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¿Cómo evitar que el Fascismo impregne el Feminismo?

Por: Sandra Villanueva | Publicado: 06.03.2020
¿Cómo evitar que el Fascismo impregne el Feminismo? feminismo |
Partiendo porque es un hecho que las cosas no han funcionado para la gran mayoría del planeta. Las razas, las clases, los géneros, los sexos han sido imposiciones culturales que han inferiorizado históricamente, al 90 % del mundo. Si fuésemos capaces de internalizar aquello, entenderíamos que, en gran medida, todas/os somos negras, lesbianas, pobres e indígenas y dejaríamos múltiples formas de discriminación entre nosotras/os.

Tener consciencia ecológica sobre la actual destrucción del medioambiente ¿es un deber?

Tener consciencia de clase y de los privilegios que se ostentan ¿es un deber?

Reconocer la violencia hacia las mujeres y hacer algo para cambiarlo ¿es un deber?

Tengo plena claridad que mi respuesta a estas preguntas son contradictorias, en tanto, reconozco que sí soy feminista, por lo que veo y cuestiono al mundo desde ese lugar. No obstante, también creo que el “deber” no puede ser parte de la reflexión y el pensamiento (Cassigoli, 2020). No podemos imponer una forma de ser/estar a todo el orbe, sin considerar las especificidades, subjetividades y características culturales de cada territorio y ser humano diverso.

Desde este punto de vista, podría estar de acuerdo con que NO es una obligación de ninguna/a persona ser feminista. Sin embargo, estoy convencida que hoy más que nunca, estamos en un punto de inflexión que determinará el mundo que quedará por vivir. Nosotras/os estamos escribiendo la historia desde un lugar que marcará la deconstrucción del futuro y por lo mismo, creo que es el feminismo antirracista y decolonial la práctica discursiva, que de mejor forma equilibra la reflexión en torno a las dinámicas opresivas actuales.

Partiendo porque es un hecho que las cosas no han funcionado para la gran mayoría del planeta. Las razas, las clases, los géneros, los sexos han sido imposiciones culturales que han inferiorizado históricamente, al 90 % del mundo. Si fuésemos capaces de internalizar aquello, entenderíamos que, en gran medida, todas/os somos negras, lesbianas, pobres e indígenas y dejaríamos múltiples formas de discriminación entre nosotras/os.

Lamentablemente, somos un tanto prisioneras/os de nuestras experiencias y entiendo que muchas/os hablen desde la real posibilidad de rodearse de hombres que experimentan el mundo desde otra manera de ser y no desde el machismo que domina a la mayoría. Razón que resulta suficiente argumentación para distanciarse del feminismo y parecerles una idiotez el plantear protestas de carácter separatistas, como es el caso de México.

En contraposición, es una realidad que más de 3500 mujeres fueron asesinadas por razones de género en América Latina durante el 2018 (fuente CEPAL). 4,4 millones más de mujeres viven en la extrema pobreza, en comparación a los hombres (fuente ONU mujeres). Sumado a que se estima que alrededor del 35% de las mujeres del mundo, han sufrido (sufrirán) violencia física y/o sexual de parte de sus parejas (fuente ONU mujeres) y que, por tanto, desde que nacemos, nos miran y construyen como sujetas susceptibles de inferioridad.

En este contexto, creo que uno de los grandes desafíos que está en juego dentro del propio discurso feminista, es el poder.  Porque sin duda, hay mujeres que ejercen un poder de clase, de raza y de sexo, siendo entendible que no se reconozcan como parte de un macro-grupo que establece como pilares fundamentales de la protesta conceptos que no las representan en absoluto, como: violencia, violación, negación, desprecio, etc. Porque, probablemente, ellas nunca se han sentido realmente discriminada. De algún modo, el rechazo de ciertas mujeres hacia el feminismo devela una especie de rebeldía ante la saturación del discurso feminista en todos los ámbitos, desde los cuales no se quiere ser ni formar parte.  Ahora, ¿cómo integrar estas realidades en un proyecto común, incluyendo a niñas/os mujeres y hombres? (o como sea que queramos nombrarnos entre todas/os/es).

La respuesta la desconozco, pero sí sé que es necesario construirla, ya que perspectivas disidentes de mujeres hacia el feminismo son justamente una contribución para cuestionar y estar alerta a que las contra-hegemonías, no se vuelvan prácticas fascistas de imposición política y epistemológica.

En este sentido, mi reflexión aún en construcción es: el feminismo no tiene todas las respuestas y por ende es primordial radicalizar la democracia (Mouffe, 2020) y democratizar el conocimiento para dar pie a una real pluralidad y diversidad de identidades que reconozcan la legitimidad del conflicto.

Sandra Villanueva