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La solitaria muerte de Rosa Chuqui: Un funeral, un celular y 4.700 kilómetros de distancia

Por: Sebastian Palma | Publicado: 09.06.2020
La solitaria muerte de Rosa Chuqui: Un funeral, un celular y 4.700 kilómetros de distancia Rosa |
La ecuatoriana Rosa Chuqui llegó de vacaciones el 1 de marzo a Santiago, cuando las fronteras estaban abiertas y aún no se registraba ningún caso positivo de COVID-19 en el país. Cayó enferma dos meses después y por su delicado estado de salud, fue una de las primeras personas en ser trasladas por puente aéreo debido al colapso en los centros hospitalarios de la capital. Pese a los esfuerzos, murió en Concepción, separada de su familia. Su tres hijos, avecindados en Guayaquil y España debieron ver su funeral -realizado en Santiago- a través de una pantalla de celular. En diálogo con El Desconcierto, ellos agradecen la labor del personal médico chileno y reflexionan sobre el lado más cruel del coronavirus.

Lo primero que hicieron los hijos de Rosa Chuqui cuando se enteraron que su madre tuvo que ser trasladada a Concepción por el colapso hospitalario en Santiago, fue buscar el nombre de la ciudad en internet. Ninguno de los tres la ubicaba, ni si quiera habían oído hablar de ella y los miles de kilómetros que los separaban les parecieron una distancia abrumadora.

Rosa, ecuatoriana avecindada en España desde el 2004 y odontóloga de profesión, había llegado a Chile de vacaciones el 1 de marzo, cuando las fronteras estaban abiertas y aún no se registraba ningún caso positivo de COVID-19. Sus hijos cuentan que estaba contenta, ella no conocía Chile y dos de sus hermanas vivían en la comuna de La Florida, donde se quedó y compartió con varios de sus parientes a quienes no veía hace años.

Por las cuarentenas que comenzaron a aplicarse los días posteriores a su llegada, la mujer no pudo visitar muchos lugares del país, pero disfrutaba la compañía de sus familiares, así se lo expresó a su hijos con quienes mantenía un diálogo constante a través de su celular. El mayor de ellos, Peter, vive en Guayaquil y las dos menores Paola y Karen lo hacen en España.

Una de esas últimas conversaciones con ellos fue en el día de la madre. Allí la mujer les dijo a sus hijos que se sentía mal, que la fiebre y los malestares respiratorios la hacían pensar que había contraído el COVID-19, pese a ello, sus hijas le mandaron un vídeo cantando una canción de Pedro Fernández en Karaoke para intentar hacerla sentir mejor.

Rosa no repuntó, dos días después de la festividad, una sobrina la llevo a un consultorio en La Granja, donde a las horas la derivaron al hospital Padre Hurtado. La mujer fue intubada y perdió la consciencia.

De lo que vino después, no supo más.

 

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Rosa Chuqui fue una de las primeras pacientes en ser trasladadas de Santiago a regiones a través de un puente aéreo, por el colapso en los centros hospitalarios de la capital, la historia del operativo: «Bitácora de un traslado aéreo por COVID-19: Vino a Chile de vacaciones y no sabe que está internada en Concepción», fue publicada en El Desconcierto

Al igual que todos los pacientes que son derivados a otros hospitales vía aérea, Rosa viajó inconsciente, por lo que nunca se enteró que llegó a Concepción. Una ciudad que no conocía y donde no había ningún cercano o pariente.

«Nos cayó como agua fría la noticia. En Concepción no teníamos a nadie», comentan sus hijos por videollamada.

Rosa fue ingresada al Hospital Guillermo Grant Benavente de Concepción, el sábado 16 de mayo. A pesar de un leve repunte en su estado – incluso fue desconectada del ventilador que la ayudaba a respirar-, la ecuatoriana finalmente falleció el 4 de junio. Ninguno de sus parientes estaba ahí con ella.

Iris, una sobrina de Rosa que vive en Chile, y quien estuvo a cargo de la comunicación con el equipo médico, fue la primera en recibir la noticia. La familia Chuqui, se lo comunicó a sus hijos por teléfono.

«Un día antes mi prima nos mandó un mensaje diciéndonos lo que el doctor le había dicho, y ya no nos daban esperanzas. Habían pasado dos días en los que no había podido hacer pipí, sus riñones ya no estaban funcionando, entonces se estaba complicando. Hasta que el día siguiente, en la mañana, ya no dio más el cuerpo de mi madre. Fue muy fuerte eso, recordar es duro. Hasta el momento no puedo creerlo», dice su hijo Peter por videollamada desde Ecuador.

Al día siguiente de su muerte, los restos de Rosa Chuqui fueron trasladados por tierra a Santiago, según informó el equipo de comunicaciones del Ministerio de Salud, el conducto a seguir en los casos de los pacientes trasladados por puentes aéreos y que terminan falleciendo, es que sus restos sean retornados al hospital de egreso. En el caso de la ecuatoriana, el Hospital Padre Hurtado de San Ramón.

Ese mismo sábado, durante la tarde se realizó el funeral de Rosa en el Cementerio Metropolitano de Santiago. A él asistieron varios de sus parientes vestidos de blanco, como fue la última voluntad de la mujer, quien le transmitió su deseo a su nuera, Karina, pocos días antes de perder la consciencia.

«Me pidió que si le llegaba a pasar algo quería una cajita (ataúd) blanca. Me dijo ‘Quiero que me despidan en mi casita y ahí quiero que alaben a Dios y que oren por mí'». cuenta Karina, quien prosigue:

«Me dijo ‘hija, prepararas un seco de pollo para toda la familia que vaya, y luego de eso, cuando la familia se vaya despidiendo, le regalas un bolo de menta a cada uno(…) No quiero que vaya a estar llorando nadie, quiero que me despidan con alegría, con alabanza. Quiero que todos estén vestidos de blanco'».

Los hijos de Rosa, quienes por las cuarentenas aplicadas en Chile y en los países en los que viven no pudieron viajar ni trasladar el cuerpo, pudieron ver el sepelio a través de una videollamada. No hubo cajón blanco, ni seco de pollo. Dicen que no pudieron ver el rostro de su madre y que cuando le abrieron el cajón solo observaron la funda plástica que por protocolo se usa en las muertes por COVID-19 y una hoja con los datos de identificación de su madre.

«Duele mucho, existe la impotencia de no estar junto a tu madre en un día como este. Duele bastante y más por las condiciones que tampoco puedes salir del país. Se siente rabia e impotencia el no poder estar en el último», dice Paola desde España.

Junto a ella su hermana, Karen, comenta que estando a distancia el dolor por la pérdida es mucho más grande: «Por lo menos cuando se murió papá, estuvimos todos ahí, pero con mamá fue diferente.  La tuvimos que ver por cámara nada más. No estar con ella es una impotencia muy grande».

Pese al dolor que les significó a cada uno de los hijos de Rosa, los tres agradecen los esfuerzos del personal médico que atendió a su madre. Peter, quien vive en Guayaquil, dice que la situación en Ecuador hubiese sido completamente diferente.

Gracias a Dios así mismo como se la llevaron, él nos las trajo a Santiago. Lo que pasa aquí en Ecuador no lo he visto en Chile, nosotros acá vivimos una realidad increíble donde las personas morían en la calle y nadie se acercaba a recoger a esa persona. Tenían que llegar ambulancias y llevarlas directamente a la morgue. No tenían acceso ni siquiera sus familiares, porque ni cajas tenían algunos. No querían cremarlos(…) aquí en Guayaquil las personas no tuvieron una muerte digna y créeme que en Chile se la dieron a mi madre».

Pese a los agradecimientos por el traslado del cuerpo de Rosa a Santiago, los tres hijos coinciden en que el lugar de sepultura de su madre sólo será momentáneo. Por lo mismo, los derechos del nicho en el que la sepultaron solo están contemplados por una duración de dos años.

Sus hijos esperan a que la situación a nivel mundial mejore de aquí a esa fecha, y así poder viajar a Chile para repatriar sus restos. «Queremos un funeral presencial, despedirla en su casa con sus cosas. Estando en Ecuador, ella podrá descansar en paz», comenta Karen.

Así sus hijos, dicen, podrán aliviar en parte el no haber podido estar en la despedida de su madre. Ellos cuentan, que prepararán el seco de pollo que tanto quería, que repartirán el bolo de menta entre los asistentes y tendrán un ataúd blanco como pidió. «Desde que murió estamos de luto, pero nuestro luto no es negro. Es blanco como ella nos pidió que fuera», cierra Peter.

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