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Alejandro Moreno, trabajador y manifestante: «Carabineros me disparó 46 perdigones en la cabeza»

Por: Diego Alonso Bravo C. | Publicado: 31.01.2020
Alejandro Moreno, trabajador y manifestante: «Carabineros me disparó 46 perdigones en la cabeza» Imagen referencial. | Fuente: Agencia Uno (archivo).
Tres meses después del estallido, y luego de varias intervenciones médicas y sesiones de acompañamiento psicológico, Nicolás Alejandro Moreno Sandoval, mecánico de Suzuki, cuenta cuando recibió en un impacto y a menos de 10 metros, los proyectiles de plomo y no de goma. Hoy en día existe una investigación en curso para determinar quién tenía la escopeta ese día de octubre.

«Fue por lo de las manifestaciones que en la empresa nos dejaron irnos para la casa, como a las cinco. Antes de irme, vi el movimiento que había y sentí que era la lucha justa a favor del pueblo. Así que tomé a un colega, Hans, y llegamos donde estaban todos juntos, allí al sector de Carrusel, frente al hospital regional de Temuco. Fue el 21 de octubre que un carabinero me apuntó en la cabeza y disparó.

Estaba en la primera línea, sí, pero no soy dirigente. Salí de trabajar y me fui a protestar. Me tocó nomás, nada que hacer. La distancia fue como entre siete u ocho metros, no sé cuánto medirá una calle de una vereda a otra, pero fue como por ahí. Alcancé a darme cuenta, giré la cabeza al lado izquierdo, como para evitar los proyectiles, pensando que eran balines de goma y resultó que eran perdigones. En total, me llegaron 46 perdigones en la cabeza. 47 en verdad, con uno que me llegó en el hombro izquierdo.

Recibí el escopetazo y me apagué, no supe nada. Se me apagó la tele. Después desperté en el hospital. Me pusieron electroshock, porque se me detuvo el corazón. Fue pérdida de sangre, me dijeron. Me estabilizaron con morfina. Eran como las tres de la mañana cuando pasó eso y me habían disparado como a las siete u ocho.

Cuando me estabilicé, me di cuenta que había perdido un ojo. Me entraron tres perdigones al derecho, se reventó completamente. Y tuve tres en la parte craneal, en la derecha, debajo de la oreja, entre la mandíbula y la oreja. Un comisario de la PDI me explicó que un perdigón recién a los 12 metros empezaba a expandirse. Me enteré ese mismo día que tenía los 40 y tanto. Cuando me hicieron un scanner para chequear el ojo, vieron que no pudieron por el exceso de metal. Entonces intentaron hacerme una resonancia magnética y no pudieron por lo mismo. Ahí se dieron cuenta que era plomo y no los balines de goma.

Actualmente tengo 12 perdigones. Pudieron sacarme algunos solamente. Me quedan seis en la cabeza, que quedaron en arterias que llevan mucha sangre; me quedó uno en el pómulo y que no quisieron sacarme para evitar fisura ósea; y los que te comenté. Cada tres meses tengo que estar haciéndome exámenes de plomo en la sangre. El doctor me dijo que el mismo plomo liberaba un ácido, pero no sé muy bien qué. Si me aumenta el nivel del plomo, me dijo el doctor, voy a tener que dializarme, hacerme transfusión de sangre como para que el organismo bote todo.

Estuve 14 días hospitalizado, tres de esos con morfina y después con unas gotitas para echarme en el ojo que servían para que se me fueran cicatrizando las heridas. Pasé una semana con mis papás, después volví y salí de nuevo a las manifestaciones, de forma pacífica sí. Andaba atrás, no en la primera línea. Cuidándome. Además, estoy con psicólogo. Me dijo que tengo que pasar un proceso de duelo todavía, que es como cuando de repente me bajoneo, y que se entiende porque me mutilaron el ojo. De repente hay días que amanezco así. Soy papá soltero, tengo 25 años, mi hijo no tiene a su mamá. Tengo que ser fuerte.

Apenas me dispararon llegaron los de derechos humanos. La abogada me explicó que preso no iba a quedar ese que disparó, porque los que manejan escopetas llevan más de 20 años de servicio. Tampoco es que los puedan dejar sin su sueldo o que los den de baja sin nada. Yo solo quiero saber quién fue. Es injusto que haya esa impunidad, saber que ni siquiera se va a ir preso. Por último, un arresto domiliciario, pero nada. Eso igual me achaca, me da ganas de tomar la justicia por mis propias manos, pero no se puede. Pienso que las órdenes (de disparar) obviamente siguen una jerarquía.

Han pasado casi cuatro meses desde que me dispararon y voy a seguir protestando cuando sea necesario. Tal vez no muchas marchas ni tanto en las calles, pero igual se puede protestar. Eso si tengo en mi cabeza».

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