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La hora del dragón

Por: Cristián Zúñiga | Publicado: 28.03.2020
La hora del dragón |
Las ventajas del sistema asiático, en comparación con el gringo o europeo, no tienen que ver con eficacia en tratamientos para infectados ni menos con el descubrimiento de una vacuna anti coronavirus. La ventaja parece radicar en el sistema político y cultural de estos países, de corte autoritario y donde las máximas del liberalismo o de los grandes emblemas de “mayo del 68”, nunca lograron recalar y sucumbieron al pragmatismo de un continente orientado por la cultura del gran dragón Chino.

Esta semana, la Universidad Católica develó los resultados del estudio sobre conductas y percepción de la ciudadanía respecto al coronavirus. Para la medición se entrevistó a 850 personas de manera online, entre el 13 y 24 de marzo, con el objetivo de identificar los cambios de hábitos mientras avanza el virus en el país.

Sin duda, uno de los datos significativos arrojados por esta medición tiene que ver con la parte donde se pregunta sobre la fiscalización que se debería ejercer para mantener a raya a los contaminados por el Covid. En este punto, casi un 60% de los entrevistados dice estar de acuerdo con que el gobierno de Chile aplique el mismo mecanismo empleado por China, Corea del Sur, Singapur, Taiwán y que consiste en vigilar subcutáneamente a los infectados, desde nano- dispositivos que son instalados por debajo de la piel.

Es decir, la mayoría de los chilenos encuestados, está de acuerdo con levantar un panóptico biológico y estatal que haga seguimiento a un grupo de compatriotas, desde la georreferenciación subcutánea.

De seguro mucho de los encuestados ya han corroborado, desde la generosa información que nos inunda, que las cifras de infectados han aumentado exponencialmente en Europa y Estados Unidos, mientras que, en varios países de Asia, la pandemia parece estar bajo control o por lo menos, pareciera haber superado la peor de sus fases. De hecho, en China, país de origen del virus, la gente comienza a salir de sus cuarentenas y de apoco retoma la normalidad de sus vidas.

Las ventajas del sistema asiático, en comparación con el gringo o europeo, no tienen que ver con eficacia en tratamientos para infectados ni menos con el descubrimiento de una vacuna anti coronavirus. La ventaja parece radicar en el sistema político y cultural de estos países, de corte autoritario y donde las máximas del liberalismo o de los grandes emblemas de “mayo del 68”, nunca lograron recalar y sucumbieron al pragmatismo de un continente orientado por la cultura del gran dragón Chino.

Es así que, mientras nosotros discutíamos sobre el devenir del capitalismo, desde las ciencias sociales contemporáneas y su extensa (y rimbombante) literatura de posmodernismo, capitalismo tardo moderno o hipermodernidad, y nos imaginábamos un nuevo mundo donde las instituciones políticas tradicionales dieran paso al colectivismo ciudadano-antipatriarcal-vegano-ecologista-antiautoritario-animalista-anticapitalista, los chinos levantaban un gran e invisible panóptico digital, desde donde comenzaban a vigilar las rutinas de sus ciudadanos y les asignaban puntuación, de acuerdo a sus rendimientos y comportamientos.

En el sistema de vigilancia social de China, si usted compra productos sanos, no es troll en las redes sociales, usa el metro de manera adecuada y logra evaluaciones positivas en su trabajo, tendrá mejores créditos bancarios, paquetes de viaje, seguros médicos y facilidades hipotecarias. Por el contrario, si usted se pone chúcaro, hedonista y malo para la pega, su vida se tornará peligrosa, pues el régimen comenzará a restringir sus beneficios materiales y vuestras libertades.

Es gracias a ese sistema de vigilancia social, que países como China y Corea del Sur han logrado mantener bajo control la expansión del Covid. Esta vez no fueron los científicos ligados a la salud quienes frenaron la pandemia, sino que los policías informáticos.

Cuando en Chile recién comenzamos a habitar los primeros días de otoño y miramos con incertidumbre el futuro cercano del invierno, donde se supone que las enfermedades respiratorias alcanzan su máximo de ferocidad, lo que pase en el resto del mundo, no nos resulta indiferente. De hecho, ver a USA liderando los gráficos de infectados o a Boris Johnson y el príncipe Carlos sucumbir al virus, más que despertarnos simpatías conspirativas, instalan el desconcierto, pues al igual que la peste negra, este bicho va arrasando con todo, incluso con los supremos cardenales.

Por lo anterior, es que resulta probable que, en medio de la experiencia de la enfermedad, ese momento en que nos vemos débiles, asustados y entregados al misterio de nuestra biología, busquemos cobijo en algún refugio que nos otorgue la garantía de la vida sin pandemia. Hasta ahora hemos visto que los bróker de casino, esos que gobernaban desde la economía desregulada, han sucumbido y hoy aparecen entre escalofríos y tos convulsiva, sin capacidad de ofrecer más que cuarentenas, quiebras, cesantía y colapsos mercantiles.

En momento de máxima fragilidad humana, resulta inminente el ascenso definitivo del gran dragón asiático, ofreciendo su panóptico social como mecanismo para garantizar la vida. No cabe duda que el capitalismo, cual espectro expansivo, la vio venir y hoy se prueba los ropajes del nuevo corporativismo asiático que gobernará al mundo.

Cristián Zúñiga