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Opinión

Argentina y Chile después del modelo

Por: Elisabet Gerber | Publicado: 25.12.2019
Argentina y Chile después del modelo argentinas |
Las elecciones de Argentina y el “Octubre Chileno” desnudan el fracaso de políticas que profundizan la desigualdad y la apuesta por la represión como barrera de contención social. Los tiempos convocan a repensarnos más allá de las fronteras nacionales.

Las elecciones celebradas el 27 de octubre pasado en Argentina corroboraron la tendencia irreversible de las primarias abiertas simultáneas y obligatorias (PASO) que tuvieron lugar en agosto. La fórmula Fernández-Fernández ganó en primera vuelta electoral, con un 48% de los votos frente al 40% cosechado por el presidente en ejercicio, Mauricio Macri. Los resultados implican una consolidación de la bipolaridad, ya que dos fuerzas políticas concentran casi el 90% del electorado, a la vez que alumbran un rasgo distintivo del escenario político argentino: las expresiones de derecha más radical que alarman a otros países, no reúnen adhesión significativa, con menos del 2% de la votación.

Ya antes de aterrizar en la Casa Rosada, el Gobierno entrante está volcado a la urgencia inmediata, la renegociación de la deuda con el FMI, condicionante de las demás variables económicas. Junto con el híperendeudamiento, la herencia macrista incluye pobreza e indigencia disparadas; un Banco Central sin reservas, una actividad económica en recesión y un frente financiero en estado crítico.

Mucho antes de las turbulencias sociales que sacuden a varios países de la región, a poco de iniciarse la gestión de Mauricio Macri, la pregunta recurrente en  el vecindario era ¿por qué no estalla la Argentina, un país con fuerte cultura de protesta y poco dado a la sumisión? Parte importante de la respuesta pasa por el papel que desempeñan en la contención social múltiples organizaciones sociales articuladas, especializadas en políticas sociales y relacionadas con el Estado. A esto se suman largos años de procesar conflictos sociales de maneras relativamente pacíficas, sin que esto signifique, desde luego, estar libre de diversas violencias o de potenciales estallidos.  Los potenciales de los movimientos sociales no son un dato menor frente a las fortísimas vivencias que atraviesa Chile en las últimas semanas y abren la oportunidad de pensar conjuntamente, al menos, algunas cuestiones que están sobre la mesa.

Una de ellas, es el papel del movimiento de mujeres en ambos países. Más allá de los grandes contrastes en cuanto a la dimensión, articulación y/o fragmentación de los movimientos sociales a ambos lados de la cordillera, hay un clarísimo denominador común en la fuerza acumulada de los feminismos y su presencia creciente  en la agenda política. En Argentina, aun con una larga tradición de manifestaciones multitudinarias, el poder de convocatoria cimentado sobre el Ni Una Menos ha sido una constante en estos años de ensayos de neoliberalismo tardío. Espalda contra espalda,  en un Chile que, hasta octubre parecía adormecido, los movimientos de mujeres han sido contundentes dinamizadores de capacidades de agencia colectiva en estos últimos tres años.

Otros frentes comunes que empujan a revisar nuestros caminos apuntan al fracaso de los modelos neoliberales que azotaron nuestra región a partir del Consenso de Washington. El desarrollo sostenible es, sin duda, uno de los mayores retos para Argentina y Chile como parte de una región que no supera la  dependencia de la explotación de materias primas.  Los actuales escenarios de crisis a ambos lados de los Andes requieren asegurar ingresos a las arcas nacionales, ¿estaremos condenados, una vez más, a  la minería y/o los proyectos gasífero-petroleros sin mirar alrededor? El neoextractivismo devasta  nuestros territorios y envenena a sus habitantes. Salir de la trampa pasa, en gran parte, por entrelazar los desafíos que hoy plantean la producción, la industria y el agro con el sistema de ciencia y tecnología, entendiendo que la inversión pública en Innovación y Desarrollo es, precisamente, inversión y no gasto. No sólo las economías están globalizadas; las tragedias medioambientales también trepan a escalas planetarias: ¿no será hora de diseñar caminos de desarrollo socioambientalmente sostenibles de manera conjunta?

Finalmente, otro zona oscura compartida que urge dejar atrás, ha sido el uso y abuso del miedo como recurso. En Argentina las políticas de “gatillo fácil” impulsadas por la ministra de Seguridad, y en Chile, las actuales violaciones a Derechos Humanos consignadas por diversos organismos internacionales, son la punta del iceberg de una batería de recursos dirigidos a  hacer recortes a la democracia en nombre del miedo. Las elecciones de Argentina y el “Octubre Chileno” desnudan el fracaso de políticas que profundizan la desigualdad y  la apuesta por la represión como barrera de contención social. Los tiempos convocan a repensarnos más allá de las fronteras nacionales.

Elisabet Gerber