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Coronavirus y cuarentena: la excusa perfecta para que un agresor haga y deshaga

Por: Anita Martínez | Publicado: 28.03.2020
Coronavirus y cuarentena: la excusa perfecta para que un agresor haga y deshaga Marcha feminista contra la violencia machista | Foto: Agencia Uno
Una cuarentena obligatoria, un toque de queda extenso, pueden transformarse en la excusa perfecta para que un agresor haga y deshaga. Sin redes de cuidado, de apoyo o contención, sin órganos vigilantes respecto de lo que ocurre dentro de los hogares, no habrá respuesta oportuna, porque la única urgencia de este gobierno pareciera ser la ejecución de su improvisado plan para atacar al virus y todo lo demás ha quedado en tierra de nadie”.

Las cifras hablan por sí mismas. El hogar, ese espacio íntimo y de confianza, suele volverse un peligro para un importante número de mujeres, porque es precisamente allí donde tiene lugar la mayor parte de los abusos y agresiones. Así fue en tiempos de normalidad en Chile. Un 38% de mujeres reportó haber sufrido violencia en contextos de familia y pareja, según la Tercera Encuesta Nacional de violencia intrafamiliar contra la mujer y delitos sexuales de la Subsecretaría de Prevención del Delito (2017). Vale entonces preguntarse, ante un gobierno que históricamente ha sido incapaz de defender los derechos de las mujeres, si ¿será la cuarentena un motivo para que aumente aún más ese peligro? Y de ser así, ¿estará este gobierno capacitado y dispuesto a evitar este riesgo como una prioridad?

Bajo un escenario de crisis sanitaria mundial por Coronavirus, el confinamiento es la principal recomendación y obligación para toda la comunidad. Esto implica un cambio radical en la dinámica y cotidianidad de nuestras vidas, intensificando la convivencia diaria en espacios muchas veces reducidos, lo que propiciará tarde o temprano tensiones y estrés, volviéndose la cuarentena un detonante para que se desate la violencia.

Lo cierto es que esta emergencia sanitaria ha puesto en jaque al modelo neoliberal, revelando sus déficits y la mercantilización de nuestras vidas. Nos evidencia, una vez más, cómo hemos consolidado estructuras de dominación, y precarizado la vida de las mujeres, generando una dependencia y subordinación que las vuelve víctimas perfectas para el abuso y agresión de quien, por los mismos estereotipos de género, suele proveer y por ende se siente dueño de sus cuerpos y vidas.

Este modelo también resquebraja nuestra idea de comunidad, fomenta la competencia y nos niega incluso el tiempo necesario para organizarnos y generar redes de ayuda y colaboración, hoy fundamentales para enfrentar no solo al Coronavirus, sino que también a la violencia de género.

Las mujeres que ya han sido víctimas de prácticas de control o de violencia de género, no verán escapatoria. Una cuarentena obligatoria, un toque de queda extenso, pueden transformarse en la excusa perfecta para que un agresor haga y deshaga. Sin redes de cuidado, de apoyo o contención, sin órganos vigilantes respecto de lo que ocurre dentro de los hogares, no habrá respuesta oportuna, porque la única urgencia de este gobierno pareciera ser la ejecución de su improvisado plan para atacar al virus y todo lo demás ha quedado en tierra de nadie.

Hasta la fecha, ningún gobierno se ha tomado en serio la propuesta de aplicar un plan curricular de educación no sexista que prevenga la violencia de género, por lo que a esta crisis llegamos con hombres y mujeres formados en una cultura e institucionalidad completamente machista. En este momento sólo queda insistir en medidas que procuren disminuir el estrés, la ansiedad y controle los impulsos violentos, que probablemente se descargarán sobre las mujeres a medida que avance el período de cuarentena.

Porque ante un gobierno y un Ministerio de la Mujer y Equidad de Género (SernamEG) cada vez más ausente, con precedentes de inacción de gran envergadura como lo fueron los casos de violencia política sexual durante el estallido social; sumado a la crisis de legitimidad que enfrenta la nueva ministra subrogante, urge presionar para obtener respuestas institucionales que refuercen, por ejemplo, las fono-denuncias, el presupuesto de las unidades de género del SernamEG y las residencias que acogen a mujeres víctimas de violencia de género, entre otras. Pero sobre todo, es imprescindible también contar con una respuesta comunitaria que involucre a toda la ciudadanía, la que debe mostrarse alerta y proactiva frente a agresiones que actúan silenciosamente y que atacarán principalmente a los sectores más oprimidos, y que -en este caso- podría costar la vida de las mujeres.

Anita Martínez