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¿Realmente queremos seguir viviendo así?: Es tiempo de que una ministra pague las consecuencias de su inacción

Por: Sebastián Benfeld | Publicado: 14.01.2020
¿Realmente queremos seguir viviendo así?: Es tiempo de que una ministra pague las consecuencias de su inacción | Foto: Agencia Uno
Mientras miles de personas hoy deben recibir agua con camiones aljibes porque el agua que ha ellos les correspondía hoy la consume un plato que se riega para la exportación, mientras cientos de personas han tenido que ser hospitalizadas por vivir en una zona de sacrificio con una pésima calidad del aire y mientras que semana tras semana un nuevo dirigente ambiental es víctima de amenazas por luchar por la dignidad de la tierra y la de quienes la habitan, la ministra Carolina Schmidt pareciera no tomarle el peso a sus palabras cuando dice “quedamos en deuda con el planeta”. Olvidando que tras esa “deuda” hay miles de personas que sufren las consecuencias de su inacción.

Era 15 de diciembre de 2019 y, con un retraso histórico, la ministra de medioambiente Carolina Schmidt (que para ese entonces presidía la cumbre por el clima más importante del año: la COP25) le pedía a los delegados de las naciones continuar con su trabajo vía internet, pues ella, aún en su calidad de presidenta de la cumbre, creía más importante tomar su avión de regreso a Chile que concretar acuerdos fundamentales para hacerle frente a la crisis climática y ecológica que hoy estamos viviendo.

La COP25 termino hace ya unas semanas, pero desde ese entonces hasta ahora sus consecuencias no han parado de afectarnos. La crisis climática no es tan solo una problemática que se arrastra hace ya bastante tiempo, sino que además sus consecuencias se han visto agravadas cada año. No tan solo por la naturaleza propia de su fenómeno y por la negativa de las industrias a disminuir sus emisiones, sino que también por la falta de liderazgo y compromiso que han tenido las autoridades y algunos políticos para hacerle frente a la crisis y generar políticas públicas útiles y eficientes antes de que sea demasiado tarde.

Desde que Sebastián Piñera asumió el desafío de acoger y presidir la 25° Conferencia de las partes contra el cambio climático (COP25), no ha parado de figurar en televisión y en la prensa, tanto nacional como extranjera, como el nuevo “capitán planeta” que lidera los esfuerzos en la lucha contra el cambio climático, viajando por el mundo e instando a los demás paises a ser más ambiciosos aún en sus políticas públicas respecto al medioambiente, olvidando que en su propio país no ha sabido darle respuestas reales a las miles de personas que hoy viven las consecuencias del cambio climático y del saqueo de las grandes empresas nacionales y transnacionales en sus territorios.

Más allá de discursos creativos y falsas promesas, el compromiso de este gobierno y su cartera con la crisis hídrica y los conflictos socioambientales que se viven en el país ha sido nulo o casi nulo. Mientras miles de personas hoy deben recibir agua con camiones aljibes porque el agua que ha ellos les correspondía hoy la consume un plato que se riega para la exportación, mientras cientos de personas han tenido que ser hospitalizadas por vivir en una zona de sacrificio con una pésima calidad del aire y mientras que semana tras semana un nuevo dirigente ambiental es víctima de amenazas por luchar por la dignidad de la tierra y la de quienes la habitan, la ministra Carolina Schmidt pareciera no tomarle el peso a sus palabras cuando dice “quedamos en deuda con el planeta”. Olvidando que tras esa “deuda” hay miles de personas que sufren las consecuencias de su inacción.

La pregunta que me hago es, ¿en qué país del mundo es normal que el agua (un bien esencial e indispensable para el desarrollo de la vida) sea tratado como un bien privado cualquiera; así como lo es una casa, una bicicleta o una pelota de fútbol?¿En qué país del mundo es normal que el mismísimo ministro de agricultura sea dueño de derechos de aprovechamiento de agua en zonas decretadas de emergencia debido a su escasez hídrica?¿En qué país del mundo es normal que una ministra de medioambiente, tras haber fracasado en su misión como presidenta de la COP25 y haya sido criticada, a nivel nacional e internacional, por ONG´s como Greenpeace y comunidades políticas como la Unión Europea, siga manteniéndose en su cargo luego de haberle robado el futuro a una generación completa de jóvenes en todo el mundo?

No, la respuesta que debemos darnos no es “en Chile”, sino por el contrario, es tiempo de dar vuelta la interrogante y responder con otra pregunta más: ¿realmente queremos seguir viviendo así? Es tiempo de que una ministra pague por las consecuencias de su inacción.

Sebastián Benfeld