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Opinión

¿Quién cuidará a los niños?

Por: María Soledad Ramírez y Rosario Alomar | Publicado: 26.06.2020
¿Quién cuidará a los niños? | FOTO: LEONARDO RUBILAR CHANDIA/AGENCIAUNO
Si una madre puérpera es exigida a trabajar, pone en riesgo no sólo su propia salud mental sino todo el proceso de vinculación con su hijo. Además vulnerabiliza la salud de éste, y no estamos hablando solamente de lo socioemocional, sino que lo arriesga en todo su desarrollo al dejarlo en una situación de descuido. Estamos en una situación de catástrofe nacional.

La situación de emergencia nacional y mundial ha evidenciado la fragilidad de múltiples sistemas, en lo colectivo y en lo individual. En el lugar de confort habitual nos apoyábamos en precarios equilibrios, disimulados por un seductor status quo, pero que una vez detonada la crisis se hacen absolutamente incapaces de sostener las necesidades básicas de la población, más aún de los más vulnerables. O de los más vulnerabilizados, si el diccionario admitiera esa palabra, o de los más vulnerados, si nos atrevemos a decirlo.

A pesar de que los niños menores a 15 años constituyen casi el 20% de la población nacional, a pesar de las promesas para ellos que aparecen en tantos discursos políticos, a pesar de lo romántico que suena el cuidado de nuestros niños en pancartas y merchandising, y a pesar del esfuerzo de muchos grupos de trabajar por ellos, lo cierto es que aún no son suficientemente mirados y considerados. Qué decir de los niños menores, los lactantes y párvulos, que sólo aparecen en los comerciales de pañales y grandes tiendas.

Ahora más que nunca tenemos la oportunidad de ofrecerles mejores cuidados.

Cerca de 22 mil familias cuentan hoy con el subsidio maternal o permiso parental postnatal. Es verdad que es un avance importante que éste sea actualmente de 5,5 meses, sin embargo, en la situación de pandemia actual, estas medidas no alcanzan para asegurar un desarrollo saludable de nuestros niños.

Con las salas cunas y jardines infantiles cerrados, los familiares cercanos confinados, los abuelos alejados de la familia y sin posibilidad de contar con cuidadores externos remunerados por la restricción de desplazamientos, estos niños y niñas quedan en un lugar de gran desprotección y nadie está garantizando sus cuidados básicos.

A una edad en que las demandas por acompañamiento, supervisión, ciclos de sueño y alimentación, limpieza y estimulación, dependen de un cuidador adulto disponible permanentemente, ¿qué posibilidad queda para aquellos bebés que su madre y padre deben cumplir con una jornada laboral extensa y muchas veces rígida?

Para las madres que deben salir a trabajar pese a la pandemia, se suman los riesgos de contagio a los niños y niñas, pero lejos lo más grave es que ellos quedan sin cuidador disponible u obligan a violar las medidas de cuarentena al tener que encontrar cuidadores externos. Para las madres que pueden trabajar remotamente, implica una elevadísima carga de estrés y ya podremos ver, entre otras consecuencias, situaciones de maltrato, negligencia, abandono, aumento de violencia y de accidentes domésticos, niños alimentándose de manera insuficiente, deficiencias en sus necesidades de estimulación, retrasos en desarrollo sicomotor, bebés expuestos a pantallas por muchas horas al día o que quedan al cuidado de otros niños o menores de edad, arriesgándolos a ambos, en pro de que el cuidador adulto pueda cumplir con su jornada laboral de manera eficiente. Finalmente, la madre debe elegir entre cumplir con las demandas de su trabajo (peor aun cuando es el único sostén del hogar) o cumplir con los cuidados que permitan un crecimiento saludable e integral para sus hijos.

Si una madre puérpera, a cargo de las tareas domésticas y del cuidado de hijos pequeños (sin apoyo, y con más niños en casa), es exigida a trabajar pone en riesgo no sólo su propia salud mental sino todo el proceso de vinculación con su hijo. Además vulnerabiliza la salud de éste, y no estamos hablando solamente de lo socioemocional, sino que lo arriesga en todo su desarrollo al dejarlo en una situación de descuido.

Estamos en una situación de catástrofe nacional.

Entendemos que los recursos no son ilimitados. Sin embargo, necesitamos aportar al debate con información basada en evidencias, en relación a cuidados materno-infantiles, para que de una vez por todas se considere esta dimensión en la toma de decisiones de políticas públicas. No estamos hablando de “lo bonito” que es que los niños sean amorosamente cuidados por su madre, no estamos apelando a deseos desde lo emotivo: hablamos de necesidades biológicas innegables, aspectos que definirán las tasas de salud mental de las próximas décadas de nuestros ciudadanos.

Se sabe que los más vulnerables a los riesgos físicos de la enfermedad son los adultos mayores, pero es importante visibilizar que los niños menores de un año que quedan sin cuidador a los 5 meses y medio de vida están siendo en extremo vulnerados. En un país donde la salud mental infantil muestra pésimos índices, no podemos quedarnos de brazos cruzados esperando que esto empeore.

Es por eso que las autoridades deben impulsar medidas que sean realmente de protección y que no sigan obligando a las madres y padres a elegir entre el cuidado de sus hijos o de su fuente laboral, o entre seguir trabajando o cuidar a su familia gastándose todos sus ahorros de fondo de cesantía (como propone el nuevo proyecto presidencial), que además deja descubiertos a los hijos e hijas de trabajadores independientes y de funcionarios públicos.

Así como estamos cuidando a nuestra población de tercera edad de los riesgos del contagio, debemos cuidar a nuestra población infantil de los riesgos del abandono, que puede terminar siendo un daño irreparable que lamentemos a posterioridad.

La necesidad es urgente: ¡Permiso parental en estado de catástrofe, ahora!

María Soledad Ramírez y Rosario Alomar