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Opinión

El Estado opresor es un macho violador

Por: Teresa Maffei | Publicado: 30.12.2019
El Estado opresor es un macho violador | Foto: Agencia Uno
Las transformaciones en las relaciones de género están intrínsicamente relacionadas con abolir una constitución fraudulenta y construir un Nuevo Pacto ciudadano, con todos los actores representados. Quién no quiera entender esto, simplemente ahora debe dar un paso al costado, (incluyendo a los parlamentarios) o irse para la casa.

No existen los “hechos, sino los procesos”, decía el profesor en aquellos años, y claro yo tenía 18 y lo asumí como parte de las enseñanzas de la vida.

Entonces hay que mirar el estallido como un proceso, y no como la suma de acontecimientos independientes. Solo de esta manera puede entenderse la prolongada permanencia y la amplia convocatoria, sin conducción de partidos, sin puntos de prensa, ni vocerías, nada que intente estructurar la lucha inorgánica, la que justamente busca canalizar el descontento a nivel transversal. Tiene forma indeterminada, se acaba y se reagrupa nuevamente sin fechas de término, sin plazos, ni agendas, ni vencimientos.

El mensaje es claro: el modelo no se corrige, se debe transformar; por lo que frenarlo no es cosa de represión, ni de acuerdos a puertas cerradas, ni los reportes económicos demoledores, eso ya no toca al pueblo chileno sin sueldo mínimo.

No somos clientes, ni consumidores, ni usuarios, de verdad que somos otros: sujetos a los que ya no le importa el Banco Central, ni el Imacec. Somos personas a las cuales los secundarios nos dieron una gran lección, como dice Luisa Toledo: esos valientes cabros chicos, gracias por despertarnos de esta vida miserable.

Quizás aquí éste es el punto de inflexión, en donde muchos buscan “ponerle el cascabel al gato” y de verdad, este proceso es justamente una rebelión en contra de lo establecido como poder formal y con cualquier intento corporativo de colgarse oportunistamente del movimiento. No es el momento de alimentar narcisismos ni los egos individuales, porque esto no se trata de levantar un líder, ni un representante, quizás esa es justamente una de las explicaciones para que permanezca en el tiempo, a pesar del agote porque esta vez no se trata de cambiar un presidente, será el pueblo es que construya un Chile bien diferente.

Partamos de la base que abrazamos la causa en su totalidad, que nada es permanente y que todo se transforma, que la esencia del modelo económico tiene dentro de sí su propia abolición y claro, no podíamos seguir soportando tanto abuso, mentira y colusión y menos esperar que las contradicciones de la dialéctica se hicieran evidentes por si solas, sin la agudización de la lucha.

Ya no podemos seguir así y esto no es solo para el quintil de ingreso más bajo, de verdad esta es una causa mucho más universal.

No queremos que tu gente me represente en la Asamblea Constituyente, dicen las tesis. Una vez más, las mujeres, los secundarios, los pobladores, al fin un espacio a todos ellos en este movimiento.

Al igual que el inicio de la gran funa de la evasión del transporte, el final del proceso no tiene un rumbo definido y no lo tendrá por ahora, porque no es un pliego de reivindicaciones, no es un petitorio, no se trata de un sueldo mínimo. Es todo eso y mucho más que eso. Esto no acabará con un decreto, una ley o un bono emergencia.

En lo personal, nunca abracé el feminismo como una causa en sí, quizás porque en mi Escuela de Sociología, lo fundamental a comprender era que, para cambiar una sociedad capitalista , había que transformar es sistema político y económico, y entonces se daba por sentado que la mujer automáticamente sería emancipada al abolirse el modelo. Claro, pasando por alto la salud reproductiva, la violencia de género, las tareas domésticas y el mundo laboral remunerado. Ni hablar del ámbito privado: el hogar y sus complejidades, las asimétricas relaciones de poder, los micromachismos, la violencia económica, la socialización de los niños y niñas, todo lo que expresa un Estado Patriarcal, incluyendo la impunidad de los femicidas y violadores.

Entonces a simple vista, la transformación del patriarcado, no parecía tener relación con una estructura de poder antecesora incluso a la lucha de clases. Por el contrario, las mujeres eran parte integrante de la explotación, pero como trabajadoras y no como género femenino. Así en la historia del siglo pasado y las importantes revoluciones en América Latina y el mundo, todo pasaba por transformar la estructura dominante que concentraba los recursos en detrimento de una clase proletaria que sólo poseía a sus hijos. Al estar los explotados y trabajadores en el poder, se pensaba que mecánicamente la mujer sería emancipada cuando los trabajadores se tomaran el poder.

De esta manera, no es de extrañar que durante muchos años nuestras demandas en Chile hayan estado en segundo lugar, para priorizar las reivindicaciones más urgentes de la sociedad, cuando en el fondo todas esas necesidades están profundamente entrelazadas con un estado patriarcal que ve a las mujeres como reproductoras, cuidadoras y objetos al fin.

Hace treinta años era la democracia lo prioritario, sacar a la dictadura militar, enfrentar las violaciones a los derechos humanos y una vez más las mujeres dimos un paso al costado para apoyar el proceso. Pero nos dimos cuenta que en la democracia y los derechos humanos, estábamos absolutamente involucradas, pero invisibilizadas. En verdad, éramos nosotras, las reprimidas, violadas, abusadas, maltratadas, buscando a nuestros compañeros y familias desaparecidas por Chile entero, cuidando los hijos con lo que se podía. Nosotras hicimos posible las tomas de terreno, aperramos con el frío, levantamos las ollas comunes, visitamos a los presos, hicimos arpilleras: igual y tanto como nuestros compañeros, porque ésta no es una lucha contra ellos, en realidad, es contra el estado que nos invisibilizó.

Así en la Constitución del 80, nuestros cuerpos están enajenados de nuestros deseos y en general de nuestro derecho a decidir. La iglesia católica y el Tribunal Constitucional son quienes ordenan si podemos abortar, si podemos morir, cómo tenemos que criar, educar, dar amor de madre a los hijos y parirlos aunque sean fruto de una violación.

La familia definida como el núcleo fundamental de la sociedad, vino a reforzar en un espacio silencioso de maltrato y al fin de impunidad para muchas mujeres. Cosas que hemos visto con espanto en los últimos años, después de lograr la Ley de Violencia Intrafamiliar, la Ley de Divorcio, la tipificación del femicidio como delito, las tres causales limitadas para el aborto y así sin que las mujeres, ni las adolescentes, ni las niñas supieran en masa la relevancia de estas luchas.

Entonces no nos extrañemos de las tesis, ya que son ellas y toda una generación que les escupió en la cara a los cómplices pasivos de la dictadura y a muchos herederos de ese silencio que no vieron a las mujeres como una prioridad, por el contrario, siempre fueron menos importantes que los índices macroeconómicos.

Las transformaciones en las relaciones de género están intrínsicamente relacionadas con abolir una constitución fraudulenta y construir un Nuevo Pacto ciudadano, con todos los actores representados. Quién no quiera entender esto, simplemente ahora debe dar un paso al costado, (incluyendo a los parlamentarios) o irse para la casa.

Las pensiones y la salud no son temas independientes de las demandas de las mujeres y no están separadas del proceso constituyente, en realidad es una condición sine qua non para generar un nuevo contrato social, tanto como el derecho a la propiedad privada puede ser un factor decisivo para los dueños del agua, incluso esto mismo debiese abolirse, pero las mujeres no daremos un paso al costado esta vez.

Duerme tranquila, niña inocente,

sin preocuparte del bandolero,

que por tu sueño dulce y sonriente

vela tu amante carabinero.

 

Gabriela Mistral

Teresa Maffei