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Schalper y la gran pomada de “rechazar para reformar”

Por: Francisco Mendez | Publicado: 25.01.2020
Schalper y la gran pomada de “rechazar para reformar” diego | Foto: Agencia Uno
¿Es esta la “juventud” que formó la derecha al alero de este modelo? ¿Es esta esa “renovación” generacional, la que no quiere un debate real y, en cambio, prefiere seguir defendiendo lo que fue impuesto en dictadura y legitimado por la democracia de consensos que no consensuaron nada? Si es así, lo cierto es que Chile Vamos, o como se llame en el futuro, seguirá siendo un lugar lleno de fanáticos a los que la discusión les aterra porque se acostumbraron a ser los dueños de lo que se debía hacer o pensar, ya que no conocen otro mundo que ese en el que crecieron, ese en donde el adversario político era más bien un administrador derrotado de lo que su sector impuso.

Dicen que es la violencia la que no les asegura un proceso constituyente tranquilo y democrático; señalan que la nueva Constitución nacería del saqueo, de la quema de locales y de la amenaza a la democracia. Es decir, buscan una y otra vez pretextos para no cambiar lo que no quieren cambiar independientemente del ambiente que viva Chile. Y lo hacen para no decirnos directamente que no quieren deshacerse de su triunfo ideológico, ese que el 18 de octubre fue derrotado por individualidades que colapsaron.

Personajes como el diputado Diego Schalper de RN afirman que es “vender una pomada” señalar que la nueva Constitución cambiará todo y lo mejorará. Pero lo que no dicen es que cambiar ciertas lógicas sí modificará la manera en que se concibe al ser humano en temas de pensiones o salud, porque no se trata solo de un dinero por acá u otro por allá, sino de cómo le damos certezas a un ciudadano en una sociedad en la que el Estado no puede intervenir en materias de privados, y en donde esos privados pueden hacer el trabajo que debería hacer el Estado.

¿Por qué no quieren que sus ideas entren en un debate en el que se defiendan solas? Si la Constitución no significa tanto como repiten Schalper y tantos otros, ¿por qué entonces no quieren cambiarla? ¿Acaso temen no poder defender sus ideas sin la ayuda de la lógica institucional? Todo pareciera indicar que sí.

Tal vez la peor “pomada” es la que Schalper vende al decir que no viene a vender ninguna. Como un defensor a ultranza de lo que ya está, el parlamentario quiere contarnos que él es el representante de una realidad, cuando realmente no es más que un fanático que no tiene más argumentos que la descalificación de los cambios para que lo evidente no sea tan claro ante los ojos de la ciudadanía.

¿Es esta la “juventud” que formó la derecha al alero de este modelo? ¿Es esta esa “renovación” generacional, la que no quiere un debate real y, en cambio, prefiere seguir defendiendo lo que fue impuesto en dictadura y legitimado por la democracia de consensos que no consensuaron nada? Si es así, lo cierto es que Chile Vamos, o como se llame en el futuro, seguirá siendo un lugar lleno de fanáticos a los que la discusión les aterra porque se acostumbraron a ser los dueños de lo que se debía hacer o pensar, ya que no conocen otro mundo que ese en el que crecieron, ese en donde el adversario político era más bien un administrador derrotado de lo que su sector impuso.

Por esto es que, a diferencia de lo que cree, el diputado Diego Schalper no se las sabe todas ni nada parecido. Es solo uno de esos sujetos que siempre estuvieron del lado del profesor castigador que del alumno castigado; se parece mucho a esos compañeros de colegio que cuestionaban a los que cuestionaban, ponían en duda, y no a los que nunca se preguntaron nada. Si bien su tono pareciera ser el de un joven letrado y lleno de argumentos, lo cierto es que estos no son más que el gran cúmulo de lugares comunes al que hemos llamado “lo real” o “lo posible”. Por lo que tras él no hay raciocinio alguno, sino la sola intención de repetir, incansablemente, aquello a lo que quiere aferrarse, que es la idea de que las intenciones de cambiar algo son solo caprichos, o que “partir desde cero” es algo así como una acción radical de gente que quiere terminar con lo “avanzado”.

Pero lo cierto es que no. Aunque se crea lo contrario, partir desde una hoja en blanco para sentarnos a discutir no tiene nada de radical, ya que lo extremo sería perpetuar lo que ya está. Y reformar lo existente es claramente el acto de fanatismo más grande de todos; el fanatismo de quienes se compraron ese cuento de que rechazar el cambio nos podría llevar a solucionar algo.

Francisco Mendez