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Opinión

No, Cristián

Por: Rudy Wiedmaier | Publicado: 30.05.2020
No, Cristián |
¿Era necesario hacer esa entrevista a Mañalich en este momento? ¿Realmente lo crees cuando dices «yo quería que apareciera el personaje»? Te recuerdo que no estamos en una película de Martin Scorsese. Ni en un libro de la Pimpinela Escarlata. Te recuerdo que hay compatriotas sufriendo el hambre y el desamparo absoluto mientras nosotros cómodamente escribimos. Te recuerdo que este Presidente funesto ha violado los derechos humanos cometiendo crímenes de lesa humanidad por los cuales deberá rendir cuentas, tarde o temprano, en este mundo o en el otro. Y te lo dice un hombre sin fe.

Nos diste momentos de mucha inspiración con entrevistas y conversaciones inolvidables en tu programa «La belleza de pensar» y sus secuelas. Un profesor de Castellano, lector profundo, cronista y gran conversador, cercano y un emblemático de la generación de los 80, a la que pertenezco. Teillierano, además. Venías de entregar señales creativas en ese gran periódico de los 80 que fue Noreste. Abriste las cabezas en un periodo clave de la era inaugural de la Concertación, aquella época en la que tantos chilenos y chilenas pusimos nuestra esperanza de un país mejor, justo, generoso para todos sus hijos e hijas. Aquel por el cual tantos sufrieron y dieron la vida a manos de una dictadura criminal -dictadura sostenida por muchos personeros del actual gobierno, aunque lo nieguen-, esa estela de infamia que cruza nuestra historia reciente. Aquel país que nunca llegó como la promesa arcoiris que lo anunciaba.

Cada día tratamos -yo, por lo menos, y sé que muchos de mis amigos y amigas también- de cultivar la compasión, de impedir quedar atrapados en las ramificaciones brutales del odio y el resentimiento. Es muy difícil, de verdad. Muchas veces me pregunto que, si para nosotros –esa parte de la G-80, privilegiada, que pudo estudiar en la universidad, que transitó los cine-artes, La Batuta, El Cuervo, Las Lanzas, agrégale, en el caso tuyo y mío, el hecho de estar blindados por un apellido alemán, asunto que le encanta al Poder- es difícil, digo, ¿cómo será para aquellos de los extramuros, de la pobla, el hambre, la miseria camuflada, la pasta base, la cesantía y el tetrabrick de dos lucas en la esquina? Los sin futuro. Es fácil practicar la tolerancia -un concepto muy peculiar y que le encanta a los abusadores del mundo porque es la ganzúa que usan con frecuencia para ocultar sus crímenes- cuando el abusado no es uno ni algún familiar o un amigo, un sobrino, una hermana.

Querido Cristián: te aprecio, te admiro y te respeto. Más de una vez compartimos, en algún cumpleaños de amigas comunes, nos reímos y charlamos gratamente. Y concuerdo contigo en que los fanáticos son un mal inmenso para el mundo. Y que todos los fanáticos se parecen, finalmente. Y que las redes digitales propagan los fanatismos e infundios y fake news con velocidad abominable. Y también creo que es el momento de dar un paso más hacia la evolución del amor y la concordia humana. «Only love can sustain» («Sólo el amor puede sostener»), reza el título de un disco de Luis Alberto Spinetta, aquel mago mayor. Pero, te pregunto, con una mano en el corazón: ¿es posible defender lo indefendible? ¿Realmente crees que este gobierno valorará tu esfuerzo -que, creo, es genuino- por aportar al «encuentro de las miradas», «un puente para dos miradas», en palabras del Dalai Lama y de nuestro gran Francisco Varela (¡qué belleza de libro!).

¿Era necesario hacer esa entrevista a Mañalich en este momento? ¿Realmente lo crees cuando dices «yo quería que apareciera el personaje»? Te recuerdo que no estamos en una película de Martin Scorsese. Ni en un libro de la Pimpinela Escarlata. Te recuerdo que hay compatriotas sufriendo el hambre y el desamparo absoluto mientras nosotros cómodamente escribimos. Te recuerdo que este Presidente funesto ha violado los derechos humanos cometiendo crímenes de lesa humanidad por los cuales deberá rendir cuentas, tarde o temprano, en este mundo o en el otro. Y te lo dice un hombre sin fe.

No, Cristián. No podemos relativizar todo hasta el lugar en que el verdugo que crucifica se hace pasar por el Cristo crucificado.

No, Cristián.

Rudy Wiedmaier