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Opinión

El coronavirus en la encrucijada humana

Por: Eugenio Correa | Publicado: 11.05.2020
El coronavirus en la encrucijada humana |
Frente a este despliegue de fenómenos producidos por el hombre en los últimos dos siglos, surge entonces lo que faltaba, la emergencia del cuerpo que por tan ignorado en todo este proceso se hace presente y también dice ¡basta! Pero no lo hace sólo desde su vulnerabilidad biológica, sino que emerge con fuerza la necesidad psíquica de la solidaridad, de la temporalidad en sus bajadas de apoyo y comprensión, desaceleración en el ritmo de vida y el respeto por lo más humano del humano, que al decirte Jean François Lyotard, hace mucho lo hemos extraviado.

Las grandes guerras que ha enfrentado la humanidad han estado inspiradas en un comienzo en temas religiosos o ideológicos, pero luego pasaron a tener un trasfondo económico por cuanto lo que estaba en disputa era el poder político. Al decir de muchos analistas, estamos ante la redefinición del poder hegemónico a nivel global y la pregunta que surge es cómo inhibir esta contienda, que además se da en un escenario de crisis financiera que puede conllevar a una recesión mundial peor que la del año 29, si creemos lo que escriben en los diarios. Todo indica que es un cambio de era el que está en curso, cuyo significante es el cambio que ha generado en nuestra forma de vivir y de relacionarnos ante el desarrollo de las tecnologías de la información, las que sin duda generarán cada vez un cambio más acelerado, exponencial,  que conllevará un gran dificultad de adaptación para muchos.

El paradigma que ha dominado la modernidad, la tecno economía, es una matriz que invita entender el modelo que surge post ilustración y cuya consigna dice: hemos sido vasallos, ahora debemos ser reyes. Esta ha puesto en el centro del quehacer humano a la técnica, cuya fin último es el desarrollo sobre la base de la explotación ilimitada de la naturaleza.  Heidegger, el polémico filósofo alemán, nos alertó diciendo: cuando dejemos de recibir el viento en las velas y las olas se transformen en energía potencial, la enajenación del hombre frente a la técnica marcará su destino.

La humanidad sumida en un afán productivista, que en lo principal ha buscado el bienestar material, presenta la retirada de lo espiritual en todo este proceso. El afán sin límite, apalancado por ideologías que lo avalan, ha promovido la explotación indiscriminada de la naturaleza, la motivación de fondo como parte fundamental de su funcionamiento ha sido el consumo, la competencia y el individualismo como correlato social. El extremo de esta ideología lo resumió magníficamente Margaret Thatcher al decir que la sociedad no existe, sólo hay individuos.

El momento presente nos está mostrando cada vez más con más fuerza que los fundamentos de la tecno economía empiezan a entrar en colisión con los límites que el planeta y el hombre mismo soportan. Contra este devenir, que pareciera ser ineluctable, el cambio climático pareciera decirnos a gritos ¡basta! Las corrientes migratorias con todas sus cargas de sufrimiento dolor y desesperanza, agregan emoción humana a las señales del planeta.

La crisis financiera no resuelta en 2008, con un creciente desacople entre la economía nominal y la real, deja a los tecno economistas con cada vez menos margen para controlar el rendimiento decreciente de la economía global. No podemos entonces esperar que el Fondo Monetario Internacional o el Banco Mundial, el Banco Central Europeo y menos la Reserva Federal, puedan seguir poniendo paños fríos, disminuyendo las tasas de interés, o dándole mayor liquidez a las economías locales, pues es evidente que ya se está en el límite de lo posible y sin resultados.

La economía financiera sigue creciendo, la mundialización de los capitales supera con creces su posibilidad de generar ganancias como lo demuestran las tasas de interés negativas que hemos visto en los últimos años. Luego de la gran crisis del 29 en los Estados Unidos, se sembraron los cimientos que generaron las dos guerras mundiales, el poder se re-barajó y surgieron las potencias mundiales que dominaron el escenario de la Guerra Fría.

Pareciera obvio que en este preciso momento estamos también presenciando la emergencia de un nuevo mundo, multipolar, con nuevos centros de poder. Frente a este despliegue de fenómenos producidos por el hombre en los últimos dos siglos, surge entonces lo que faltaba, la emergencia del cuerpo que por tan ignorado en todo este proceso se hace presente y también dice ¡basta! Pero no lo hace sólo desde su vulnerabilidad biológica, sino que emerge con fuerza la necesidad psíquica de la solidaridad, de la temporalidad en sus bajadas de apoyo y comprensión, desaceleración en el ritmo de vida y el respeto por lo más humano del humano, que al decirte Jean François Lyotard, hace mucho lo hemos extraviado.

Podemos interpretar entonces el coronavirus como la gran síntesis de un síndrome que se veía avanzar, toda vez que fuimos estrechando los límites de lo posible, lo que el capitalismo exacerbado hizo funcional al enajenar al hombre como parte sustancial de su estructura productiva.

Esta expansión del Covid 19 se manifestará como recesión, muerte de muchos adultos mayores qué son los que más precisan del sistema de pensiones y de salud a nivel mundial. A la vez, se ha detonado la epidemia de virus ideológicos que estaban profundamente sembrados en nuestra subjetividad, de noticias falsas, teorías conspirativas paranoicas y explosiones de racismo, que tal vez nos inocule la necesidad de pensar en una sociedad alternativa una sociedad más allá de la noción de Estado, una sociedad solidaria y cooperativa, como única alternativa para evolucionar y no morir en el intento.

Eugenio Correa