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Opinión

La compañera Raquel: Argandoña encara al poder

Por: Victor Peredo | Publicado: 18.01.2020
La compañera Raquel: Argandoña encara al poder |
Para muchos ha causado ruido la postura de quien fuese rostro de la televisión de la dictadura militar y la desenfadada instauración de las políticas del Shock neoliberal. Recordada, casi ad eternum, por su llamativo y lujoso vestuario en aquellos años, Raquel era referencia de moda. Cada vez que leía las noticias lucía un peinado distinto, consiguiendo que los televidentes admiraran el noticiario como una vitrina estética y no con un fin informativo.

Tras la interpelación de Raquel Argandoña al diputado RN, Diego Shalper —en medio del debate que han generado las manifestaciones en contra de la Prueba de Selección Universitaria (PSU)— las redes sociales se encendieron. Sorpresa, desconfianza e incluso cierta ironía, causaban las palabras de la diva —quizá la única— de la televisión de los años 80 y quien ha pervivido entre nosotros con más brillo que muchas otras aspirantes y artistas de nuestra precaria Varieté chilensis. Para la posteridad quedará su afirmación: “Si las autoridades no pudieron lograr una estrategia para que los alumnos rindieran una PSU con normalidad, yo puedo pensar, discúlpame, dos cosas: o que el gobierno no se la pudo, o que el gobierno quiso que esto pasara”. Y así, del antecedente del contrapunto con la tristemente afamada Camila Flores, la diputada díscola de Renovación Nacional, pasaba a ubicarse en otro palco distinto al acostumbrado: el de La Quintrala, la mujer que encara al poder, desde el poder de la misma derecha.

Para muchos ha causado ruido la postura de quien fuese rostro de la televisión del régimen militar y la desenfadada instauración de las políticas del Shock neoliberal. Recordada, casi ad eternum, por su llamativo y lujoso vestuario en aquellos años, Raquel era referencia de moda. Cada vez que leía las noticias lucía un peinado distinto, consiguiendo que los televidentes admiraran el noticiario como una vitrina estética y no con un fin informativo. Eran sus looks, no la propaganda la que se imponía. Así, aquel pasado aún latente se combina con el hecho de que en las últimas semanas basta una sola de sus declaraciones en contra de la ineptitud y venalidad del gobierno, para que las redes de Internet se colmen de reacciones a favor como “Camarada Raquel, o “Jamás pensé que iba a estar de acuerdo con la Argandoña”; pero también hay quienes dudan o la rechazan sin aspavientos por su cursus honorum en las sombras de la política.

Por ejemplo, evocar el Festival de Viña de 1981 y la frase polémica de Argandoña: “Yo soy de ahí, de la galería. Soy de ustedes”, mientras lucía un rutilante vestido metálico que tuvo un costo de tres mil dólares, que para la época era una suma bastante considerable. Dicho saludo generó que fuese pifiada todas las noches en que era presentada como jurado. El modelo, inspirado en las creaciones de Paco Rabanne fue traído por Nidia Caro desde Estados Unidos. Según la historia, más o menos oficial, se sostiene que hubo una confusión entre las medidas de ambas, ocasionando que Argandoña se quedara con el vestido y no la costarricense tan habitué en espectáculos santiaguinos. Hoy ese traje se encuentra en el Museo de la Moda, luego de un remate a beneficio de la Teletón.

Sin duda la “pifiadera”— más que al rostro— apuntaba a lo que ella representaba. Un capitalismo negacionista de las violaciones a los Derechos Humanos e impuesto a punta de metralla. En ese acto de catarsis colectiva del monstruo de la Quinta Vergara se criticaba a un segmento de la sociedad que era indolente, desconocía, o no le importaba lo que vivían aquellos excluidos del boom económico. Sin embargo, el régimen se encargaría de ir adquiriendo adeptos centrándose en las libertades y privilegios de una clase media aspiracional. Para eso, “la Raca” —como aún la llama su amiga Patty Maldonado— era totalmente imprescindible.

Con todo, como la estética del buen vestir nunca está divorciada de la ética política, si de vestuario metálico hay que hablar; de Paco Rabanne tenemos que tratar. En efecto, el gran modisto atesora una herencia familiar que lo ha marcado: hijo de un general español republicano fusilado por los franquistas y de una activa militante del Partido Comunista Español, —quien era la jefa de costura fina de Balenciaga—, no habría podido jamás huir de su destino: moda, innovación en el arte y política. Tras la ejecución de su padre, se exilió junto a su madre en Francia. No obstante, la guerra perseguiría a Francisco Rabaneda Cuervo, dado que no pasaría mucho tiempo antes que sufriera la invasión nazi y viera a lo que quedaba de su familia encarcelada por el régimen de Vichy. De manera tal, que teniendo en cuenta la historia de couturier, se puede afirmar que nunca hubiese accedido a crear un diseño que fuese utilizado por uno de los rostros de un gobierno totalitario. Menos, lo hubiese hecho Yves Saint Laurent, quien no tenía mucho afecto hacia el mundo militar, debido a las burlas sufridas contra su orientación sexual. Paradójico resulta, entonces, que se haya vestido a una diva nacional con un traje inspirado en el hijo de unos subversivos rojos.

Mas, lo anterior no importó en el Chile del año 81. El país (al menos, la clase acomodada) quería luz, glamour, vivir la fiebre del disco, lujos, y con ello mostrar una imagen de prosperidad ante el mundo. Atrás quedaba la oscuridad, la depresión y la carencia de belleza de la UP, y ese pesado discurso de la lucha de clases. Nuestro país esta vez era uno triunfante. Cualquiera con el debido esfuerzo podía surgir. Para sostener tal afirmación se requería de un rostro, una cara que mostrara a esta nueva sociedad, donde las guaguas eran más altas que en la década anterior, según la propaganda de la dictadura. El régimen y su estética política del éxito neoliberal requería de esta joven con su descomunal miedo a la pobreza, amante del dinero y quien ya rezaba al espíritu del capitalismo: “con plata baila el monito”. Entonces, esa bella Argandoña cumpliría a cabalidad con lo que se le pedía: poco cuestionamiento a las instrucciones y excelente disponibilidad para recibir en retribución altas sumas de dinero. De forma tal que, mientras se presentaban en el show grandes artistas (y en su mejor momento) como KC and The Sushine Band, Miguel Bosé, Ray Conniff, Camilo Sesto y José Luis Rodríguez, se desplegaba la puesta en escena de un paisito de utilería, uno de derechas.

Igualmente, hay que tener presente cómo el buen vestir era exigencia en los círculos del poder militar y su criminalidad durante aquellos aciagos días. Bien lo afirmó Adriana Rivas, ex secretaria de Manuel Contreras en una de sus entrevistas: “Mis mejores años de vida, de juventud, fueron los que viví en la DINA. Somos seis hermanos, mi papá clase media, mi mamá dueña de casa, todos estudiantes. Cuando llegué a la DINA fue otro mundo para mí. ¡Ropa!, nos vestían de pie a cabeza cuatro veces al año, una tenida completa, la que nosotros quisiéramos, en las mejores casas de moda del país”.

No obstante, vestir a la moda no aseguraba ni elegancia ni pulcritud estética y mucho prestigio en el poder. Claramente, las mujeres al servicio del régimen poco se asemejaban al perfil más conservador de la derecha tradicional católica que auspició el Golpe y la Junta Militar. En esa gama de vestuario, a como dé lugar se encargó de estar Lucía Hiriart, émula de “la Collares”, quien era la cónyuge del Generalísimo Francisco Franco. Trajes Chanel o Christian Dior, y firmas nacionales como José Cardoch o la diseñadora Laura Rivas, única representante de la casa Nina Ricci, eran cruciales para su día a día.

En este sentido, en el libro “Álvaro Corbalán: El dueño de la noche”, de los periodistas Macarena Chinni, Daniel Campusano, Constanza González Botero y Felipe Robledo, se menciona a Raquel como miembro de la Brigada Rosa, encargada de llevar información al gobierno sobre quienes eran opositores al régimen y que habría sido protegida en su seguridad por el temido agente y criminal Corbalán. Sin embargo, ella niega tal acusación, señalando que eso es falso, que ella era una simple lectora de noticias y sabía lo mismo que los demás en su casa: “Yo veía todo normal en Chile”. Aunque —añade si hoy se le ofreciera leer las noticias, lo pensaría más a raíz de los hechos que se conocen.

 Por eso, la compañera Raquel nos da una lección.

Se dice que es de sabios arrepentirse, y cierto es que cada quien tiene derecho a cambiar de posiciones en su vida. ¿Oportunismo o desarrollo de conciencia moral? Es inescrutable, casi, definir qué motiva el cambio en la visión de las personas. Sobre todo, en política. Y si Argandoña es honesta y frontal, como dice ser, se agradece la sinceridad de sus comentarios en tiempos que resucitan escenas de esa dictadura, oscura y de moral abyecta en quienes gobernaban. Si antes guardó silencio, se valora que hable sobre su sector. La razón: tal vez, nos está demostrando lo que nos dijo hace tantos años… que ella es de la galería, aunque su vestuario no se asemeje a los que están allí. O, incluso, la compañera Raquel hoy sí pueda conmoverse con el testimonio de Paco, el huérfano que triunfó contra la Eugenia cultural, confeccionando vestidos metálicos para mujeres irrefrenablemente bellas y trasgresoras.

Victor Peredo