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Opinión

Entre lo nuevo y lo viejo: La Gente

Por: Claudia Mix Jiménez y Karina Oliva Pérez | Publicado: 08.05.2020
Entre lo nuevo y lo viejo: La Gente frente amplioo |
Se puede decir que el debate interno del Frente Amplio gravita en torno a la medida en que logra superar la vieja política del consenso y pasa elaborar la política de la Gente. A veces creemos que debemos correr los límites de lo posible con la clase política cuando se trata de correr los límites de lo posible con la gente.

Los últimos 7 meses Chile se ha visto enfrentado a un profundo debate sobre el nuevo proceso político que abrió el estallido social, a sobrevivir la pandemia y la crisis económica que nos golpea cada día más fuerte. La ciudadanía exige derechos, justicia social y dignidad, perdió el miedo a movilizarse y a la clase política de los consensos; sólo le atemoriza el Covid-19 y como siempre, perder el trabajo y no llegar a fin de mes, para cubrir sus gastos y los de su familia.

En esa escena siguen actuando los viejos estandartes de la política. Los partidos del orden, los que se enorgullecen de los 30 años de profundización de las desigualdades -como Enrique Correa en una charla de formación política a Renovación Nacional-, los que siguen creyendo que la democracia es una pista de consensos de las élites, los que defienden el legado de Thatcher en nuestro país en base a políticas de concesionar el Estado para ser la caja pagadora del 1% más rico del país, cuando día a día, fueron liquidando los derechos de la gente. En ese afán desfilaban los discursos de los mismos de siempre, desde la UDI al PS de las concesiones.

Por otra parte, durante tres décadas sonaron las campanas apocalípticas de aquellos que se quedaron fuera del pacto de la transición, levantando todo tipo de teorías conspirativas, no menos ciertas, sin embargo, sin soluciones que le fuesen útiles a las y los millones de chilenos.

El malestar crecía día a día por fuera del sistema político convencional, por el abuso de las AFP, el cruel sistema de salud pública que funciona según la billetera, el vivir endeudados para pagar los estudios o simplemente para comer, las abusivas tasas de interés de la banca en el retail, el malestar ante una justicia para ricos y otra para pobres. Con esa acumulación llegó el 18 de octubre, contra todo y contra todos, sin distinguir, sin diferenciar etiquetas políticas, largas o cortas historias en el sistema político, la gente exige respuesta para hoy, no para los sueños utópicos de los partidos de “los jóvenes” de siempre.

En 2017 surge el Frente Amplio impugnando la política del consenso con la frescura de la generación que remeció todo desde inicios del 2000, sin los miedos ni políticas atávicas que venían dándose desde el retorno a la democracia. Esto tuvo de lo nuevo: liderazgos jóvenes en el Congreso, un programa para Chile con la garantía de los derechos fundamentales, con el  liderazgo más potente de toda la centro izquierda, capaz de poner por delante los intereses de la ciudadanía, los nuevos tópicos de la democracia no como futuros, sino como presentes -derechos LGTBI, derechos medioambientales, el feminismo como perspectiva política del siglo-.

Sin embargo, a dos años de llegar como fuerza política y ser conscientes del malestar de la ciudadanía, desde el Frente Amplio no supimos abordar el estallido, quedamos  encerrados entre lo discursivo y la responsabilidad que nos exigían los mismos a los que habíamos “prometido combatir”, nos olvidamos de lo simbólico que reflejaban los rayados, carteles y banderas  de los millones que recorrían las calles de nuestro país. Nos sentamos en la casa de los mismos de siempre y firmamos en su mesa el acuerdo más importante de los últimos 30 años: Terminar con la constitución de la dictadura y de los consenso de Ricardo Lagos. Pero no logramos diferenciarnos de esa “casta política” que tanto daño le había hecho a Chile, no supimos explicarle a los millones de chilenos y chilenas que estaban en las calles que habíamos logrado correr los límites de lo posible. No superamos todo aquello que para la gente  significaba lo viejo: Nos quedamos haciendo política dentro de un Congreso que representa la política de las élites y sus consensos que han perjudicado a la ciudadanía.

Pero no todo es culpa de la incapacidad simbólica que hemos tenido, pues hemos ido quedando en el anclaje del pasado desde que la política del Frente Amplio redujo su capacidad de interpelar e impugnar al poder -económico y político-, de frenar su posibilidad de interpelar las injusticias y tomarlas como causas propias, donde no existen imposibles para garantizar la dignidad y la justicia.

Se puede decir que el debate interno del Frente Amplio gravita en torno a la medida en que logra superar la vieja política del consenso y pasa elaborar la política de la Gente. A veces creemos que debemos correr los límites de lo posible con la clase política cuando se trata de correr los límites de lo posible con la gente.

Las fuerzas transformadoras reales, que cambian vidas, son las capaces de develar una fase destituyente mostrando las injustas realidades que han hecho vivir por décadas las élites a la Gente, pero no se escudan ni en teorías conspirativas del sector purista de la izquierda ni defendiendo las estructuras del statu quo, más bien son las que tienen la capacidad de dar el paso a la fase constituyente con un proyecto que identifique a las mayorías, sin miedo a dejar ese pasado de élite y poniéndose en el bando de la Gente.

La crisis social y política a la que nos enfrentamos desde el 18 octubre se verá agudizada por una crisis económica de las más fuertes a las que nos hemos enfrentando en nuestro país en los últimos 50 años. Y políticamente a ninguna fuerza  le servirá medirse como lo nuevo en la escala lineal del tiempo, sino en la capacidad de proponer soluciones políticas útiles y atractivas para la gente, que el sentido de pertenencia sea la mayoría, el 99%, no el 1%.

Entonces, ¿será el Frente Amplio lo nuevo? No, lo nuevo es la Gente, es esa mayoría que desborda al Frente Amplio y a toda la política tradicional, la que ha construido una nueva identidad desde octubre y ya no le basta con acuerdos por arriba y coaliciones que simplemente junten siglas. Quienes estén pensando en construir grandes acuerdos hacia la clase política, quedaran anclados en lo viejo de la misma manera que aquellos que quieren sostener legítimamente al Frente Amplio como identidad de lo nuevo. Porque creemos que el desafío del Frente Amplio  es desprenderse de los guiños de la institucionalidad vieja y caduca y tener la posibilidad de reconstruir su alianza con la gente, desbordando el Frente Amplio y construir con los nuevos actores una fuerza radicalmente transformadora que apuesta a construir un pueblo que recupere las instituciones para la gente.

Claudia Mix Jiménez y Karina Oliva Pérez