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Opinión

Una lectura posible y 3 tareas para la coyuntura

Por: Pavel Guiñez Nahuelñir | Publicado: 06.01.2020
Una lectura posible y 3 tareas para la coyuntura pavel |
Nuestra oportunidad se encuentra entonces en trabajar para establecer formalmente las alianzas en el mundo de las y los trabajadores que permitan fortalecernos sectorialmente a la vez que sostener estratégicamente las demandas del resto de la sociedad para golpear ordenadamente a los poderes económicos y políticos en primer lugar y así condicionar a los bloques políticos formales en segundo lugar a través de un conjunto de vocerías legitimadas que permitan expresar el acuerdo de la calle en los poderes del Estado.

“Es preciso soñar, pero con la condición de creer en nuestros sueños. De examinar con atención la vida real, de confrontar nuestra observación con nuestros sueños, y de realizar escrupulosamente nuestra fantasía“

(VIU)

El impredecible estallido social que vivimos, es la expresión de la crisis de legitimidad del proyecto político, social y económico dictatorial implantado en Chile por la constitución del 80, sus blindajes y el perfeccionamiento realizado por la Concertación en años sucesivos.

Su agotamiento se explica por su incapacidad establecer las condiciones de una alegría que nunca llegó y fue reemplazada por largas filas de espera en salud, educación y pensiones al menos junto al sobreendeudamiento para pagar derechos básicos ¿habrá acaso algo más gráfico del fracaso neoliberal que la incapacidad de las AFP de cumplir la promesa hecha hace 20 años sobre jubilarse con el 100% de su sueldo este año que recién se inicia?

El movimiento social ha sido explosivo, sorprendiéndonos por su masividad y carácter impugnador, dotado con la fuerza suficiente para imponer agendas a nivel institucional y subordinar al amplio espectro político a sus principales consignas acompañado de una nula capacidad de diálogo que terminó por volverlo incapaz de definir a favor el marco de los acuerdos, quedando subordinado a las negociaciones y acuerdos de los partidos políticos.

Su expresión más orgánica: “Unidad Social”, ha tenido que surfear la coyuntura, sirviendo de paraguas a múltiples organizaciones que vieron en ella un brazo más ordenado, legítimo y democrático ante la ilegitimidad crónica del sistema de partidos, superando con creces la sola condición “sindical” que trajo a una misma mesa desde la CUT hasta sectores históricamente reactivos a ella, condición que hizo de su capacidad de movilización a partir del 12N algo innegablemente superior a lo conocido durante los 30 años previos.

Dicha condición está dada tanto por la convergencia de sectores estratégicos de trabajadores junto a masivos sectores públicos y de servicios, como por la existencia de un programa básico pero profundo denominado “el pliego de los trabajadores”, que permitió golpear en un mismo movimiento al poder político y económico nacional el 12N obligándoles a cuestionar las bases de su propio modelo y generar el acuerdo del 15N (más allá de las críticas compartidas) es esa evidencia la que vuelve imperativa su proyección al 2020 o al menos de parte significativa de él, conociendo y presionando el eslabón más débil del adversario (Bloque Sindical u otras alianzas de largo plazo) a fin de construir un contrapeso a los intereses del 1% de Chile, vale decir acá, que a juicio propio, de nada o muy poco sirve un masivo movimiento ciudadano sin el poder de las y los trabajadores organizados frente al inmenso poder económico, político y militar de quienes desde ya articulan campañas a favor de la Constitución Dictatorial del 80.

Por otro lado, la incapacidad del espectro político por escapar de la política “en la medida de lo posible”, han profundizado su separación con la sociedad: El ejecutivo, desorientado estratégicamente y pronto a inaugurar el “apoyo negativo” en las encuestas, adolece de capacidad unificadora gracias a los casi 3 meses de errores no forzados junto a la insistencia en una agenda social de corte neoliberal (matriz agotada). Hoy está golpeado donde más le duele a la aristócrata derecha chilena; el cuestionamiento a la autoridad inaugurando una agenda represiva sólo comparable a la dictadura tanto en intensidad, como en la cuenta de heridos, muertos y mutilados y que producto de sus arbitrariedades ha hecho pasar a carabineros de ser una de las instituciones más valoradas del país, a instalar el consenso social de la necesidad de una reforma profunda en las FFAA y de orden que, junto con esclarecer responsables en las violaciones a los DDHH, eviten que estos, en el futuro, se vuelvan contra su propio pueblo.

Con todo el poder legislativo actualmente se encuentra limitado e incapaz de agenciar transformaciones importantes que impliquen contrarrestar la iniciativa presidencial fundamentalmente por la falta de brújula, con todo Chile vamos ha demostrado tener plena consciencia del carácter de clase del conflicto y se ha comportado como bloque en circunstancias determinantes más allá de que algunas políticas progresistas aparentemente inocuas seduzcan a sus liderazgos más carismáticos.

La oposición en cambio advierte dos bloques, uno heredero de la política de los consensos, muy tensionado por su derecha, que camina entre apoyar algunas demandas como recurrir a la violencia institucional, tiene buena sintonía con el oficialismo para construir acuerdos como el del 15N sin sufrir “desbande” interno, quiebres ni bajas significativas, versus un segundo bloque que fue incapaz de diferenciarse de la estrategia de cierre “por arriba” del conflicto, se ha desmembrado trágicamente entre partidos y dentro de los mismos, constituyendo hoy un espectro de izquierda ambivalente dirigido por caudillos, sin programa transversal, ni inserción mínima, errático y con escasa capacidad de conducir el proceso.

Aún en esas condiciones, el pueblo de chile tiene condiciones inmejorables para forzar la emergencia de algunos elementos de un nuevo modelo de sociedad; tiene programa radical de transformación a la vez que posee organizaciones sindicales y sociales que aún con la lentitud propia de su peso orgánico, han sido capaces de ponerse acuerdos básicos y llevar adelante la imposición al ejecutivo y legislativo de aspectos mínimos de su programa político, queda como tarea, ante la ausencia de dirección, forjar la estructura que desde el debate político, sea capaz de conducir este proceso y establecer la unidad estratégica necesaria para sostenerlo, hoy no se puede confiar el proceso a los partidos políticos actuales.

Hoy por hoy la fuerza fundamental de un proceso de transformación profunda de la sociedad está más que nunca afuera del congreso, para eso, resulta relevante comprender que lo que se ha avanzado, ha sido fundamentalmente fruto de la movilización de masas combinada con el impacto económico producido y el temor a su extensión de aquello sobre todo en sus sectores más liberales.

Nuestra oportunidad se encuentra entonces en trabajar para establecer formalmente las alianzas en el mundo de las y los trabajadores que permitan fortalecernos sectorialmente a la vez que sostener estratégicamente las demandas del resto de la sociedad para golpear ordenadamente a los poderes económicos y políticos en primer lugar y así condicionar a los bloques políticos formales en segundo lugar a través de un conjunto de vocerías legitimadas que permitan expresar el acuerdo de la calle en los poderes del Estado.

Estamos justo en la etapa de los monstruos, aquellos que emergen de lado y lado mientras lo viejo no termina de morir y lo nuevo aun no acaba de nacer, y resulta clave para superarla, evitar la pérdida de fuerza producto de la inercia normalizadora a través espacios de reflexión colectivos, programas mínimos sectoriales que den lugar a expresiones ramales ahí donde sea posible, espacios de difusión y debate de programas sectoriales en torno, por ejemplo a los puntos referenciados en la consulta municipal (Pensiones, Salud, Educación) u otras iniciativas, lo importante es mantener el impulso inicial, fortalecer las alianzas intersectoriales y profundizar el debate del programa establecido que ya ha echado raíces, ya no habrá vuelta atrás, y en nosotros y nosotras queda la responsabilidad de que este impulso asegure la emergencia de un nuevo chile más justo, democrático y diverso que el que nos viera nacer en la eterna transición.

Pavel Guiñez Nahuelñir