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Eco-epidemiólogo español proyecta más allá del COVID-19: «Tenemos todos los números de enfrentar una pandemia cada ciertos años»

Por: Meritxell Freixas @MeritxellFr | Publicado: 11.04.2020
Eco-epidemiólogo español proyecta más allá del COVID-19: «Tenemos todos los números de enfrentar una pandemia cada ciertos años» Jordi Serra-Cobo |
El científico de la Universidad de Barcelona Jordi Serra-Cobo, integrante del equipo que está trabajando en la detección rápida del coronavirus, revisa las cifras de contagio en Chile y asegura que «la clave» está en aplicar medidas preventivas «cuando la epidemia está en su fase inicial». Desmenuza sus tesis sobre como la acción humana y el modelo económico contribuyen a propagar los virus y advierte que la relación entre el hombre y la naturaleza «tendrá que cambiar a la fuerza», si queremos evitar mayores afectaciones a la salud de las personas.

Lleva más de nueve años dedicándose a estudiar los coronavirus de distinto tipo. Desde que se desató la pandemia trabaja 12 horas al día de lunes a domingo. Jordi Serra-Cobo es investigador del Instituto de Investigación de la Biodiversidad (IRBio) de la Universidad de Barcelona con especialidad en eco-epidemiología. Su expertise lo ha llevado a trabajar en el Amazonas, en un proyecto en colaboración con la Universidad Nacional Mayor de San Marcos de Perú, la Red de Salud del Alto Amazonas y el Ministerio de Agricultura del país andino.

Junto con su equipo, ha sido seleccionado para participar en el proyecto CONVAT, dedicado a la detección rápida del coronavirus. En conversación con El Desconcierto entrega los detalles de esta investigación, revisa las cifras de contagios en Chile y explica la relación entre el surgimiento y propagación de pandemias y el modelo de crecimiento actual.

-¿En qué consiste el proyecto CONVAT para la detección rápida del COVID-19?

-Estamos preparando un biosensor, un aparato un poco más grande que un celular, muy manejable y que no requerirá ni preparación ni conocimientos especiales para ser ocupado, a diferencia de la PCR. Será relativamente económico, unos 10 euros [8.000 pesos], y el diagnóstico se obtendrá en sólo 20 o 25 minutos. Lo relevante, además, es que el resultado será muy fiable, comparable a la PCR, en torno al 90%, y podrá cuantificar la concentración de virus que tiene la persona. La intención de este biosensor, que se hace con nanotecnología, es que no solo detecte el COVID-19, sino todo tipo de coronavirus que nos puedan afectar. Estará listo el próximo año.

-¿Podrá comercializarse en América Latina?

-Esto se me escapa, porque depende de factores que van más allá de la investigación científica, pero la idea es que llegue a todo el mundo, que sea universal.

-Chile superó los 5.000 contagios. Es el segundo país con más casos, después de Brasil. Sin embargo, hasta ahora, en América Latina la evolución del virus ha sido más lenta que en Europa. ¿Eso tiene que ver con el momento en que se tomaron las medidas preventivas? La mayoría de países empezaron a aplicarlas cuando el número de contagios era todavía bajo.

-Eso es vital. La clave está en aplicar medidas preventivas rápidas cuando la epidemia está en su fase inicial. Si eso llega tarde, tienes situaciones caóticas, es decir, muchos casos de infección y muchas muertes. Hay que tomar medidas muy pronto, cuando la mayoría todavía cree que hay pocos casos.

-¿Cree que se puede mantener una curva de aumentos de 300 o 400 casos diarios, como la actual [se refiere a la fecha de realización de la entrevista, el martes 7 de abril]?

Para darte una respuesta segura, necesitaría muchos más datos, pero parece que este ritmo de contagios es una buena tendencia.

-¿Puede que el factor climático haya tenido que ver?

-Para afirmar esto, todavía no se conoce suficiente información de este virus. Uno de los errores que se cometió es que se comparó mucho el COVID-19 con el virus de la gripe. Hace mucho que me dedico al estudio del coronavirus, y cuando más me he encontrado con este virus (no en las personas, sino en animales) es a finales de primavera y principios del verano. Por lo tanto, no es tan seguro que el calor frene al virus. Sin embargo, este coronavirus resiste activo en superfícies y, en algunos materiales, puede resisitir varios días. Si las superfícies se calientan, el virus se inactiva y resiste poco. Si hablamos desde el punto de vista de la resistencia del virus fuera de nuestros cuerpos, es cierto que el calor los afecta negativamente.

«La relación con la naturaleza tendrá que cambiar a la fuerza»

Coronavirus / Agencia Uno

-¿Es la primera vez que un coronavirus afecta de esta forma a los humanos?

-No es la primera vez. Desde la comunidad científica hubieron varios avisos de todo esto, pero no se escucharon y fuimos tachados de alarmistas. El primero fue en 2002-2003, también en China, con el SARS [síndrome respiratorio agudo grave], que es muy parecido a este virus (a este se le llama SARS2). Aquel fue más patológico porque la mortalidad era mayor, del 9,6%, pero era menos infeccioso. Sin embargo, afectó a 10.000 personas y las consecuencias económicas fueron caóticas, [con pérdidas de] 1 bilión de dólares americanos. Pero comparado con lo de ahora, eso no fue nada.

El SARS procedía de la civeta, que es como un gato grande salvaje que comía muy poca gente; era un producto lujoso y muy caro. Pero con el desarrollo económico, la gente empezó a consumirlo y se instalaron granjas de civetas. Cuando tienes muchos animales encerrados en un espacio, hay más probabilidad [de aparición de infecciones]. Otro caso fue en 2012; un coronavirus que afectó la península arábiga que se llama MERS [síndrome respiratorio de Oriente Medio] y cuyo contagio se produce a través de los dromedarios. Tiene el 36% de mortalidad, pero no es tan contagioso. Hasta ahora ha habido entre 2.000 y 3.000 casos. En 2017 saltó otro coronavirus que infectó a cerdos, en China también. Pero no llegó a infectar a las personas.

-¿La diferencia entre este y los anteriores es la propagación entonces?

-La propagación es un factor, pero hay otros. Por ejemplo: Wuhan es un centro económico y estudiantil muy importante y en el momento que se produjo la infección se celebraba una fiesta muy relevante allí que concentró a mucha gente. Además, se sumó la celebración del año nuevo chino. Es una ciudad muy conectada a nivel internacional y eso facilitó mucho la dispersión del virus. Desde el primer SARS (2002-03) hasta hoy, la movilidad de las personas a nivel global ha aumentado mucho, lo que favorece la dispersión de los virus.

-Además de la movilidad, según dice, el cambio climatico y la demografia, también contribuyen en el surgimiento de epidemias. Los tres factores están estrechamente relacionados con la forma como explotamos y nos relacionamos con la naturaleza.

-Estos tres serán grandes desafíos para el siglo XXI a nivel global y se retroalimentan entre ellos. La demografía tiene que ver con que los seres humanos estamos entrando (sin ninguna prevención) en espacios donde antes no estábamos. El cambio climático quizás no influye tanto para el COVID-19, pero con otras enfermedades vectoriales como la malaria, el dengue o el zika, ya está interviniendo. La forma que tenemos de relacionarnos con la naturaleza tendrá que cambiar a la fuerza porque nos afectará tanto que no habrá otra posibilidad. Los cambios no llegarán por una cuestión de compromiso o de consciencia ecológica, sino por supervivencia propia, porque la afectación a la salud y a la economía puede ser muy grande.

«Son virus que no habían tenido contacto con la especie humana»

Mascarillas por COVID-19 / Agencia Uno

Foto: Agencia Uno

-¿Qué prácticas humanas que llevamos a cabo alteran la naturaleza y favorecen la generación de epidemias?

-En el Amazonas, la deforestación tiene consecuencias para la salud humana. Durante mucho tiempo, nos hemos dedicado a poner el foco en la pérdida de la biodiversidad y del pulmón del planeta. Pero además de eso, la deforestación conlleva otras cosas que no se observan en un inicio porque aparecen luego, por ejemplo, las epidemias. Actualmente, en el Amazonas de Perú hay unas epidemias de dengue como nunca antes. Hace tres años advertí de que la deforestación que allí se está llevando a cabo podía producir fenómenos de este tipo porque la cuenca amazónica es muy llana, el agua está muy superficial y quedan muchos charchos de agua. Los charcos son criaderos de mosquitos que aumentan la posibilidad de transmisión de enfermedades vectoriales, como el dengue o la malaria.

-¿Qué otras prácticas cotidianas influyen negativamente?

-Por ejemplo, la basura. Cuando botamos una botella de plástico y además es temporada de lluvias, esta botella se convierte en un criadero de mosquitos. Cuando no es una, sino miles y miles de botellas, en un contexto de país, el impacto es considerable.

-Habló también de virus que proceden de animales como el dromedario, la civeta o el murciélago, en el caso del COVID-19. ¿La industria cárnica y el consumo masivo y abusivo de carne pavimentan el camino al surgimiento de epidemias? 

-La falta de controles sanitarios de la industria, sí. Es cierto que tener a muchos animales encerrados representa un estrés para los animales y facilita la propagación de infecciones. Eso es incluso un riesgo empresarial que tendría que considerarse, porque se enferma uno y se enferman todos. Pero cuando hay un control sanitario esto no pasa de ahí. El problema es que en algunos países donde se consumen animales salvajes no hay ningún tipo de control.

-Pero, probablemente, en muchos de estos lugares han consumido animales salvajes desde siempre, incluso puede que sea parte de la tradición gastronómica para determinados pueblos.

-La especie humana cada vez necesita más recursos porque cada vez somos más habitantes en el mundo. Necesitamos más comida y de a poco estamos entrando en zonas donde hasta ahora no habíamos entrado, y lo estamos haciendo de forma masiva. Este coronavirus lleva mucho tiempo habitando en los murciélagos. Entonces, ¿por qué se produce ahora la epidemia si lleva tanto tiempo en los murciélagos? Porque ahora consumimos de forma masiva muchos más productos de fauna salvaje que antes. Son virus que llevan miles de años arrinconados arriba de los árboles y que no habían tenido contacto con la especie humana. Pero ahora estamos colonizando masivamente nuevas zonas tropicales y aumenta la probabilidad de que ciertos animales que son reservorios de virus –y que lo han sido siempre– entren en contacto con los humanos. Una cosa es que grupos de gente que habita el Amazonas o en el sudeste asiático consuman fauna salvaje y la otra es que esto sea masivo.

-Menciona como fuentes de pandemias tres lugares del mundo: el sudeste asiático, centro y sudamérica y áfrica tropical. ¿Por qué?

-Son territorios con mucha biodiversidad de especies y está comprobado que donde hay biodiversidad de especies, hay biodiversidad de patógenos. La diferencia entre ellos es que si un contagio ocurre en un lugar superpoblado como Wuhan, tiene más repercusión que si ocurre en un lugar como el Amazonas.

-¿Cómo tenemos que preparanos para enfrentar otras epidemias en un futuro?

-Necesitamos más medidas de prevención. Por ejemplo, tienen que implementarse más análisis en los productos de comida de fauna salvaje, controles sanitarios en el consumo de determinadas especies, tomar medidas para viajar a determinadas zonas y evaluar en los estudios ambientales las repercusiones [que un proyecto] tiene en términos de salud. No se puede considerar solo lo que se ve porque los microbios son tan o más importantes que lo demás.

-¿Nos tenemos que acostumbrar a encontrarnos con este tipo de situaciones más a menudo?

-Tenemos todos los números de que cada ciertos años nos enfrentemos a una pandemia. Si hacemos lo mismo que hasta ahora y seguimos con este nivel de movilidad, vamos hacia allá. La probabilidad cada vez es más grande, por lo tanto, hay que buscar otra forma de hacer, de relacionarnos con la naturaleza. Pero, en paralelo, la ciencia está avanzando a marchas forzadas. En dos meses hemos avanzado más que en cinco años, por lo que también tendremos nuevas herramientas para luchar. Es una carrera entre tecnología y enfermedades infecciosas.

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