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Por la reconstrucción del lazo social post y durante la pandemia

Publicado: 29.04.2020

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La pandemia del COVID-19 nos ha resituado en nuevas formas de vida y de convivencia social. Meses antes de que se iniciara la crisis sanitaria, nos preguntábamos qué pasaría luego del 26 de abril donde todos los chilenos votaríamos sobre si queríamos una nueva constitución y de qué modo esto se llevaría a cabo. Hoy, en cambio, las preguntas han variado y refieren sobre al tipo de sociedad al cual nos enfrentaremos post-crisis, o de qué forma viviremos en sociedad cuando la proximidad de los cuerpos trae consigo miedo a posibles y nuevos contagios.

El debate sobre las transformaciones post pandemia es amplio y variado y pasan por cuestionar el modelo capitalista, el rol de la democracia, la crisis de las instituciones y el papel del mercado. Por ejemplo, el filósofo Slavoj Žižek ha planteado que el coronavirus dará un golpe mortal al sistema capitalista global, mientras que otros como el filósofo surcoreano Byung-Chul Han señalan que por el contrario, el capitalismo se fortalecerá y continuará aún con más pujanza. Siguiendo esta línea, el investigador argentino Pablo Vommaro señala que las políticas públicas adoptadas ante la pandemia profundizarán las desigualdades sociales en una región como la latinoamericana. Efectivamente este punto es fundamental, y se grafica claramente en nuestro país donde contamos con un sistema de salud público muy debilitado frente al privado, con pocos recursos e infraestructura, diferencias que se profundizan aún más en las regiones más aisladas, como es el caso de la región de Magallanes, donde los contagios se han incrementado considerablemente.

Así es como, las medidas frente la crisis sanitaria son muchas, pero algunas de ellas se configuran entre mayor confinamiento y control de los desplazamientos versus la libertad para sus ciudadanos. A partir de esto, podemos ver que en países como Suecia los ciudadanos se pasean libremente y continúan con sus vidas, a diferencia de países asiáticos como Corea del Sur o China que ejercen un control exhaustivo mediante celulares y otras plataformas online. Nuestro país en cambio, busca un camino intermedio mediante cuarentenas parciales, que por una parte buscan resguardar sectores de riesgo, pero paralelamente esperan que estos cierres afecten lo menos posible al sector económico, ya debilitado a causa del estallido social del 18 de octubre, puesto que el gobierno no es proteger a los trabajadores frente a despidos masivos que se están llevando a cabo.

Frente a la dificultad que conlleva el control sistemático de los individuos y a posibles manifestaciones contra las medidas del gobierno que desprotegen a los ciudadanos y ponen a la economía por sobre la salud, el gobierno ha apuntado a debilitar el lazo social. Lazo que de alguna manera, las movilizaciones del 18-O habían logrado restablecer mediante la colaboración y la solidaridad entre desconocidos, y a los debates originados en torno a los cabildos ciudadanos sobre una nueva constitución. Sin embargo, este lazo hoy enfrenta sus propios dilemas, puesto que el gobierno ha buscado sistemáticamente controlar los movimientos de los ciudadanos y criminalizar a quienes no cumplan con las normas establecidas.

Tal como lo ha mencionado Kathya Araujo, hoy nos encontramos en una situación traumática y por lo tanto tenemos que tener extremo cuidado en cómo pensar esta pandemia. Lamentablemente, hemos aceptado sin cuestionamientos los toques de queda y los controles sanitarios que bloquean nuestra libre circulación en pos de resguardar la salud. Meses atrás, frente a los toques de queda los chilenos se enfurecían y salían con más fuerza a las calles, pero hoy ya nada de eso es posible. Nuestros alcaldes piden masivamente la cuarentena total y entre nosotros mismos nos condenamos y ya no necesitamos de las fuerzas del orden para limitar aquellas acciones que vayan contra el orden establecido. El discurso del odio y del enemigo interno, de presidentes como Piñera o Macron, ha sido incorporado por muchos ciudadanos, donde se vigila a quien se tiene al lado, mejor que en cualquier fantasía orweliana donde ya no es necesario contar con un gran hermano, ni con aquellos panópticos tan analizados por Foucault y Bentham.

Por lo tanto, esta crisis más que incitarnos a debilitar nuestro lazo social, debiese por el contrario, ayudarnos a reconstruirlo e invitarnos a vincularnos con otros a partir de nuevas formas que pasan por habitar de manera solidaria nuestras comunidades, como también hábitos cotidianos que pueden fortalecer nuestro vínculo con los otros. La manera más difundida hasta ahora –en el encierro- ha sido a través de las redes sociales mediante videochats donde podemos debatir, aprender colectivamente y generar nuevas formas de activismo repensando la crisis y la sociedad que queremos.

Por ejemplo, muchas organizaciones han impulsado escuelas online para debatir en torno al momento constituyente y las preguntas que trae consigo, mientras que otros colectivos enseñan sobre ecología, reciclaje y resistencias en los distintos territorios. Por lo cual, estas nuevas solidaridades que están en desarrollo deberían pasar por imaginar qué país y qué mundo queremos, cuestionándonos cómo cuidar nuestro planeta hasta cómo crear un mejor lugar para nuestros adultos mayores e hijos. Acciones tan sencillas que son discutidas por los activistas en las distintas plataformas pueden ser repensadas el día de hoy, tales como reducir nuestra huella de carbono mediante la disminución del consumo y el reciclaje, realizar compras colectivas –pensando en quienes no pueden hacerlo– para la comunidad en comercios locales, o dedicarles un poco de tiempo y escucha a quienes están más aislados. En definitiva, nuestras acciones colectivas cimentarán la sociedad que veremos emerger post pandemia.

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