Peñablanca: un pueblo que envejece en medio de la sequía

Por: Claudio Pizarro | Publicado: 22.04.2020
En la Comunidad Agrícola de Peñablanca actualmente viven cerca de 100 personas. Debido a la sequía y la falta de oportunidades para vivir, los jóvenes migran y la población ha ido envejeciendo. Arnoldo Ahumada, vecino del poblado, ha sido testigo de las transformaciones de este territorio que fue conocido por la explotación de cuarzo y trigo. Esta crónica forma parte del proyecto transmedia «Desterrados del agua: migrantes del cambio climático en Chile».

Arnoldo Ahumada Ahumada enseña una serie de fotografías que tiene enmarcadas en una pared de madera. Algunas de las imágenes son de familiares; otras de su juventud. También hay de los años en los que trabajó como chofer de buses en el Norte Grande. Posters del Club de Fútbol Colo-Colo y postales de Santa Teresa de Los Andes completan el cuadro.

Es jubilado y actualmente vive en una mediagua, con una sola habitación, en un costado del terreno que le heredó su madre en la Comunidad Agrícola de Peñablanca, emplazada en el secano costero de la Región de Coquimbo y a unos 60 kilómetros de la comuna de Ovalle, capital de la Provincia del Limarí.

La vivienda prefabricada en la que reside -comenta-, se la entregó el Estado tras el terremoto de 8,4 grados Richter que en 2015 azotó a esta región y a otras zonas del país. Parte de la antigua casa de adobe se sostiene con dificultad a unos metros de su actual morada. La techumbre está ladeada y la puerta de ingreso cerrada con un candado.

Ahumada nació y se crió en Peñablanca, una comunidad campesina de 6.587 hectáreas,  inscrita oficialmente en el Conservador de Bienes Raíces de Ovalle en 1978, pero con una historia que data de mucho antes, del período Colonial, por el 1600.

En el centro del caserío hay una escuela, una iglesia y un cementerio que dan cuenta de una parte de la historia del pueblo. En los alrededores, en medio de los cerros donde la vegetación escasea, se levantan algunas casas dispersas.

El comunero habla de los días en que abundaba el trigo, de la crianza de animales y de la explotación del cuarzo por la que fue conocido el sector.

La mediagua de Don Arnoldo en el terreno que heredó de su madre.

“Se llama Peñablanca por el cuarzo. Había cuarzo un ese morro -indica- que era muy bonito. Allá se hacía La Pampilla -fiesta típica en la región- para el 18 de septiembre. Se bailaban las cuecas y se hacían todas esas cosas”, comenta.

Esa forma de vivir fue cambiando en el transcurso de los años. Las precipitaciones, que no abundan en la zona, fueron disminuyendo, según Ahumada, y la falta de agua forzó a los campesinos a modificar su modelo de producción. “La última vez que se sembró trigo acá fue como en el año 1997 o 1998. De ahí no llovió más como tiene que llover para poder sembrar”, dice.

La crianza de animales es la principal actividad económica en Peñablanca. Sin embargo, la megasequía que ha golpeado a la región en la última década, disminuyó aún más la disponibilidad hídrica de los pozos que abastecen los predios y permiten la subsistencia del ganado. Solo el agua para beber está asegurada para el pueblo, por el momento, gracias a la instalación de dos estanques de agua potable por la Municipalidad de Ovalle.

“La gente está preocupada por los ganados porque ya no llovió este año (2019) y no va a llover. Hay que esperar hasta el otro a ver si llueve o no. Tengo un amigo que está en un fundo, tiene unas vacas a las que les doy de comer y el gasto es muy grande. Lleva más de 2 millones de pesos invertidos en pasto. Yo tuve ovejas pero las vendí”, dice Ahumada.

En Peñablanca la escasez hídrica y su impacto en el sistema de producción están generando otras consecuencias. Una de ellas es la migración de población, principalmente de los jóvenes, quienes parten a zonas urbanas buscando mejores oportunidades de vida, asociadas principalmente al acceso a la educación y a posibilidades de trabajo.

“Aquí debemos vivir unas cincuenta personas, el resto mantiene la tierra solamente. Seguimos los más antiguos, los que estamos protegiendo a Peñablanca. El presidente de la Junta de Vecinos, que nació acá también, vive en Ovalle. Muchos tienen casa allá”, afirma.

Para el Censo de 1992 la Comunidad Agrícola de Peñablanca agrupaba a un total de 204 personas. En el del 2017, la población llegó a 100 habitantes, de acuerdo a información del Instituto Nacional de Estadísticas (INE).

“Los niños (los jóvenes), sacan su profesión, se van y no vuelven”, asegura Ahumada.

Agrega que, “aquí no hay ninguna posibilidad. Estamos quedando los puros viejos, nada más. Como le digo, no va a quedar nadie después. Se van a ir todos”.

Si no fuera por una promesa que le hizo a su madre antes de que esta falleciera, según el comunero, también se marcharía a buscar trabajo, tal vez como chofer.

En un costado del terreno el campesino plantó unos árboles de durazno que espera den frutos para el 2020. También arregló una camioneta con la que pretende trabajar y así, complementar la pensión que recibe de parte del Estado que es de 120 mil pesos mensuales.

“Este vehículo lo eché a andar hace poco para poderme ganar la vida por aquí, hacer un flete, cualquier cosa”, comenta, antes de cerrar el portón y despedirse.

*Esta crónica forma parte del proyecto transmedia «Desterrados del agua: migrantes del cambio climático en Chile» que puedes revisar acá.

 

 

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