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Testimonio infantil certifica extraño síntoma del COVID-19: «Era como si alguien me hubiera inyectado fuego puro»

Por: Carolina Ceballos | Publicado: 25.05.2020
Testimonio infantil certifica extraño síntoma del COVID-19: «Era como si alguien me hubiera inyectado fuego puro» Imagen genérica coronavirus |
El relato corresponde al caso de un niño de 14 años que durante 10 días defendió estoicamente su vida -internado en un hospital de Nueva York- de la voracidad con la que lo atacó el coronavirus.

Fueron exactamente diez días los que cambiaron la existencia del pequeño Jack McMorrow, quien a sus cortos 14 años luchó por su vida internado en el Centro Pediátrico Morgan Stanley, de New York, hasta donde llegó tras contagiarse de coronavirus, sin pensar que su estado de salud se deterioraría progresivamente, entrando en crisis el 25 de abril último, cuando desarrolló un cuadro febril que escaló hasta los 40 grados, momentos en que al respirar profundamente, el dolor se apoderaba de él.

Fue a mediados de abril cuando el estudiante de noveno grado en el distrito de Queens, empezó a verse afectado por un sarpullido en sus manos. Transcurridos algunos días, sus ojos se tornaron vidriosos y empezó a experimentar dolores de estómago, relató al diario The New York Times.

Una semana después, comenzó a tener fiebre, 38 grados específicamente, a lo que se adicionó un dolor de garganta. Fue entonces cuando su mamá, Doris Stroman, contactó a su pediatra a través de videoconferencia. Le prescribieron antibióticos, pero lamentablemente los síntomas no remitieron y, de hecho, se sumaron otros. A su hijo se le inflamó el cuello, empezó a sentir náuseas, tos seca y un sabor metálico en su boca.

Pero no fue sino hasta el sábado 25 de abril, que su cuerpo colapsó. Jack comenzó a sentir un dolor que definió como «una ráfaga palpitante y punzante. Podía sentir cómo recorría mis venas y era como si alguien me hubiera inyectado fuego puro».

Lo que vino posteriormente, fue más fiebre e una insuficiencia cardíaca. «Tenía un nódulo linfático del tamaño de una pelota de tenis, una fiebre tremenda, latidos acelerados y una presión arterial peligrosamente baja», contó.

Dado el evidente agravamiento de su condición médica, fue trasladado a urgencia del centro médico Weill Cornell, donde le realizaron la prueba de coronavirus, pero debían esperar dos días para los resultados, por lo que el pequeño fue derivado al Morgan Stanley, ingresando el 28 de abril al departamento de cuidados intensivos.

Los médicos estaban sorprendidos con el cuadro desarrollado por el menor de edad, no lograban comprender qué le pasaba a su cuerpo, su estado se agravaba, por lo que decidieron someterlo a un nuevo test de COVID-19, que arrojó positivo. Sus padres estaban impactados, de hecho aseguraron que durante la cuarentena Jack apenas había salido una vez para ayudar a su mamá en la lavandería del edificio.

En medio de sus pericias, los especialistas concluyeron que Jack era víctima de la enfermedad inflamatoria multisistémica infantil que ha sido detectada en una cifra aproximada de 200 niños en Estados Unidos y Europa y que sólo en New York ha cobrado tres víctimas fatales.

«Provoca inflamación en todo el cuerpo y puede paralizar el corazón», aseguran los especialistas al respecto. Y agregan que ese cuadro suele manifestarse «semanas después del contagio en niños que no experimentaron los síntomas de la primera fase del coronavirus».

En el caso del pequeño Jack, su corazón «no estaba bombeando con la fuerza necesaria», certificó el jefe de medicina de atención crítica pediátrica del Hospital Morgan Stanley, Steven Kernie.

Un tratamiento con esteroides fue lo único capaz de hacer que la inflamación cediera y que el adolescente se recuperara, por lo que el 7 de mayo fue dado de alta, día en que publicó una foto en su cuenta Instagram como un testimonio de vida, dejando evidencia de la cruzada más dura que ha debido enfrentar a sus cortos 14 años.

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