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Opinión

La restauración

Por: Rodrigo Karmy Bolton | Publicado: 05.05.2020
La restauración | Foto: Agencia Uno
La identificación entre cuerpos y economía, entre vida y capital ha sido exactamente el efecto de la subjetivación neoliberal instaurada en las últimas décadas. Justamente esa identificación fue agrietada radicalmente durante el 18 de octubre posibilitando la sustracción de la vida respecto del capital y de los cuerpos en relación a la economía. La vida contemplaba la miseria del capital, los cuerpos danzaban más allá del continuum de la economía. En dicha grieta, las clases medias y populares acusaron recibo de un sistema sostenido en base a la injusticia que había sido legalizado en el texto de la Constitución de 1980.

La nueva normalidad ha devenido la ideología oficial del gobierno de Chile. Han puesto en vigor un discurso inmunitario frente a lo Real del virus, una hipertrofia de lo imaginario que aferra –traumáticamente- la imagen del Chile país “modelo” en el que no pasa nada, que no está expuesto a lo otro y a sus embates mundiales. Porque, a pesar de la rápida multiplicación del virus parece ser que el término “peak” al que supuestamente iremos a llegar, constituirá el momento de su agotamiento natural. Y justamente en eso consiste la ideología: en hacer pasar algo producido políticamente orientada a reestablecer la Restauración de las fuerzas oligárquicas, como si fuera algo “natural”. Todo parece estar naturalizado y el escape de miles de ciudadanos a las playas del país por cada fin de semana largo (y, sobre todo el del 1 de Mayo en cuyo período, según los mismos datos del MINSAL, los contagios se han multiplicado), no expresa otra cosa que una “negación” de la verdadera amenaza del virus, una desesperación por asir el último resto del país “modelo” que parecía inmunizado de todo peligro.

Como un barco que se dirige a chocar directo a los arrecifes cuando todos los radares, el cielo límpido y la plena luz del día les muestra la perfecta inminencia del peligro. ¿Cómo se explica esa contumacia? Cuando teníamos 50 casos se decretaron cuarentenas obligatorias. Cuando tenemos más de 20 mil todas las medidas se relajan. Curioso síntoma al que la noción de “ideología” puede ofrecer explicación. A la inicial abertura -fallida y enteramente programada por el guión lavinista- del Apumanque le siguió la de Patronato y en diversas regiones de algunos grandes malls que aceitan el negocio del retail que, evidentemente, acelerarán el contagio. Pero parece que a nadie le importara verdaderamente. Porque mientras el cuerpo funcione, también lo estará la economía.

La identificación entre cuerpos y economía, entre vida y capital ha sido exactamente el efecto de la subjetivación neoliberal instaurada en las últimas décadas. Justamente esa identificación fue agrietada radicalmente durante el 18 de octubre posibilitando la sustracción de la vida respecto del capital y de los cuerpos en relación a la economía. La vida contemplaba la miseria del capital, los cuerpos danzaban más allá del continuum de la economía. En dicha grieta, las clases medias y populares acusaron recibo de un sistema sostenido en base a la injusticia que había sido legalizado en el texto de la Constitución de 1980.

En una reciente columna titulada a modo de pregunta “¿la bolsa o la vida?”, el pastor de El Mercurio quien llamaba a la “racionalidad” mientras ofrecía curiosos adjetivos “irracionales” a todo aquél que no pensara como él, intenta restituir la identificación entre vida y capital citando a Marx. Pero su cita oblitera que para el intelectual de Trèveris, la economía, es decir, el modo de producción capitalista, en la medida que se sostiene en la propiedad privada, justamente está totalmente contra la vida, pues, en sus palabras, convierte al “trabajo vivo” en “trabajo muerto” al imponer, estructuralmente, una relación de explotación sobre los seres humanos.

Así, después de una columna anterior en la que había regañado al “Presidente de nadie” de “estupidez” a propósito de su singular visita a Plaza Dignidad, ahora se reconcilia con él y acepta entusiasta la tesis de la “nueva normalidad”. El pastor se transforma así en el precario ideólogo del nuevo régimen que ha comenzado, cuya ideología de la “nueva normalidad” concierne a una delicada estrategia para restituir los signos del capital que fueron devastados por la fugaz, pero efectiva, simbología de la revuelta de octubre.

De hecho, el frenesí de la población por ingresar a un mall no es casual: es la desesperación por volver a celebrar un ritual que por décadas ha sido signo de “normalidad”. Ni la Iglesia ni las diversas instituciones de la República logran ese efecto, sino el mall que ha devenido el templo de la religión neoliberal. Por eso su abertura es una señal política que marca el ritmo de la “nueva normalidad” que inaugura el período de Restauración ilusionado por la oligarquía.

Muy pronto estaremos en un mundo mucho más escindido que aquél en el que ya nos encontramos: por un lado, con una ideología del “hacer vivir” que promueve la ida al mall y restituye el continuum del capital, por otro, una facticidad del “hacer morir” en que los pacientes graves y los muertos aparecerán tan solo como un “daño colateral”. Nada que ocultar, todo ha funcionado a la luz del día; el proceso de Restauración sobrevenido ha acelerado su curso y ha usado a la pandemia para consolidarse. Atravesado por el pánico a los despidos masivos, a la total falta de protección social y el terror a enfermar, el pueblo prefiere un poco de ensoñación, abrazando así la nueva (vieja) ideología de turno. Como si se arrojara feliz a su propio matadero y gozara al lanzarse a un sacrificio. Las “pasiones tristes” han llegado, pero aún no se han consolidado. Una lucha psíquica deviene inmediatamente lucha política.

La Restauración es un proceso difícil porque implica reactivar la ensoñación ideológica que fue herida de muerte por el 18 de octubre. ¿Cómo revivir a un muerto? ¿Cómo podría la oligarquía restituir su fe (credibilidad) sino es bajo la premisa del terror que ha sido aplicado sistemáticamente desde que Piñera mencionó que frente a la asonada popular nos enfrentábamos a un supuesto “enemigo poderoso” y a una crisis económica cuyas respuestas han comenzado a favorecer a los bancos y a los grandes económicos, dejando al pueblo a la intemperie nuevamente?

Cuando fueron los atentados en Bataclan (París, Francia) por parte del Estado Islámico en noviembre de 2015, la gente salió de sus casas con terror, directa a abrazar a la policía. El mismo pueblo que había protestado en mayo de 1968 contra la policía –decía Jaques Alain Miller- ahora se arrojaba a “amarla”[1]. ¿Acaso la apuesta del gobierno y su fenecida oligarquía pretende algo similar: que el pueblo que les “odiaba” en 2019 les termine “amando” en 2020?

[1] https://elp.org.es/el-amor-por-la-policia/

Rodrigo Karmy Bolton