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Opinión

En la confianza está el peligro

Por: Carlos Durán Migliardi | Publicado: 18.05.2020
En la confianza está el peligro JAIME MAÑALICH | AGENCIAUNO
El explosivo incremento en el número de contagiados, acompañado de una alarmante y angustiosa acumulación de víctimas fatales, han enfrentado a Mañalich y a los promotores de la estrategia de la “nueva normalidad” y de la construcción de escenarios para un “retorno seguro”, a una cruda realidad:  las expectativas relativas al aplanamiento de la curva de contagios resultaron un espejismo. Atrás quedan los pronósticos optimistas (“Pareciera que vamos a tener un peak mucho más plano, una curva mucho más aplanada en el tiempo y larga, que es el objetivo que se buscaba con todas las medidas que se han implementado”), imponiéndose la urgencia por enfrentar la emergencia y evitar que las dolorosas imágenes de otros países se repitan en Chile.

Luego de varias semanas de un manejo de crisis basado en habituales llamados a la confianza en que “las cosas se están haciendo bien”, adornados con una buena dosis de autocomplacencia (“He sido felicitado por autoridades internacionales hasta el cansancio”), no exenta de conflictos con otras autoridades políticas (“Muchos alcaldes no han entendido que la postergación de las elecciones municipales significa también la postergación de la campaña”), o con el Colegio Médico (“Es una opinión más”), y de desprecio por algunas de las propuestas que desde diversos sectores han surgido para enfrentar la pandemia («Lo que se está diciendo es absurdo, es una medida desproporcionada; la cuarentena tiene como sentido fundamental aislar a quienes están enfermos para que no contagien a los que no lo están”), el ministro de Salud, Jaime Mañalich, ha debido cambiar su tono.

El explosivo incremento en el número de contagiados, acompañado de una alarmante y angustiosa acumulación de víctimas fatales, han enfrentado a Mañalich y a los promotores de la estrategia de la “nueva normalidad” y de la construcción de escenarios para un “retorno seguro”, a una cruda realidad:  las expectativas relativas al aplanamiento de la curva de contagios resultaron un espejismo. Atrás quedan los pronósticos optimistas (“Pareciera que vamos a tener un peak mucho más plano, una curva mucho más aplanada en el tiempo y larga, que es el objetivo que se buscaba con todas las medidas que se han implementado”), imponiéndose la urgencia por enfrentar la emergencia y evitar que las dolorosas imágenes de otros países se repitan en Chile.

En este nuevo contexto, el ministro ha apuntado ahora a un problema sistémico: la falta de confianza ciudadana que, según su criterio, ha afectado al cumplimiento de las cuarentenas parciales y las medidas de autocuidado a las que el gobierno ha instado todo este tiempo. Dijo el ministro Jaime Mañalich: “Si bien es cierto que el brote del coronavirus ha puesto en paréntesis la crisis política de Chile, que comenzó el 18 de octubre, decirle a la gente que confíe en lo que el Estado le dice como conducta correcta es muy difícil. Ese trasfondo de falta de confianza recíproca nos jugó una mala pasada en la lucha contra esta pandemia”.

Como sabemos, el concepto de “confianza” ha tenido un amplificado uso en las ciencias sociales y en particular en la ciencia política, y ha sido operacionalizado en diversos contextos para evaluar, medir, explicar o comprender la relación entre la ciudadanía, el Estado y sus diversas autoridades políticas. Asumida normalmente como un activo, la confianza resulta útil a la ciudadanía porque permite descansar en sus autoridades y reduce la complejidad de los asuntos públicos. Pero también resulta útil a los gobernantes y las autoridades políticas, pues constituye una garantía de obediencia y de legitimidad de sus decisiones. La reflexión del ministro Mañalich, en este sentido, se corresponde con estas definiciones clásicas que, en definitiva, diagnostican los déficits de confianza ciudadana en las instituciones y autoridades políticas como un problema que, para ejemplificar en nuestra situación actual, impide que la relación entre decisión política, comunicación por parte de autoridades y acatamiento ciudadano se cumpla adecuada y oportunamente.

En efecto, la confianza es un activo. Un recurso dañado desde mucho antes de octubre del 2019 -como sostuvo Mañalich-, y que es posible de asociar con una larga trayectoria en el ejercicio de una política basada en la elitización, la tecnocratización y la opacidad en el ejercicio del poder público. El recurrente y extendido financiamiento ilegal a la política, sólo por poner un ejemplo, no constituyó precisamente una práctica que abonara al incremento de la confianza. Y ello, bien lo sabemos, fue una práctica que le antecede en décadas al 18 de octubre pasado.

La confianza es un activo que hace un buen tiempo que escasea en Chile. Pero la confianza también es un problema cuando, por ejemplo, los ciudadanos ceden su soberanía a la élite gobernante, suponiendo que “hacen bien las cosas”, que “las instituciones funcionan” o que sus decisiones son tomadas, por ejemplo, por un “Panel de Expertos”. La confianza bien puede ser un germen para la inacción ciudadana y el adormecimiento de su necesaria vigilancia sobre el poder político. La confianza, convertida en valor absoluto, puede perfectamente ser el germen del abuso de los poderosos.

Preguntémonos entonces: ¿qué habría pasado si la ciudadanía hubiera confiado plenamente en la estrategia gubernamental?, ¿si instancias tales como el Colegio Médico no hubieran insistido hasta el cansancio en el endurecimiento de las medidas de aislamiento?, o ¿si los alcaldes hubieran confiado en el buen criterio del ministro de Salud o si la opinión pública no hubiera reaccionado espantada frente a los anuncios oficiales de apertura de los malls? ¿Qué hubiera ocurrido en Chile si el “retorno seguro” no hubiera sido objeto de la desconfianza ciudadana?

Muchas veces, en la confianza está el peligro, y vale mucho más la mirada auscultadora de la ciudadanía y las comunidades que la creencia de que alguien hace bien las cosas por el solo hecho de representar al poder político. Muchas veces, como pareciera estar ocurriendo, la desconfianza fue un factor positivo para la rectificación y la humildad de la autoridad política.

Ojalá estemos a tiempo.

Carlos Durán Migliardi