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Mañalich, no quiero que mi vida ni la de mi abuela siga dependiendo de ti

Por: Richard Sandoval | Publicado: 20.03.2020
Mañalich, no quiero que mi vida ni la de mi abuela siga dependiendo de ti | Foto: Agencia Uno
No quiero que mi vida ni la de mi familia dependa de la falsa tranquilidad que expresas al pueblo de Chile, porque es esa calma la que permite que tanta gente irresponsable siga haciendo su vida como si nada estuviera pasando, repartiendo el virus, reproduciéndose la fiebre, mientras esperamos tu nueva conferencia de prensa, tibia, insuficiente, corta. Para que luego tome el micrófono un Piñera aún más atrasado. Es esa calma la que permite que un tipo en cuarentena salga de noche a tomar unos tragos para luego terminar chocando en estado de ebriedad. Es la calma de ni siquiera haber decretado toque de queda que acorte la posibilidad de viaje del virus por la madrugada.

No quiero que mi vida siga dependiendo de ti, Jaime Mañalich. Me irrita, no tolero escuchar tu voz pausada y ver tu rostro calmo y soberbio asegurando con tanta ligereza que llegaremos en algún momento a miles de muertos en Chile, sin tomar las medidas severas como Gobierno, a tiempo, que esa alerta requiere; asegurando que nuestros contagiados avanzan según tus matemáticas, mientras en las calles de las ciudades chilenas las personas se siguen acumulando, para dar sentido a tu curva mortífera. No quiero depender de tus medidas absurdas, confusas y a medias tintas, de tu explicación histórica de una cuarentena, como un profesor retando a sus alumnos más atrasados; no quiero depender de tu decir que ya no podremos ir al cine ni a los restaurantes, pero sí movernos en el Metro para ir a trabajar a empleos que no son de primera necesidad. No quiero depender de tus medidas siempre atrasadas, mientras continúan las denuncias de incumplimientos de protocolos en centros de salud, atrasos en diagnósticos, alertas por los cobros de cincuenta, sesenta mil por la realización del examen en recintos de salud privados, donde si no tienes plata no te dicen si estás o no infectado. Pero claro, lo importante para ti es que nos quede claro el origen etimológico de una cuarentena, como si fuéramos imbéciles.

No quiero que la vida de mi madre, de mi abuela, dependa del poder que tú manejas, de las decisiones lentas y confusas, erráticas que todos vemos vas tomando, junto a tu amigo Sebastián Piñera, el Presidente que tras tus indicaciones y consejos -como la autoridad nacional de Salud- toma la última palabra. Chile amanece el viernes con el peor índice latinoamericano de infectados, y hasta hoy permitía que los restaurantes estuvieran abiertos por libre decisión. Camino el jueves por calle San Pablo y las filas se reproducen en las distribuidoras de productos de limpieza, todavía. Nadie los cierra. Señoras con guaguas de meses, en brazos, atrapadas entre otras personas a centímetros de distancia. Mientras, en Argentina -con menos de la mitad de casos y más del doble de población- decretan cuarentena general “para proteger a la población”; mientras en Perú hace dos días rige la “inmovilización obligatoria” que castiga severamente a quien sale a exponer al resto a la calle. Y nosotros con tantos adultos mayores en las calles, llegando a bancos con la idea de cobrar sueldos y pensiones, con obreros de la construcción que, como no trabajan en un cine o restaurant, siguen exponiéndose en las esquinas construyendo veredas y esperando que alguien pase, alguien que quizás no tenga síntomas, alguien que quizás tosa y lo deje ahí, al amparo de lo que pueda hacer su plan de Fonasa, si es que cotiza. Con obreros que luego tomarán un taxi colectivo que te encierra en un asiento trasero con otras dos personas que pueden ser infectados asintomáticos. Eso lo permites tú, Mañalich; tú, Piñera.

No quiero que mi vida ni la de mi familia dependa de la falsa tranquilidad que expresas al pueblo de Chile, porque es esa calma la que permite que tanta gente irresponsable siga haciendo su vida como si nada estuviera pasando, repartiendo el virus, reproduciéndose la fiebre, mientras esperamos tu nueva conferencia de prensa, tibia, insuficiente, corta. Para que luego tome el micrófono un Piñera aún más atrasado. Es esa calma la que permite que un tipo en cuarentena salga de noche a tomar unos tragos para luego terminar chocando en estado de ebriedad. Es la calma de ni siquiera haber decretado toque de queda que acorte la posibilidad de viaje del virus por la madrugada.

No quiero que mi vida ni la de mi familia dependa de Mañalich, cuyas decisiones como encargado interministerial y responsable médico del gobierno, permiten que mi madre y los niños se queden en casa, pero que los trabajadores sigamos saliendo a la calle para regresar de noche sin saber si traemos el virus impregnado en las manos o el interior del cuerpo. No quiero que mi vida dependa de alguien que dice “todos podemos vencer al coronavirus”, que estas cuestiones de las pandemias son vainas milenarias, pero que luego informa que los alumnos de un colegio en cuarentena están en las plazas jugando con otros niños en el barrio alto. ¿Dónde está su poder? ¿Dónde está el cuidado con los trabajadores que se encuentran con esos niños en el barrio alto? ¡Usted y sus decisiones, tomadas en conjunto con el Presidente, permiten esa irresponsabilidad! ¡Todos los especialistas, todo el colegio médico, viene pidiendo cuarentena total desde el lunes!

El doctor Humberto Soriano, presidente de la asociación médica para la prevención, ve la curva de contagios en televisión y asegura que vamos igual que Italia y España, con cientos de muertos a la vuelta de la esquina. Todos nos dicen cuarentena general, porque vamos muy mal, y el señor Mañalich, de quien dependemos como jefe de nuestra Salud, nos sigue dando calma falsa, a la mañana del día viernes. Toda acción, la cuarentena que seguro tendrá que venir, ya llegó tarde. El virus está afuera de mi casa. Y Mañalich con Piñera, con su tardía cuarentena que aún no llega, ayudaron a que el virus caminara hasta acá.

Richard Sandoval