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Opinión

Coronavirus a la chilena: entre la soberbia de Mañalich y la lentitud del gobierno

Por: Richard Sandoval | Publicado: 16.03.2020
En tres días hemos pasado de suspensión de eventos de 500 personas, a 200 personas, y a 50 personas, pero ¿qué pasa entonces con los centros comerciales, los cines, las fábricas? ¿Hay voluntad de controlar aquello? ¿Por qué no mandamos para la casa a todos los trabajadores de Ripley, McDonald, Falabella, estamos esperando que se contagien? ¿A quién estamos cuidando, a sus propietarios o a la población trabajadora?
Parece que todos actuaran antes que el gobierno de Chile. Municipios comienzan a declarar estados de emergencia, la ANFP suspende el campeonato de fútbol, el alcalde Jadue comienza trámites para importar el medicamento cubano que está usando China, mientras senadores exigen que entremos todos en cuarentena. La imagen es innegable: el gobierno se ha comportado errático, lento, dubitativo. Teníamos el ejemplo de la pésima reacción de Italia y España – que se tomaron a la ligera el comienzo de la epidemia–y los buenos ejemplos de Corea de Sur y China -extremos en sus medidas, logrando detener con fuerza la expansion, en sus diferentes contextos-. Era cuestión de días para que en Chile el virus estuviera en todos lados. Y ya está. Hoy cualquier persona en la calle puede tener el virus y no saberlo. Y el país ya quedó off side en el control, con todos los malls y centros cívicos funcionando, a día lunes 16 de marzo.
Hoy tenemos 155 casos, el doble de ayer, y dos personas con respirador mecánico. Chile es lejos el país más afectado de Latinoamérica -en relación a cantidad de habitantes-, pero… hace una semana estábamos con la medida de seguridad, en el aeropuerto, de la firma de una declaración como garantía de sanidad de alguien que ingresaba al país. Hoy recién estamos discutiendo la gratuidad universal para la realización del examen. Y seguimos confiando en que alguien que se envía a su casa en cuarentena lo cumplirá por su pura voluntad. El sábado, el ministro de Salud Jaime Mañalich interpelaba, casi ridiculizando, a quienes desde frentes expertos exigían que se suspenderán las clases a todo nivel. «¿Realmente se cree que cerrar los centros de educación que dan comida, protección, seguridad a la mayoría de los niños y enviarlos solos  sus hogares es una medida razonable?», decía la autoridad.
En tres días hemos pasado de suspensión de eventos de 500 personas, a 200 personas, y a 50 personas, pero ¿qué pasa entonces con los centros comerciales, los cines, las fábricas? ¿Hay voluntad de controlar aquello? ¿Por qué no mandamos para la casa a todos los trabajadores de Ripley, McDonald, Falabella, estamos esperando que se contagien? ¿A quién estamos cuidando, a sus propietarios o a la población trabajadora? 
A dos semanas del primer caso confirmado, Italia tenía 20 casos – según La Tercera-, Chile tenía 75, y un día después, el doble ¿Qué es lo único que ha logrado hacer frente a la hecatombe en Europa? La cuarentena rígida y total, pero en Chile nos conformamos con dejar a los niños en la casa. Pero ¿qué seguridad hay para los niños si a la noche los padres llegan de sus empleos luego de compartir con cientos de personas en el Metro, la micro y el mall? Seguimos lentos, esperando la espantosa cifra de contagiados a la mañana siguiente.
Panamá, con 55 casos, anuncia hoy el cierre de centros de diversión nocturna, bares, discotecas, así como parques infantiles, además de todos los establecimientos comerciales, con excepción de farmacias y supermercados. Chile con 155 casos aún no lo hace. Estamos en riesgo.
Por otro lado, se ha convertido en un caos el adelanto de la vacuna por la Influenza, con aglomeraciones importantes en centros de salud de comunas populares, al primer día hábil de un anuncio estrepitoso, sin orden adecuado en su ejecución, con alta exposición al contacto a la población más sensible ante el virus.
Estamos frente a una emergencia de salud pública que puede llegar a provocar un colapso grave, con alta cifra de muertos. Sabemos que nuestro sistema de salud es insuficiente, no es el mejor del mundo como dijo el cuestionado y soberbio Mañalich. Tenemos la mitad de camas críticas que el promedio de los países de la Ocde, que en Europa no han dado abasto. La media de la OCDE es de 4,9 camas por mil habitantes, en los países más desarrollados es 6 y en Chile hay 2, según una publicación de El Mostrador.
La salud pública chilena no nos alcanzará a proteger. Por eso es fundamental la acción individual, la planificación familiar y la solidaridad comunitaria. El Gobierno no ha estado a la altura. No cierra lo que debe cerrar. No suspende la actividad económica, el trabajo de todos los chilenos y chilenas. Ante ello, la higiene, el cuidado, y las precauciones extremas son una clave para el resguardo de todos, pero más aún de los adultos mayores y la población de riesgo. Ante la ineptitud del gobierno, debemos cuidarnos entre nosotros
Richard Sandoval