las asambleas y las «instituciones de la república», abandonan la movilización y se enfocan en perfilar candidatos para enfrentar las elecciones constituyentes, o bien continúan en la calle. Buena parte de esas fuerzas, ya tomó una decisión.

*Esta columna fue escita el 16 de noviembre de 2019

Francesco E. Penaglia V.