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8M, hacia un poder constituyente feminista

Por: Daniela López | Publicado: 05.03.2020
8M, hacia un poder constituyente feminista | Foto: Agencia Uno
La posibilidad que nosotras rompamos con ese pacto sexual y que efectivamente abramos un proceso de transformaciones se juega ahora, y en ese “ahora” entra en debate la posibilidad de tener un poder constituyente feminista, dispuesto a pelear no solo la conformación paritaria sino el contenido constituyente.

La historia de luchas por más y mejores derechos para las mujeres nos ha demostrado que cuando el problema es estructural, no basta con votar por un gobierno que declare cambios profundos en la calidad de vida de las mujeres. Porque antes de saber cuál será la fuerza política que va a liderar un futuro gobierno, previo incluso a que votemos por una nueva Presidenta o Presidente; el paso fundamental es luchar por otro orden social.

En esta lucha, el feminismo debe estar presente y debe des-ordenarlo todo. Sin temor de incomodar, de ser las incorrectas, al fin y al cabo durante toda la historia se han utilizado estos calificativos, como dispositivos de control al quehacer feminista. El punto es que donde ellos ven adjetivos negativos, nosotras vemos atributos fundamentales para una fuerza que quiere transformarlo todo.

Es incorrecto; como lo hemos visto a raíz de las amarras constitucionales, poner “la carreta antes que los bueyes”. Es por ello que antes de pensar en quien va a administrar el nuevo pacto social y sexual -que se traducirá el día de mañana en nuevas políticas públicas para las mujeres- debemos disputar desde el feminismo esta refundación social.

Si hacemos un poco de historia, las diversas fuerzas políticas han gobernado con un pacto sexual tradicional. Por lo mismo, el poder feminista transformador ha fracasado en los gobiernos latinoamericanos porque hay algo transversal que no se dice y que se da por hecho, porque se entiende como un orden natural, y es una posición conservadora de todas las fuerzas políticas. Entonces, en este punto daba lo mismo que fuera Bachelet, Kirchner, Lula u otro… porque las diferencias radicaban en la redistribución de las riquezas, en derechos sociales o mayor subsidio a los sectores populares, pero nunca hubo un cuestionamiento en código feminista que partiera rompiendo el pacto sexual. Es decir, el lugar que ocupa la mujer en la economía, en el modelo de desarrollo.

Por tanto, las fuerzas políticas de diverso cuño político han demostrado que en la estructura económica el lugar de la mujer en el trabajo remunerado, en la casa, en la familia, en la división sexual del trabajo, en la feminización de la pobreza; no se toca.

La posibilidad que nosotras rompamos con ese pacto sexual y que efectivamente abramos un proceso de transformaciones se juega ahora, y en ese “ahora” entra en debate la posibilidad de tener un poder constituyente feminista, dispuesto a pelear no solo la conformación paritaria sino el contenido constituyente.

Poder soñar con políticas públicas que dejen de ser subsidiadas por el trabajo no remunerado de las mujeres frente al cuidado de niños/as, ancianos/as, personas enfermas o dependientes.

Dejar de pensar que las mujeres son el segundo sueldo de una familia nuclear típica, donde hay un hombre que provee los recursos económicos en ese hogar.

Las únicas que podemos hacer el cambio somos las feministas, y por eso es fundamental el 26 de abril como hito prioritario en nuestra estrategia refundacional para repensar el Estado, la ciudadanía de las mujeres y el sujeto político-histórico que serán las mujeres en el nuevo ordenamiento constitucional.

Daniela López