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Bitácora de un traslado aéreo por COVID-19: Vino a Chile de vacaciones y no sabe que está internada en Concepción

Por: El Desconcierto | Publicado: 25.05.2020
Bitácora de un traslado aéreo por COVID-19: Vino a Chile de vacaciones y no sabe que está internada en Concepción | Gentileza Fach
Desde que inició la pandemia, 773 pacientes UCI portadores de coronavirus han sido trasladados desde sus centros asistenciales de origen, pero tan solo 22 de ellos fueron movilizados a través de puentes aéreos realizados por la Fuerza Aérea de Chile. Esta es la historia de Rosa (61), una mujer que llegó de vacaciones a Chile hace poco más de un mes y que hoy está internada en una ciudad donde jamás pensó estar, a cientos de kilómetros de sus familiares, esperando despertar de una horrible pesadilla.

Rosa C se despidió de sus tres hijos el domingo 10 de mayo, el día de la madre. Lo hizo por una videollamada dos días antes de ser internada en el hospital Padre Hurtado de San Ramón. Tenía miedo, pensaba que se estaba muriendo. Hasta hace poco había oído la noticia de que algunos vecinos de La Florida -comuna donde se hospedaba desde que llegó de vacaciones- habían fallecido de coronavirus. Las escenas la aterraron, y en ese momento en que sus síntomas la hacían presumir que estaba contagiada con la enfermedad, creyó lo peor. Que su turno había llegado.

Sus hijos no sabían qué responderle. Habían hablado con ella a diario desde que les comentó que le empezó a subir la fiebre y que le costaba respirar. La relación era aún más difícil estando a kilómetros de distancia: sus hijas menores viven en España, -país en el que Rosa reside y trabaja desde el 2004- y el mayor, Peter, lo hace en Guayaquil -lugar de origen de la familia-. Ellos solo atinaron a responderle que la querían tener de vuelta para poder llevarla una vez más a las playas guayaquileñas que tanto le gustaban. También le repitieron una y otra vez que no dejara de luchar.

Rosa y sus hijos en Ecuador.

Al día siguiente de esa llamada, Rosa se comenzó a debilitar, pasó la noche con fiebre alta y jadeos al respirar. El martes 12 de mayo, la llevaron al Sapu de La Granja y de ahí la trasladaron al hospital Padre Hurtado. Ese día perdió la consciencia y la intubaron debido al colapso de sus pulmones. Pocos días más tarde sería una de las primeras pacientes trasladadas en aviones de la Fuerza Aérea a otras regiones. Hoy está aún más lejos de sus familiares. En otro hospital, otra ciudad y a miles de kilómetros de distancia de sus hijos. Está sola y sigue luchando.

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Rosa C -su apellido fue abreviado a solicitud de su familia-, se crío junto a otros ocho hermanos en Guayaquil. Al teléfono, su hijo Peter cuenta que tuvo que aprender a crecer entre muchas personas, por lo que forjó un carácter fuerte, pero que al mismo tiempo era dulce, conciliador y muy alegre. También comenta que la vida le ha jugado varias malas pasadas, pero que ella siempre ha logrado sobreponerse.

–Hace mucho tiempo atrás mi madre fue diagnosticada con cáncer de ovarios, del que afortunadamente pudo salir. Por eso te digo que ella es una guerrera, siempre da la pelea.

Otra de esas peleas de las que habla Peter, se comenzó a librar el año 2004, cuando Rosa emigró junto a su marido y sus hijas a España, en busca de oportunidades laborales. Peter, tenía 27 años en ese entonces y decidió quedarse en Guayaquil. Allí formó una familia y abrió una pequeña tienda de comercio.

En España, Rosa encontró empleo cuidando a ancianos. Con el dinero que ganaba podía mantener una casa y ahorrar lo suficiente para ir a ver a sus nietos a Ecuador una vez al año. Los niños de Peter la adoraban. La abuela siempre llegaba en las vacaciones de invierno con ropas, juguetes y artículos tecnológicos que en Ecuador eran una novedad.

Esos viajes eran su mayor alegría, pero en España otro traspié volvió a sacudir su destino. Su marido falleció sorpresivamente el 2012 por un cuadro cardíaco. La pérdida, dice su hijo, la volvió a afectar. “Fue un golpe muy duro para ella, porque perdió a su compañero de vida”, recuerda.

Rosa continuó trabajando puertas adentro, seis veces a la semana. Un empleo esclavizante y duro, del que solía reponerse cada vez que viajaba a Guayaquil, los que tras enviudar siempre los hacía en compañía de alguna de sus hijas.

Pero el 2020 fue diferente. La anciana que Rosa cuidaba empeoró de salud y ella fue despedida. El presupuesto familiar se redujo y decidió viajar por primera vez sola a Ecuador. Pese a no poder ir con sus hijas, Rosa estaba feliz. Después de muchos años de trabajo al cuidado de ancianos, tenía algo que se le había hecho esquivo: el tiempo.

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Rosa no era la única de sus hermanos que buscó oportunidades laborales en otro país. En su familia, varios de ellos salieron de Ecuador y se instalaron en diferentes países, algunos en Chile, quienes formaron familias en la comunda de La Florida. Ella no conocía el país y se entusiasmó cuando una de sus hermanas, con la que coincidió en Guayaquil a fines de febrero, la invitó a vacacionar al país.

–Fueron cortos los días que ella estuvo en Ecuador. Llegó a fines de febrero y se fue la primera semana de marzo para Chile –recuerda Peter–. Mi madre no tiene nada que la detenga. Es una mujer soltera, todavía en condiciones de viajar y se atrevió a ir en bus a Chile. No lo hizo en avión porque una de sus hermanas no le gusta volar, entonces tuvieron que transportarse por tierra.

Rosa y dos de sus hermanas partieron de Ecuador el martes 25 de febrero. A Santiago también viajó por aire su madre, una mujer de más de 85 años. En Chile se reunirían más de 25 parientes, un acontecimiento familiar que no se concretaba hacía años. Para entonces no había ningún caso de COVID-19 en Sudamérica -el primero se registraría el día siguiente en Brasil-, las fronteras seguían abiertas y las cosas, en este lado del mundo, parecían normales.

El viaje duró cinco días. Rosa estaba feliz de conocer Perú y el norte de Chile, aunque solo fuese por la ventanilla del bus. Hablando con sus hijos les dijo que la experiencia le pareció bien, salvo por una serie de controles de drogas realizados en la zona norte de Chile, donde todos los pasajeros debían bajar en las frías madrugadas del desierto para los registros aleatorios.

Rosa y sus hermanas llegaron el domingo primero de marzo a Santiago, fue recibida por parientes que no veía hace años, algunos de ellos sobrinos que dejó de ver cuando eran niños. “No los veía desde que estaban en pañales. Verlos grandes le agradó mucho, estaba feliz de poder estar allí compartiendo con ellos”, dice Peter.

Dos días después de ese encuentro, se supo del primer caso positivo de coronavirus en Chile. La primera pieza del dominó caía, empujando a las demás.

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Una de las sobrinas con las que Rosa se encontró en Chile, después de años, fue Iris. Con ella compartió desde el primer día que llegó a Santiago, pues se quedó en su casa, donde vivía una de sus hermanas con las que viajó desde Ecuador. Al llegar, recuerda Iris, la recibieron con comida al estilo ecuatoriano, escucharon cumbias y festejaron porque parte importante de la familia podía reunirse después de tanto tiempo.

A Rosa le agradó Chile. A pesar de que no pudo conocer muchos lugares turísticos por el inicio de las cuarentenas comunales aplicadas por el gobierno, disfrutaba ir a las ferias y a los supermercados de La Florida, comuna que no tuvo restricciones hasta la cuarentena total para el Gran Santiago, impuesta el pasado 15 de mayo.

Así pasó sus días Rosa, hasta que el viernes ocho de mayo comenzaron los dolores de cabeza y el malestar general en el cuerpo. Su estado de salud fue empeorando, así lo notó su familia en el día de la madre, cuando se reunió todo el clan avecindado en Chile.

–Ella sospechaba estar contagiada, de hecho se mantuvo alejada de todos nosotros. Le costaba respirar, se le hacía muy dificultoso hacerlo-, comenta Iris, quien recuerda que ese día, a duras penas, su tía pudo hablar por videollamada con sus hijos por última vez.

Dos días más tarde, fue la propia Iris quien la llevó al Sapu de La Granja, en estado crítico, y luego la trasladaron en ambulancia al hospital de Padre Hurtado donde fue intubada. Su sobrina cuenta que en la trayecto pudieron conversar.

–Ella tenía miedo, oramos juntas, estaba preocupada por contagiarme. Me decía que no quería estar ahí. Después en el hospital cuando la intubaron tampoco quería que lo hicieran, estaba muy asustada, no quería dormirse.

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El día que internaron a Rosa, ya habían fallecido 323 personas por coronavirus en Chile. Los casos, como piezas de dominó, se sucedían unos a otros. En Santiago, los recintos hospitalarios comenzaron a colapsar: el Hospital Padre Hurtado estaba con su capacidad a tope y algunos trabajadores alertaron sobre contagios entre los funcionarios.

Este escenario derivó en el traslado de tres pacientes, el jueves 14 de mayo, en una avión de la Fach rumbo a la ciudad de Concepción. Fue el primer vuelo de estas características realizado por la institución. En la ocasión el ministro de salud, Jaime Mañalich, señaló que se trataba de una estrategia para aliviar la carga asistencial de las Unidades de Tratamiento Intensivo (UTI) de la Región Metropolitana.

Dos días más tarde, un segundo avión de la Fach despegó rumbo a Concepción. En ese vuelo iba a bordo Rosa. Su hijo Peter pudo verla junto a su esposa en Ecuador, a través de un video que encontraron en Internet. Unas imágenes asombrosas, donde se apreciaba las dimensiones del operativo.

–Nosotros seguimos a unas páginas de noticias de Chile –cuenta Karina, nuera de Rosa–. Gracias a eso vimos cómo los estaban trasladando. Y justamente iba allí mi suegra, en una ambulancia de color amarillo.

Rosa fue trasladada el sábado 16 de mayo en un avión Hércules C-130 acondicionado particularmente para trasladar a pacientes contagiados con COVID-19. La aeronave, capaz de trasladar a cuatro enfermos, llevaba a Rosa y a otros dos pacientes. El traslado, según reportó la Fach a El Desconcierto se desarrolló utilizando tres cápsulas epidemiológicas de aislamiento de pacientes altamente infecciosos, por un equipo médico multidisciplinario SAMU. Todos los pacientes a bordo, por seguridad, permanecieron en coma inducido. Ninguno de ellos se enteró que fueron trasladados a otra ciudad.

El comandante Gino La Rosa, especialista médico de la Fach, estuvo a cargo de este y de todos los demás operativos de traslado que ha realizado la institución que, hasta el cierre de esta edición, han movilizado a 22 personas en un total de diez vuelos.

El especialista de salud explica que para poder cumplir con los viajes, minimizando el riego de contagio, el espacio del Hércules se debe dividir en tres áreas de trabajo: una para las camas de los pacientes críticos, una zona de circulación donde se diferencian una área limpia de otra contaminada, para hacer el cambio de los elementos de protección, y una tercera área acondicionada para el descanso de la tripulación. Todas estos sectores, están divididos con huinchas fosforescentes en suelo de la aeronave.

–Si uno pasa esas línea, se considera que pasas a una zona contaminada –cuenta Gino La Rosa–. Y para salir de ellas debes pasar por un proceso de descontaminación el que incluye un protocolo que debe ser supervisado por un tercero, que asegura que todos los pasos de seguridad se cumplan y que corrige en el caso de un error en el procedimiento de descontaminación.

Desde el aeropuerto y a horas de la realización de otro vuelo de traslado de pacientes Covid, el comandante cuenta que el equipo a bordo de la aeronave suele estar compuesto por un médico por cada paciente, además de enfermeros, más personal de carga y la tripulación de cabina. “Esto es como montar un hospital en un avión, no es como una ambulancia, es una UCI en vuelo”, agrega La Rosa.

Ese mismo sábado que trasladaron a Rosa, un equipo médico del Hospital Guillermo Grant Benavente de Concepción, recepcionó a los enfermos en ambulancias en el aeropuerto. El enfermero Daniel Morales, conoció en primera persona el operativo.

–Sabemos que nuestros colegas en Santiago están sufriendo y lo que significa para ellos que les liberemos un paciente. Uno sabe que está ayudando a descongestionar a un lugar aporreado, dándole la mano a un colega que trabaja en un lugar que está al máximo de sus capacidades –señala el enfermero–. Acá yo veía los rostros de nuestro colegas y nos decíamos, ojalá lleguen más para poder ayudarlos, por ahora tenemos la capacidad de asumir más responsabilidades.

La encargada de transmitirle la información a los hijos de Rosa, por parte del equipo médico, fue Iris. Peter, el hijo mayor de Rosa, dice estar agradecido por el traslado, pero también reconoce estar preocupado de que su madre despierte sola en una ciudad que no conoce.

–Cuando nos enteramos de esta situación realmente nos cayó como balde de agua fría –dice–. No sabemos cómo va a tomárselo cuando despierte, cómo va a reaccionar al saber que la han trasladado a otro hospital. Cuando la llevaron estaba sedada, entonces no sabe que la sacaron de Santiago. Mi madre no sabe que está en Concepción.

De brazos cruzados ante este escenario, Peter y sus hermanas le mandaron audios para que los pudiera escuchar cuando despierte y entendiera, en parte, lo que estaba pasando. “Le dijimos que no se preocupara, que la iban a llevar a una sala de aislamiento y que no iba a tener a ningún familiar visitándola”, agrega.

Si bien sus familiares mantienen intacta la esperanza en su recuperación, lo cierto es que Rosa aún continúa en una situación crítica. Leonila Ferreira, jefe UCI del hospital Guillermo Grant Benavente, ha estado a cargo de la coordinación de la recepción de todos los enfermos provenientes de Santiago y de otras regiones.

–De los tres pacientes que llegaron ese día, ella era la más inestable, tenía la peor oxigenación–, comenta.

Al revisar las imágenes de su pulmón la doctora observó el desarrollo de una neumonía Covid “muy severa”.

–El pulmón que es como una esponja. Pero en casos como el de la señora Rosa, el órgano se empieza a ver como una panita o un hígado, eso significa que ese pulmón no puede oxigenar de buena manera–, agrega la especialista.

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Con el paso de los días, el estado de Rosa ha evolucionado lentamente. Iris asegura que desde que fue trasladada a Concepción, el equipo médico que atiende a su tía le ha informado de su estado de salud todos los días.

–Hablo con ellos en las mañanas y en las tardes. Además me dieron un número para poder llamar. Mi tía sigue inconsciente, me han comentado que será una recuperación lenta, pero que los exámenes muestran una mejoría.

Desde Ecuador su hijo y su nuera agradecen la labor del personal de salud chileno, dicen que por lo que han podido percibir, la realidad acá es mucho más alentadora que la que pudieron presenciar en su ciudad, donde, por la cantidad de fallecimientos por la enfermedad algunos guayequileños tuvieron que ser enterrados en ataúdes de cartón.

“Hay muchas familias acá que han perdido sus seres queridos y no lograron recuperar los cuerpos, los doctores no llamaban a los familiares”, dice Peter. Karina, su mujer, agrega que “esto es como una guerra, pero ella sigue aferrándose. Según lo que sabemos no tiene problemas ni en hígado ni en riñones, ni en el corazón. El único problema que tiene actualmente son sus pulmones debido al virus. Pero, nosotros creemos que con fe ella se va a mejorar”.

Desde Concepción, la doctora Ferreira cuenta que de todos los enfermos que han recibido desde Santiago, uno ya despertó y pasará a cuidados intermedios en el hospital de Concepción, esperando un alta que se dará allá, conducto que se repetirá con todos los otros pacientes en una eventual recuperación.

La jefa de UCI agrega que como Rosa, varios de los pacientes antes de ser intubados se despiden de sus seres queridos. “Antes de dormirse ellos se enteran que tienen Covid, ven que les falta el aire y no se acuerdan de nada más. Entonces cualquiera puede pensar en estar muerto”, cuenta.

Desde Ecuador y España, lo hijos de Rosa, están esperanzados que las palabras de despedida que escucharon en el día de la madre, solo sean las de un hasta luego. Esperan poder cumplir con la promesa de llevarla nuevamente a las playas de Ecuador que tanto le gustan.

Para la doctora Ferrerira, la situación que ocurre cuando un paciente Covid despierta es fantástica y un golpe de energía para el personal médico. Un escenario que esperan repetir en el caso de Rosa, la paciente ecuatoriana que llegó de vacaciones a Chile y que no sabe que está internada en Concepción.

–Cuando ellos despiertan y se dan cuenta que están respirando y los están cuidando, sienten que los vuelven a la vida. Que tienen una segunda oportunidad.

 

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