Coronavirus de Wuhan, Cambio Climático y Crisis Civilizatoria (II)

Por: Miguel Fuentes | Publicado: 04.05.2020
Este material constituye una adaptación de la introducción a la serie “El calentamiento global como horizonte cataclísmico de la historia. Notas para un Marxismo colapsista”, elaborada entre los días 10 y 21 de marzo del año 2020, por el escritor e investigador Miguel Fuentes.

La tasa de infectados y muertos en Chile como efecto de la rápida propagación de la epidemia de covid-19 avanza, lo anterior en un contexto en el cual los sistemas de salud comienzan a mostrar signos de colapso. De manera gradual, aunque con fuerza creciente, va desplegándose sobre el escenario nacional un clima de intensa preocupación ante una catástrofe posiblemente inminente. Y así, con la complicidad de un gobierno incompetente y un sistema de partidos políticos en coma, ante la mirada atónita de los movimientos sociales y los partidos de izquierda (ignorantes hasta hace sólo algunas semanas de la verdadera gravedad de esta epidemia), la crisis sanitaria parece dirigirse a un desastre inevitable. Sí, las peores predicciones en torno a esta crisis epidémica han comenzado a hacerse realidad. Con todo, tal como veremos en esta segunda parte de este material en donde se discute el contexto ecosocial y epidemiológico de la actual crisis sanitaria, el desarrollo que viene adquiriendo esta última en nuestro país y el resto del mundo podría ser sólo un anticipo de nuevas y más letales pandemias que, como producto de la actual crisis ecosistémica planetaria y los efectos destructivos del sistema económico industrial, podrían estar gestándose para el futuro cercano. Adicionalmente, esta discusión debe entenderse como el marco para una reflexión más profunda, tal como intentaremos en la próxima sección de esta serie, respecto a la relación entre la presente crisis epidémica con su contexto histórico específico: la crisis de la sociedad industrial.

Contexto ecosocial y epidemiológico de la crisis sanitaria mundial de covid-19

A diferencia de la perspectiva marxista tradicional que, como dijimos, tiende a reducir los impactos de la crisis provocada por la epidemia de covid-19 a los ya mencionados factores económicos, políticos y sociales clásicos de desestabilización del capitalismo industrial (véase aquí las recientes opiniones en torno a este tema de los intelectuales Michael Roberts o Mike David[1]), aquellos deben explicarse, en último término, en el marco de la combinación de los efectos, cada vez más disruptivos, de la “triada cataclísmica” representada por los siguientes factores concomitantes: 1. los impactos destructivos sobre el planeta del sistema industrial y la actual tendencia de crecimiento humano exponencial; 2. la apertura de un nuevo “horizonte epidémico” en el desarrollo histórico y; 3. el desarrollo de una dinámica súper catastrófica (inicial) de cambio climático y calentamiento global acompañada de un escenario internacional de escasez de recursos inminente.

En el caso de la discusión en torno a la naturaleza de la crisis mundial gatillada por la propagación del nuevo coronavirus, una primera cuestión a tener en cuenta es que el enfoque marxista e izquierdista tradicional tendería a privilegiar en su explicación de las causas y las perspectivas de esta última, antes que el análisis de los vectores de tipo socio-ecológicos, medioambientales y biológicos que se hallarían en la base de dicha crisis, algunos de los factores de orden social y económico que se asociarían al desarrollo de la misma (falla estructural de los sistemas de atención médica como producto de los recortes neoliberales en derechos básicos, orientación del sistema capitalista a la búsqueda de ganancias y no a la satisfacción de las necesidades humanas, perfil anti-popular de los gobiernos empresariales, impacto sobre la economía mundial, etc.). Esto queda claro si se tiene en cuenta, entre otras cosas, la subvaluación que haría el análisis marxista tradicional tanto del papel que tendría la sociedad de masas moderna y los grados de destrucción ambiental planetaria asociados a aquella en la génesis de la actual epidemia de coronavirus, así como también del rol que jugarían otros factores tales como el cambio climático y los niveles de sobrepoblación en el modelamiento de los impactos que tendrá sobre el sistema social la propagación global de ésta y otras enfermedades infecciosas durante este siglo.

Con respecto a las causas de la mayor recurrencia que está teniendo el desarrollo de epidemias y pandemias a nivel internacional en comparación a las ocurridas durante las últimas décadas, investigadores tales como el ecólogo de enfermedades Peter Daszak han planteado que aquellas deben encontrarse, en primer lugar, en las características cada vez más invasivas de las actividades humanas sobre los ecosistemas naturales, las cuales generarían las condiciones propicias (alentadas por los efectos de la sobrepoblación y nuestra huella ecológica) para que se produzcan saltos de virus más frecuentes entre las especies naturales y la humanidad[2]. Una muestra de lo anterior, además del propio origen de la enfermedad de covid-19 debido a un posible salto de un virus alojado en animales salvajes hacia poblaciones humanas que habría sido favorecido por los patrones alimenticios existentes en China (caracterizados por un alto consumo de especies exóticas), puede encontrarse en las pasadas epidemias de SARS o ébola, también atribuidas a posibles saltos virales inter-especies como resultado del mayor contacto entre humanos y animales. Sería así el propio sistema económico moderno y su impacto cada vez más destructivo sobre los ecosistemas naturales, así como también las prácticas alimenticias y estilos de vida (ecológicamente destructivos) de la sociedad de masas contemporánea, lo que estaría propiciando de forma más recurrente, tal como se desprende de lo planteado por Daszak, la aparición en la escena histórica de virus tales como el que produce la actual epidemia de covid-19.

La aparición del ébola en poblaciones humanas se debió a un salto de virus entre especies

Con todo, la subvaluación del rol de los niveles de destrucción y alteración medioambiental asociados a la economía industrial y su lógica de crecimiento sin límites en la generación de mejores condiciones para la propagación de las recientes epidemias de SARS, ébola, fiebre porcina, covid-19, constituye sólo una de las falencias del discurso y el marco de análisis marxista tradicional (esto al menos al nivel de las organizaciones de izquierda) en su evaluación de la actual crisis epidémica. Otro de los flancos ciegos del análisis marxista tradicional (y de sus respectivas respuestas político-programáticas) con respecto a los posibles impactos socioeconómicos y políticos de la crisis desatada por la irrupción del nuevo coronavirus sería su tendencia a comprenderlos en el marco de una crisis de salud aislada y no en su contexto epidemiológico más amplio: esto es, tal como sugieren una serie de investigadores en el artículo “Global rise in human infectious disease outbreaks”, una situación caracterizada por un aumento sustancial de las enfermedades virales y bacterianas alrededor del mundo. En otras palabras, tal como vienen planteando una serie de investigadores a nivel internacional, el desarrollo de una nueva era de epidemias y pandemias en el proceso histórico.

Algunas de las causas del avance de este nuevo “umbral epidémico” al cual se enfrenta la sociedad contemporánea serían, entre otras, los efectos de la sobrepoblación y el mayor hacinamiento de los grupos humanos, el impulso descontrolado de la urbanización, las consecuencias negativas del cambio climático sobre los ecosistemas naturales y las capacidades inmunológicas de las poblaciones, así como también los impactos de la globalización en la mayor dispersión de infecciones. Uno de los indicadores de la magnitud que estarían alcanzando estos factores puede encontrarse en el hecho de que, de acuerdo con las Naciones Unidas, casi el 70% de la humanidad hacia el año 2050 podría vivir en ciudades, incrementando con ello no sólo los grados de hacinamiento de miles de millones de personas, sino que, además, las posibilidades del desarrollo de epidemias tanto o más explosivas como la que se vive durante estos días. Todo esto, cabe recordar, ante un escenario de crecimiento exponencial de la población mundial que podría alcanzar durante este siglo la exorbitante cifra de 12 mil millones de personas; es decir, un aumento en casi 60% de sus ya altísimos (y absolutamente inviables) niveles demográficos.

La población mundial podría llegar a los 12 mil millones durante este siglo

En el caso de la posible influencia del cambio climático en la propagación de futuras plagas epidémicas, un dato especialmente preocupante puede hallarse en el hecho de que, de acuerdo con las previsiones del Foro Económico Mundial, el avance del calentamiento global hacia el año 2080 podría aumentar el número de personas bajo riesgo de sufrir enfermedades asociadas a picaduras de mosquitos en unos mil millones en comparación a las tasas actuales, esto último incluyendo a poblaciones en regiones tales como Europa y el este de África (libres aún de este tipo de enfermedades). Un ejemplo reciente de lo anterior puede encontrarse en el efecto potenciador que tuvo uno de los pasados episodios de calentamiento oceánico conocido como ENSO durante la epidemia de Zika durante el año 2015. Otro ejemplo de lo mismo sería la crisis por infecciones de dengue que se vive hoy en Argentina y que ha afectado ya a más de 600 personas. Un dato contundente que mostraría la actual tendencia de incremento de las tasas de enfermedades infecciosas a lo largo del planeta puede verse en el hecho de que, de acuerdo con la OMS, existirían ya alrededor de siete mil alertas de posibles brotes infecciosos cada mes en el mundo; es decir, una cifra sustancialmente superior a las de décadas pasadas.

Número de países experimentando un aumento de crisis epidémicas (1995-2018)

De vital importancia en la generación de condiciones más favorables para una mayor transmisión de epidemias a nivel internacional destacan, como ya dijimos, las características de la llamada globalización que, gracias al importante desarrollo que han tenido los sistemas de transporte en las últimas décadas, ha significado un sustantivo aumento de la capacidad de las poblaciones para desplazarse a lo largo y ancho del planeta. Una muestra de lo anterior es que hoy cualquier persona estaría hipotéticamente capacitada, por ejemplo, para trasladarse desde la más remota villa a un centro urbano en menos de 36 horas, incrementando con ello la potencial velocidad de expansión de posibles focos infecciosos. Otra muestra de la magnitud que viene alcanzando el transporte de personas alrededor del planeta puede hallarse en el masivo aumento de viajes en avión que pasaron desde los 310 millones en 1970 a los 4.2 mil millones durante el 2018, habiendo constituido hoy el transporte aéreo, de hecho, una de las principales bases para la rápida propagación que ha tenido la actual epidemia de coronavirus en diversos continentes.

Pero la perspectiva marxista tradicional no sólo fallaría al momento de integrar los problemas asociados al avance del sistema industrial, la urbanización sin límites, el crecimiento demográfico descontrolado y el cambio climático al tener que dar cuenta de las causas y proyecciones de la actual crisis epidémica. A la vez, dicha perspectiva dejaría en gran medida de lado dos problemas claves de este nuevo “horizonte epidemiológico” que estaría tomando cuerpo en el escenario histórico y que representarían, de por sí, una importante crisis estructural de los actuales sistemas de salud a nivel internacional y, más de fondo, de los propios fundamentos de la medicina moderna. Estos problemas son la creciente amenaza que representaría el fenómeno de la “resistencia microbiana” y el de una posible propagación de una serie de “patógenos antiguos” desde el ártico u otras zonas frías del planeta como efecto del calentamiento global.

Virus gigante de treinta mil años hallado en muestras de permafrost siberiano

La importancia de estos problemas no puede ser subestimada. En el caso de la resistencia microbiana; es decir, la aparición de virus, bacterias y otros patógenos inmunes a los antibióticos y las vacunas como producto de la capacidad de estos microorganismos de desarrollar resistencias naturales basadas en mutaciones genéticas y otros mecánicos biológicos, aquella representaría, de acuerdo con la OMS, un peligro tal que sería capaz de poner en riesgo las propias bases de la medicina moderna. Una de las razones de lo anterior sería que el aumento de patógenos microbianos resistentes a los métodos médicos tradicionales pondría en cuestión la utilidad de una serie de tratamientos sobre los cuales se sostienen los sistemas de salud actuales (por ejemplo, los basados en la penicilina), permitiendo lo anterior la reaparición o mayor incidencia de enfermedades que se consideraban ya superadas.

De acuerdo con la doctora Miriam Cires, este problema presentaría una gravedad tal que aquel podría llegar prontamente a amenazar las capacidades de los sistemas médicos contemporáneos para un tratamiento efectivo de una serie de enfermedades tales como las infecciones respiratorias agudas (o neumonía), enfermedades diarreicas, el paludismo y la tuberculosis. Según Cires, la extensión cada vez mayor de este problema podría ser vista tanto en el hecho de que hoy más de la mitad de los casos de neumonía estreptocócica en una serie de regiones del mundo serían ya resistentes a la penicilina, así como también en el de la importante reducción de la efectividad de la cloroquina en el tratamiento del paludismo. Otro ejemplo de la importancia creciente de este problema es que hoy se producen más de 25.000 muertes al año por enfermedades asociadas a distintos tipos de resistencia bacteriana solamente en la Unión Europea. Adicionalmente, esta situación podría constituir, asimismo, una grave amenaza para la “capacidad de carga” (y por tanto para la viabilidad) de la mayoría de los sistemas de salud del planeta, los cuales podrían verse prontamente superados (abrumados) debido a las mayores dificultades, costos y complicaciones asociadas potencialmente al tratamiento de enfermedades que ya se creían totalmente superadas.

El siglo XXI podría ver un retorno de enfermedades infecciosas que se creían ya superadas

Otra muestra del tipo de amenazas al que se enfrenta hoy la medicina moderna radicaría en el peligro que representa la reaparición de bacterias o virus antiguos (u otras especies de patógenos) que, habiendo estado congelados por cientos o miles de años en el ártico u otras zonas frías alrededor del globo, podrían eventualmente “despertar” como producto del calentamiento global y entrar en contacto con poblaciones humanas. Algunas de las implicaciones potenciales de este peligro serían, por ejemplo, la posibilidad de un rebrote no sólo de algunos agentes microbianos tales como los causantes de la viruela, la peste bubónica u otras enfermedades infecciosas propias de los siglos recién pasados, muchos de los cuales se encuentran en estado de latencia en algunas zonas frías tales como Siberia o Alaska, sino que, además, la de otros patógenos con miles o decenas de miles de años de antigüedad. Un ejemplo de lo anterior, con efectos probablemente desconocidos, es el hallazgo de varios tipos de virus gigantes (Pithovirus sibericum y Mollivirus sibericum) con más de 30.00 años que fueron encontrados en muestras de permafrost siberiano por un equipo científico a cargo del investigador Jean-Michel Claverie de la Universidad de Aix-Marseille. De manera sorprendente, estos virus fueron capaces posteriormente de “revivir” en laboratorio y demostrar que todavía conservaban sus propiedades infecciosas. En el caso de otras investigaciones similares, bacterias con antigüedades aproximadas entre 100.000 y 8 millones de años también han podido ser revividas por equipos científicos.

Virus y bacterias antiguas se esconden en las áreas congeladas del planeta.

Ahora bien, el peligro de la reaparición de patógenos antiguos no se remitiría exclusivamente al problema del derretimiento de zonas congeladas o al de la desestabilización de ciertas capas de suelo en regiones frías tales como el permafrost, sino que, además, al de los efectos de una serie de actividades propias de la sociedad industrial tales como la minería o la extracción de gas natural o petróleo que han venido tomando un importante impulso en ciertas zonas del Ártico. Uno de los peligros asociados a estas actividades en dichas áreas es que, al realizarse excavaciones y perforaciones en capas de suelo antiguo, aquellas puedan traer a superficie virus o patógenos que, tal como lo visto previamente, podrían ser capaces de “reactivarse” en caso de entrar en contacto con humanos u otros animales. Una de las posibilidades más alarmantes de lo anterior sería que ciertas especies de virus que afectaron a los primeros habitantes humanos del Ártico (o incluso aquellos que contagiaron a poblaciones locales de neandertales, denisovanos o de otras especies de homínidos ya desaparecidas) puedan comenzar a infectar, otra vez, a poblaciones humanas actuales. Considerándose aquí que muchos de estos patógenos podrían ser totalmente desconocidos por la humanidad, no existiendo además en muchos casos posiblemente ningún tipo de respuesta inmunológica por parte de nuestros organismos ante aquellos, se hace claro que el potencial catastrófico de estos “gérmenes dormidos” podría ir mucho más allá que el asociado a un mero “hallazgo evolutivo”. Debe sumarse a lo anterior el peligro de que algunos de estos agentes infecciosos puedan haber desarrollado en el pasado diversos mecanismos de resistencia microbiana a los medicamentos tradicionales que podrían, o bien servir tanto para una mayor dispersión de estos patógenos en el presente, o bien ser transmitidos a virus y bacterias actuales. Una muestra de lo anterior es que se han encontrado especies de paleobacterias con genes asociados a una posible resistencia a la tetraciclina (medicina utilizada para combatir ciertas infecciones bacterianas) y a una serie de antibióticos glicopéptidos.

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