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Opinión

Uribe y el fantasme del orden

Por: Rodrigo Karmy Bolton | Publicado: 25.01.2020
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Uribe mostró el carácter estructural en el que se juega el abuso de poder, tal como la sublevación acontecida en Chile desde el 18 de Octubre ha puesto de relieve. En otros términos, debemos a Uribe entender, entre tantas otras cosas, que esta Constitución que fue capaz de domesticar incluso a los políticos supuestamente más rebeldes de los años 60 y 70 en la forma de la ex Concertación de Partidos por la Democracia, no fue jamás una Constitución, sino una agencia representante del capital financiero emancipado como ideología neoliberal a nivel global.

En uno de sus ensayos, el recientemente fallecido Armando Uribe Arce sostenía que si había algo clave en Pinochet era que «odiaba la poesía». Para Uribe –autodeclarado “pinochetólogo”- se trata de pensar a Pinochet no como una simple militar oportunista, sino como un fantasme –una representación traumática- que se define por devenir una “violencia que quiere ser legítima”.  No es sólo violencia, ni tampoco nada más que legitimidad. Se trata de Pinochet como una violencia que excede la legitimidad, pero de la que ésta última pende. En otros términos, toda la legitimidad del orden depende de un reducto que no pertenece enteramente he dicho orden, pero que le vertebra enteramente. En este marco, si Pinochet no es simplemente el nombre de una persona, sino de un mecanismo de violencia mítica ejercido por la dictadura de clase en la que vivimos, digamos que el propio Uribe caracterizará el país gobernado por esa clase. Una clase propiamente “pinochetista” que, con la violencia militar ejercida por el capital financiero y su “ideología neoliberal” que, según Uribe es una de las más masivas y eficaces de la historia a nivel global, terminó por devorar al país transformándolo en un verdadero campo de concentración:

«44/ Este es un campo de concentración
al revés: los de afuera son los presos
y los hambrientos y los maltratados
los de afuera los muertos.
En cuanto a los de adentro muy bien gracias;
hacen fiestas nocturnas acostados
de a dos de a tres de a cuatro
no por falta de espacio
en divanes sinuosos de seda con espesos
edredones de plumas de cisne con tracción
de atrás para adelante y vuelan de aquí hasta
(hacia.»

La importancia de Uribe no reside sólo en la supuesta “polémica” con la que los medios de comunicación “pinochetista” lo presentaban, sino en la potencia de una “crítica” que era capaz de desnaturalizar el orden en que vivíamos. Según Henri Meschonnic la polémica mantiene intacto el orden al que parece oponerse porque pertenece al campo de la retórica. Pero por eso, abastece a los poderes de turno. En cambio, la crítica desnaturaliza el orden en que vivimos y asume una potencia ética y política que abre al presente hacia otros posibles. El trabajo de Uribe no fue jamás “polémico” sino “crítico”, mostrando la raíz misma de lo que el Chile actual sintomatiza: el fantasme de una violencia que quiso ser legítima cristalizándose en la Constitución de 1980 actualmente vigente. Más aún: mantuvo intacta la vocación de toda apuesta por el pensamiento: la desobediencia, el plantear su crítica a contrapelo del presente. Justamente, por esa razón, la importancia de Uribe fue haber mostrado lo que tanto “intelectual del orden” jamás pudo ni podrá hacer: el núcleo fantasmático de nuestra Constitución, el plus de violencia que ella desata hasta nuestros días.

En este sentido, Uribe mostró el carácter estructural en el que se juega el abuso de poder, tal como la sublevación acontecida en Chile desde el 18 de Octubre ha puesto de relieve. En otros términos, debemos a Uribe entender, entre tantas otras cosas, que esta Constitución que fue capaz de domesticar incluso a los políticos supuestamente más rebeldes de los años 60 y 70 en la forma de la ex Concertación de Partidos por la Democracia, no fue jamás una Constitución, sino una agencia representante del capital financiero emancipado como ideología neoliberal a nivel global. Que los Uribes se multipliquen y que el país reducido a un campo de concentración por la Constitución prevalente termine. Después de todo, el odio y la rabia (tal como lo ha hecho el pueblo chileno en los últimos meses) devienen pasiones autorizadas cuando lo que está en juego es la ética –dictó el poeta.

Rodrigo Karmy Bolton