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El recuerdo de Abel Acuña en la voz de sus familiares

Por: Sergio Jara Román | Publicado: 18.11.2019
El recuerdo de Abel Acuña en la voz de sus familiares abel_2 |
Disparos de perdigones, gas lacrimógeno y varios chorros de agua tóxica lanzados por un guanaco. Todos esos elementos, que la policía dice utilizar para disuadir, atentaron el pasado viernes contra la vida de Abel Acuña. Su familia clama por justicia y exige que se deje de mentir: Abel no murió por caer del monumento al general Baquedano, dicen; Abel murió por el accionar de Carabineros.

Ni bien doblamos por el pasaje Marinero Arias nos topamos con un tío de Abel Acuña. Nos preguntó de qué medio veníamos. Aunque la decisión familiar era no hablar con la prensa, dijo que iba a consultar. El sol pegaba duro, la mayoría de las puertas de Villa Los Héroes estaban abiertas.  

-Vengan, la mamá de Abel dice que pasen.

Brunilda Leal Zapata pidió que se dijera la verdad. Lo repitió varias veces. Apenas podía, pero necesitaba hablar. Al dolor de la muerte de su hijo, le habían sumado la infamia. 

-Los medios han dicho muchas mentiras. Es mentira que se cayó del caballo.

Foto: Nicole Kramm

¿De dónde salió esa versión? ¿Por qué medios masivos difundieron una noticia tan delicada de manera tan veloz y sin chequear la información? ¿Cuánto tuvo que ver ese “error” periodístico que rápidamente se instaló en la opinión pública y las redes sociales con el anuncio del pacto entre el Gobierno y la oposición por la paz y la nueva constitución?

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Al final del pasaje donde vivía Abel ahora hay una bandera que se extiende por más de dos cuadras. La U gigante es la cuarta letra de la frase que atraviesa la tela azul y roja: renUncia Piñera. Las camisetas azules se ven por todos lados. A una cuadra de la casa familiar, donde se realiza el velatorio, la plaza está colmada: música, banderas y un velatón por Abel.

-Ni la muerte nos va a separar.

Velorio Abel Acu–ña
Fotografia ©Nicole Kramm Caifal

Cantan a las cuatro de la tarde cuando aparece el coche fúnebre blanco. “Abel, Abel querido, tus amigos jamás te olvidarán”, algunos gritan, otros lloran, muchos se abrazan. En la puerta de sus casas, la vecindad en silencio despide al Abelito. Tenía 29 años, en marzo había titulado de Técnico en Laboratorio Clínico y Banco de Sangre.

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Como los últimos tres viernes, Rodrigo pasó a buscar a Abel por el trabajo para ir a la plaza Baquedano. El último viernes, hace tres días, la jornada que amaneció con manto blanco de paz, acuerdo constitucional y en la que se recuperó la plaza cercada por Carabineros, los gases fueron más constantes y fuertes que las veces anteriores.

Alrededor de 21.15, Rodrigo Vergara, amigo desde la infancia de Abel, subió a Facebook un video con la fiesta de fuegos artificiales de las barras. Abel, bandera chilena en mano, grita “ohhh, Chile despertó, despertó, despertó…”. Estaban en la rotonda, a varios metros del monumento a Baquedano, cuando Abel empieza a sentirse mal.

Velorio Abel Acu–ña
Fotografia ©Nicole Kramm Caifal

O sea que nunca subió al caballo.

No, no sé por qué los medios inventaron eso. Yo mismo lo apoyé en el piso, y los médicos ratificaron que no tiene ningún traumatismo.

También es difícil de creer la versión de Carabineros, ¿no?

Ellos dicen que los láser le impedían la visión, y sin embargo nos acertaron a todos. Terminamos completamente mojados, incluso Abel. Una médica tiene un perdigón en la pierna, era una de las que estaba haciendo los ejercicios de reanimación. Después de que tiran los primeros gases, solo quedó alrededor de Abel personal de salud identificada con cruces bien visibles. Los pacos nos quitaron la oportunidad de salvarle la vida, porque a Abel le habían detectado signos vitales justo cuando cayeron más gases lacrimógenos, y agua, y disparos. Y después siguieron contra los médicos del SAMU y hasta le tiraron a la ambulancia.

 ¿Qué decía Abel del despertar chileno?

Se sentía genial porque veía que todos luchábamos por lo mismo. Decía: ¿cuándo vamos a tener a alguien que nos represente de verdad, que sea como nosotros, los chilenos, y no estos huevones que se quedan con todo, que regalan el agua, que disparan contra los mapuche, que disparan contra su propio pueblo?

Abel Acuña (Foto: Facebook personal)

Abel Acuña (Foto: Facebook personal)

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El angosto pasaje Marinero Arias se fue poblando de sillas plásticas. Amistades, el vecindario y la familia esperaban el turno para despedirlo. En una de los portones abiertos un cartel con una foto de Abel y el mar de fondo: Te queremos y siempre te recordaremos con amor y alegría.

Un grupo de jóvenes llega caminando despacio, no conocen a casi nadie. Una tía de Abel los recibe. Son de la brigada sanitaria de la USACH, los primeros en asistir a Abel en la plaza. Ese viernes, enseguida se sumó personal del SAMU, en medio del agua, los gases y los disparos.

—En un momento se detienen para chequear los signos vitales y Abel alcanzó a realizar unas respiraciones. Luego volvió a entrar en paro, ya que el ambiente era irrespirable. Estaba tóxico debido a la gran cantidad de bombas lacrimógenas que había a nuestro alrededor.

Sebastián Lizana muerde las palabras, no quiere quebrarse. Describe que al llegar la ambulancia, el guanaco directamente apuntó el chorro contra el equipo que intentaba reanimar a Abel, debidamente identificado y levantando las manos. Al mismo tiempo Carabineros les tiraba gases.

Velorio Abel Acu–ña
Fotografia ©Nicole Kramm Caifal

—Ya hemos sufrido otros ataques, es algo cada vez más común. Nos quitan los escudos que usamos para proteger a los heridos, los rompen, nos dicen que somos traidores a la patria y que mantenemos vivas las trincheras. Ahora nos quitaron la vida de Abel de las manos. No podemos combatir ese nivel de violencia, somos personal de salud, nuestras armas son vendas y suero.

Otra de las brigadistas, Lindsay Silva, revela que las heridas que atienden van mutando con los días.

—Ahora algunas llegan con necrosis y se infectan más rápido, prácticamente al instante. Debe ser que las municiones están contaminadas. También vimos muchas vencidas, y lacrimógenos oxidados. Y crece el número de heridos que no quieren acercarse a centros de salud porque les niegan atención o los tratan de vándalos.

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Mabel, una de las tías de Abel, va de acá para allá atendiendo a todo el mundo. En un momento para a tomar agua y se sienta. Cuenta que desde el primer día su sobrino apoyó las demandas. Ella también, aunque tiene dos hijas y le da miedo salir a la calle.  

—No te preocupes tía, yo salgo por ti. Y por todos los que no pueden. Esto no para. A Chile lo vamos a cambiar, le decía Abel.

Velorio Abel Acuñ–a
Fotografia ©Nicole Kramm Caifal

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