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Opinión

El canto de los cisnes

Por: Roberto Rivera Vicencio | Publicado: 05.03.2020
El canto de los cisnes |
“Chile, -enfatiza y diagnostica la carta- se enfrenta a una crisis que afecta la convivencia democrática y afecta también los derechos y la seguridad del pueblo…” Válame Dios amo diría Sancho, qué crisis es esta y cuál es su motivo. Sin embargo, de ello nada, ni una letra; ergo, ¿de qué estamos hablando entonces?

Días atrás, un numeroso grupo de personajes y celebridades políticas, acompañados de algunas personalidades de la academia y la cultura, sorprendidos probablemente, dieron a conocer una carta “intitulada” “Es tiempo de un urgente Acuerdo Nacional”.

“Chile, -enfatiza y diagnostica la carta- se enfrenta a una crisis que afecta la convivencia democrática y afecta también los derechos y la seguridad del pueblo…” Válame Dios amo diría Sancho, qué crisis es esta y cuál es su motivo. Sin embargo, de ello nada, ni una letra; ergo, ¿de qué estamos hablando entonces?

En resumen, un interesante salto en el aire que escamotea todo motivo y causa, y cuyo fin último sería desautorizar, implícitamente, al movimiento social. Retórica descalificadora por omisión al mejor estilo de la derecha más conservadora. “Habrá quienes se resten o se opongan a un Acuerdo Nacional, -resaltado con mayúsculas prosiguen los cisnes – movidos por la estrategia de la confrontación y de la polarización” curiosa expresión, que se vale del mismo eufemismo con que históricamente se ha desprestigiado a todo movimiento social; un “habrá quienes”, de un quienes difuso, de tipo del que le venga el sayo que se lo ponga, y del cual la dictadura hizo gala. Y de paso, de buen paso coqueteado que a nadie escapa, hace un descarado guiño a la estrategia gubernamental de caracterizar el proceso en curso como “orden versus violencia”, obviando todas las demandas y reivindicaciones del movimiento social, y haciéndose parte, como en los pasados treinta años, de la misma impresentable estrategia a la que recurre hoy el Ejecutivo: “Que nada (o todo según sea) cambie para que todo siga igual”, porque a la fecha y después de meses de movilizaciones nada se ha conseguido.

Ya hay demasiado odio y desconfianza, es hora de ponerles fin y evitar un lacerante enfrentamiento”, reza la misiva; tal cual, impúdicos y sin sonrojarse siquiera, cuestión en la cual tienen experiencia. Un llamado directo aunque sin la soberbia de antaño, a proseguir majaderamente como en la historia reciente, precisamente su misma obra; treinta años de cesión sin límites de nuestras riquezas básicas, de exacerbación de las políticas neoliberales, de abusos, de exclusión, de corrupción generalizada que desembocó en este estallido. Impúdicos, pero humildes a la hora de llamar al arte de encontrar puntos de entendimiento en pro del bien superior de Chile y de su pueblo…, y la contraparte, consultamos de ingenuos, participa también de este arte, o es un arte que se practica (o exige) de un solo lado. Y humildemente también preguntamos, ¿Cuál sería este bien superior de Chile y de su pueblo? Una buena incógnita considerando que, de la escurridiza mano del Gobierno, no ha surgido ni una mínima mejora para este pueblo. Nada, reformas irrisorias, que más suenan a engañapichangas y burlas. Y aquí viene el guindón de la torta como los escrúpulos del padre gargajo, “ya hay demasiado odio y desconfianza…” Válame Dios nuevamente, es decir, si ya hay, es que venía, la carta implícitamente lo afirma, venía de antes y se acumuló, después de treinta años, cómo no, estalló la olla a presión a la cual sometieron el bien superior de Chile y de su pueblo.

Y debemos ponerle fin, sin duda, con una nueva Constitución democrática y representativa de todos, muy ajena a la retórica tramposa de esta carta. Sobre la propuesta de los próceres luego de esta introducción, se confirma esa debilidad tan propia que les conocemos por la retórica altisonante e intrascendente: 1.- Programa social relevante y sostenible 2.- Paz social y orden público 3.- Recuperación y crecimiento de la economía. Pero bueno, ya Aristóteles en su “Histora de los animales” daba cuenta que los cisnes cantaban y sobre todo en la proximidad de su muerte. Así este fin teatral y de apariencia dramática surcó los tiempos y celebridades.1, como esta actuación justo antes de la muerte inminente o del retiro obligado.

Así la poza concertacionista original, adonde algunos patos chapoteaban felices se fue ampliando a través de la inyección sin control de capitales, colaboraciones electorales y otros estímulos, con crecimiento de pocos, muy pocos, y jibarización de muchos, o de casi todos, hasta alcanzar las dimensiones de una buena laguna neoliberal en pleno contubernio con los dueños del agua y de la hacienda, allí gordos cisnes se veían pavoneándose en los juncales y pasarelas, dictaban leyes y deberes, sin escrúpulos se distribuían diputaciones, cargos y representaciones a costa de todos y sin convidar a nadie, de buen ánimo compartieron el centro mediático inamovible del poder y de la prensa por una larga temporada, demasiado larga, treinta años. Verdaderas cátedras de malabarismo y acrobacia social, quiromancia y cartomancia que terminó en el más sonado y contundente fracaso y desprestigio junto con la omnívora dictadura Neoliberal y el definitivo fin de la transición.

En fin, convengamos, que la carta entre otras debilidades, peca de falta de substancia como para cisnes tan gordos, casi penoso verlos asomar subrepticios la cabeza arrinconados por la evidencia y la historia, la implacable historia, perpetrando una carta con un llamado a un Acuerdo Nacional, que claramente suena a despedida y canto final; una muerte sin pena ni gloria, cuando ya es un hecho la expulsión de la paradisiaca laguna que los albergó. Su destino como laguna, seguro será otro, sin duda al servicio de todos, sin exclusión.

Roberto Rivera Vicencio