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Claudia Heiss y nueva Constitución: “No es tan importante si el plebiscito se hace unos meses antes o unos meses después, porque llevamos 30 años esperando”

Por: Natalie Salvatierra | Publicado: 05.05.2020
Claudia Heiss y nueva Constitución: “No es tan importante si el plebiscito se hace unos meses antes o unos meses después, porque llevamos 30 años esperando” | Claudia Heiss / FOTO: Felipe Fredes
«Es cierto que ha habido reformas muy importantes y la Constitución hoy es muy distinta de lo que era. Sufrió reformas en 1989 para hacer posible la transición a la democracia y en 2005 para reducir significativamente el rol de las Fuerzas Armadas como poder tutelar sobre el sistema político chileno. Sin embargo, a cambio de eso fortaleció el papel del Tribunal Constitucional, cambiando su composición, lo que de alguna forma siguió tutelando el sistema político por sobre la voluntad popular, dice Heiss», en entrevista con El Desconcierto.

En medio de la pandemia, el libro “Por qué necesitamos una nueva Constitución” (Aguilar, marzo 2020) de la periodista y politóloga Claudia Heiss ha sido uno de los títulos cotizados por las y los lectores en cuarentena. Se trata de un ensayo de 135 páginas donde la jefa de carrera de Ciencias Políticas de la Universidad de Chile relata de manera simple -justificando con los datos precisos- porqué a su juicio la actual Constitución, herencia de Augusto Pinochet, no garantiza derechos y, de plano, es ilegítima.

En esta entrevista, Heiss repasa, en parte, los mitos en torno a la Convención Constitucional -como la “Chilezuela” de la derecha-, la importancia de educar sobre la materia a la gente en época de covid-19 y el no apoyo de la centroizquierda al proceso constituyente de Michelle Bachelet: “A nadie se le olvida que el presidente del Partido Socialista (Camilo Escalona) había dicho años antes que los que querían cambiar la Constitución estaban fumando opio”, rememora la autora.

El Presidente Sebastián Piñera afirma que el plebiscito sí va en octubre, pero advierte que “la recesión puede ser tan grande que este es un tema que quizás habrá que volver a discutir”. ¿Le juega en contra al Apruebo continuar aplazando la consulta ciudadana para saber si habrá o no una nueva Constitución?

Yo creo que hoy lo primero es la salud de la ciudadanía y cuidarnos por las personas más vulnerables a las que una le puede transmitir la enfermedad. Y luego, decir que no es tan importante si el plebiscito se hace unos meses antes o unos meses después, porque llevamos 30 años esperando. Creo que, al contrario, incluso quizás podemos tener más tiempo para discutir y eso puede ser positivo para que la gente se informe y vote de manera razonada por lo que quiere.

¿Y cómo educas a la gente en torno al Apruebo en medio de la pandemia? Algunos dicen que el COVID-19 puede desincentivar el movimiento social.

La gente ve que este modelo no protege a la ciudadanía y en ese sentido me inclino a pensar que la gente es inteligente y verá que el hecho que entremos en una recesión y una crisis económica gigantesca no reduce, sino que aumenta la importancia de tener normas solidarias en la sociedad. Y respecto al otro punto, es importante que sigamos discutiendo sobre el tema constitucional y vincular los problemas sociales con las reglas políticas, explicar que las reglas institucionales se construyen socialmente y que la política no es algo de expertos, ni de profesores, es más bien de ciudadanos y de desde respecto es importante el empoderamiento ciudadano, que la gente sienta que tiene algo que decir sobre su país y no se sienta como un actor pasivo donde los que siguen decidiendo en torno a los temas son los otros: los ricos, los expertos, etc.

¿Qué cosas podrían mejorar para las y los chilenos una nueva Constitución?

Mucha gente en Chile está demandando mayor protección social en temas como pensiones, vivienda, salud, educación y en ellos no se ha podido avanzar. Los proyectos que tienen relación con justicia social se ven obstaculizados por las normas que impone la Constitución. Por ejemplo, en enero pasado en el Congreso se realizó la votación para tratar de cambiar el estatus jurídico de las aguas, donde a pesar que la mayoría de los votos fue a favor -y mucho más que los votos en contra-, esto no se cambió. Las reglas de la actual Constitución establecen que se necesitan mayorías muy altas para cambiar muchas cosas que hoy no se pueden cambiar por mayoría simple. Tenemos en Chile una gran concentración de mecanismos contramayoritarios, o sea, que requieren supermayoría -dos tercios, tres quintos, cuatro séptimos-, mecanismos muy intensamente antimayoritarios.

Todas esas reglas quedaron puestas ahí justamente para que no se pudieran cambiar las cosas y eso hace que hoy la expresión de la voluntad popular no se pueda hacer a través de la política normal. Por eso hemos visto que la gente ha dejado de ir a votar y de confiar en los partidos políticos y ha empezado a expresarse en las calles y a poner en las paredes sus anhelos políticos porque no las puede poner en las leyes ni en la Constitución ni en los programas de política pública de los gobiernos. Esta Constitución no permite tener una democracia plena y mantiene a Chile en una democracia problemática porque tiene enclaves de la dictadura.

¿Entonces la serie de reformas que se le han hecho a esta Constitución no han servido para nada?

Es cierto que ha habido reformas muy importantes y la Constitución hoy es muy distinta de lo que era. Sufrió reformas en 1989 para hacer posible la transición a la democracia y en 2005 para reducir significativamente el rol de las Fuerzas Armadas como poder tutelar sobre el sistema político chileno. Sin embargo, a cambio de eso fortaleció el papel del Tribunal Constitucional, cambiando su composición, lo que de alguna forma siguió tutelando el sistema político por sobre la voluntad popular.

El Tribunal Constitucional reemplazó de alguna manera a los militares en este rol de constreñir la posibilidad de hacer cambios sociales a través del proceso político. Hoy es un problema para la democracia chilena y por eso mucha gente dice que actúa como una tercera cámara, porque el Congreso aprueba algo y después viene el Tribunal Constitucional y dice: “¡ah, no! eso va en contra de la Constitución de Pinochet, así que no vale” y saca la norma de la legislación. Y el problema es que por mucho que sigamos reformando la Constitución del 80 cualquier reforma requiere la venia de la derecha. La Constitución fue hecha para que no pudiera ser modificada, a menos que sus propios autores estuvieran de acuerdo.

Una nueva Constitución abre la oportunidad de generar consensos políticos nuevos y partir de una hoja en blanco.

Michelle Bachelet en su segundo gobierno intentó un proceso constituyente, que por cierto no fue apoyado por la centro izquierda. ¿Qué valor tuvo ese trabajo?

Bachelet trató de impulsar este proceso constituyente que tenía algunos problemas, pero fue lo más importante que había ocurrido en esa materia en muchas décadas. Efectivamente, ella no contó con el apoyo de los partidos políticos, a nadie se le olvida que el presidente del Partido Socialista (Camilo Escalona) había dicho años antes que los que querían cambiar la Constitución estaban fumando opio, que estos eran temas que no le interesaba a la gente, que eran temas de intelectuales y no tenían relación con la vida diaria.

La principal virtud del proceso constituyente de Bachelet fue motivar la conversación constitucional. Creo que el efecto más duradero fue la alta participación que tuvieron los encuentros locales autoconvocados donde la gente se juntaba en el living de su casa o en algunas organizaciones sociales mucho rato a hablar de la Constitución y esa discusión política mostró una especie de hambre de debate político de la ciudadanía en Chile, la gente quería hablar de las normas fundamentales que nos rigen, que son heredadas de la dictadura y que no son plenamente democráticas. Hoy vemos que se están replicando cosas más menos parecidas. Es un síntoma muy explícito de que tenemos una institucionalidad que no calza con la ciudadanía.

¿Por qué te inclinas por la Convención Constitucional y no por la Convención Mixta Constitucional?

La Convención Mixta Constitucional está mal diseñada, la veo poco viable, dañará al Congreso y la legitimidad del órgano constitucional. Esta opción genera categorías de constituyentes distintas, porque la mitad serían personas electas para hacer la Constitución, mientras que el otro grupo de personas -que no fueron electas para hacerla: parlamentarios y senadores en ejercicio- deberán eventualmente cumplir dos funciones al mismo tiempo: hacer la constitución y legislar. A eso se suma entremedio una próxima elección parlamentaria, o sea además van a ser candidatos.

Yo pienso que la Convención Constitucional es mucho mejor para el problema que tiene Chile, que es un problema de legitimidad política. Además, sería una Convención Constitucional paritaria y esa regla no rige para la Convención Mixta Constitucional, en la que serían muchos más hombres que mujeres. Ahora, tenemos esta norma de paridad de que si gana la Convención Constitucional en el plebiscito de octubre podríamos tener una Convención Constitucional paritaria y yo creo eso sí sería un elemento que va a cambiar la dinámica política en Chile en términos de las relaciones de género, porque cuando hay muchas mujeres en política, ésta cambia. Recomiendo leer el libro “La política siempre ha sido cosa de mujeres” (FLACSO Chile, 2018), donde las autoras, Lucía Miranda y Julieta Suárez-Cao, enseñan, en parte, que las mujeres tienden a enfatizar más lo colaborativo que lo competitivo.

Por último, ¿cuáles son los mejores mitos en torno a la Convención Constitucional?

El primer mito es que cualquier persona -que va pasando por la calle- va a llegar a la Convención Constitucional y eso no es así. Para ser candidato o candidata hay que seguir ciertos procedimientos parecidos a los de la elección de diputados, pero acá los independientes van a poder hacer pacto. Los partidos políticos van a llevar candidatos por lista y requerirán muchos votos para salir electos.

Otro mito es que la derecha, para producir miedo y decirle a la gente que esto será “Chilezuela” y que prácticamente nos vamos a convertir en una República Soviética, estipula esta idea de que la Convención Constitucional podrá hacer cualquier cosa, que va abolir el Congreso, abrir los Tribunales de Justicia e instalar asambleas de justicia popular. Bueno, nada de eso va a ocurrir. La Convención Constitucional solamente podrá hacer una nueva Constitución, no podrá intervenir los otros órganos del Estado, modificar el régimen democrático ni cambiar el carácter de República de Chile, sí tendrá que tomar acuerdo por dos tercios, lo que evidentemente es una fuerza centrista, por lo que no va a salir de esa Convención Constitucional un proyecto muy extremo porque no será posible conseguir dos tercios de los votos para eso.

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