Avisos Legales
Opinión

Volver a clases sin miedo: claves para una escuela diversa

Por: Rolando Suárez y Matías Sembler | Publicado: 28.06.2020
Volver a clases sin miedo: claves para una escuela diversa | AGENCIA UNO
“Con mis hijos no te metas”, nos dicen. Les respondemos que sí nos metemos, porque queremos que sus hijes sean felices y porque defendemos su libertad de autodeterminarse, de aceptarse y de vivir en un ambiente que prioriza por sobre todo el respeto irrestricto de sus personalidades. La escuela es el lugar donde aprendamos a convivir democráticamente, a reconocer el valor de las diferencias y a anteponer el bien común de todes.

¿En qué lugar fuiste por primera vez agredido por tu orientación sexual o por tu identidad de género?

Probablemente muchos de nosotros responderíamos que en la escuela. En las salas y en los patios aprendemos a hacernos invisibles para no ser molestados por nuestros compañeros o para evitar comentarios despectivos de algunos profesores. Cargamos en silencio con el dolor y el temor de ser quiénes somos. A la agresión física o sicológica directa se suma una violencia mucho más encubierta y rutinaria. En la escuela las diversidades no existimos. La invisibilización de la no-heteroxesualidad y de otras identidades de género se convierte en un ejercicio cotidiano de violencia.

La violencia directa y la falta de reconocimiento transforman al espacio escolar en un lugar inseguro para las diversidades, impactando negativamente en el bienestar físico y sicológico de les estudiantes y afectando el desempeño académico. Además, debilita el sentido de pertenencia con la escuela y es causal de deserción escolar. El sistema escolar chileno incumple con el derecho a la educación cuando no garantiza el bienestar del conjunto de sus estudiantes.

El movimiento LGBTIQ+ tiene mucho que agradecer al movimiento feminista por lo que se ha avanzado en el debate educacional durante los últimos años. La ola feminista en 2018 instaló a la educación no sexista como una demanda central para la construcción de un sistema educativo más democrático. Es este nuevo contexto el que nos permite comenzar a delinear con mayor claridad cómo podemos avanzar hacia la inclusión de les estudiantes LGBTIQ+ en las escuelas de nuestro país. Proponemos, como nuestras principales tareas, hacernos cargo de la violencia física y sicológica, asegurar una educación sexual integral y transversalizar en el currículum referentes LGBTIQ+ que permitan a estudiantes y comunidades valorar positivamente la diversidad y la disidencia sexual.

Un primer desafío es atender con urgencia la violencia física o sicológica que enfrentan muchos estudiantes de forma cotidiana. Su invisibilización es tal que ni siquiera contamos con datos oficiales acerca de la prevalencia y el impacto de la violencia homofóbica, lesbofóbica y transfóbica en nuestras comunidades escolares. Monitorear las manifestaciones de violencia, generar programas de intervención a las escuelas que enfrentan mayores dificultades y evaluar la efectividad de estas respuestas debe ser una prioridad de nuestra política educativa.

El aseguramiento de una educación sexual integral a lo largo de todo el ciclo educativo es otra medida prioritaria. La educación en sexualidad y afectividad es indispensable para avanzar hacia la erradicación de las discriminaciones basadas en el sexo, la orientación sexual, la identidad y expresión de género. Además, el complejo escenario que muestra el aumento en los índices de prevalencia de enfermedades de transmisión sexual en Chile la vuelve una medida aún más urgente.

Sin embargo, la construcción de comunidades educativas inclusivas estará incompleta si no integramos transversalmente las temáticas LGBTIQ+ en el currículum escolar. Es el privilegio de la heterosexualidad en la dimensión curricular el que nos niega el reconocimiento social. El sistema educativo chileno no reconoce que las diversidades hemos sido parte de la historia de nuestro país y que hemos destacado en distintos ámbitos de la vida social. Se niega nuestra presencia en el activismo social y político, en la producción de conocimiento y en la creación artística. Contar con referentes LGBTIQ+ como parte del currículum abre el espectro con el que estudiantes, e incluso docentes, puedan identificarse de manera positiva, aportando al proceso de construcción de personalidad y a la autoaceptación de niñes y adolescentes. Cuando un estudiante siente que forma parte de un ambiente escolar que lo reconoce como una persona valiosa tiene un impacto positivo innegable en su autoestima académica y su motivación escolar.

Las medidas mencionadas requerirán la incorporación de la diversidad sexual como una temática en la formación inicial y continua de docentes y de líderes educativos. El rol de los profesores y de los directivos es fundamental para que los cambios en la política educativa tengan un impacto concreto en la experiencia escolar de les estudiantes. Tenemos que convertirlos en aliados prioritarios para la construcción de comunidades educativas inclusivas.

Debemos también ser honestos. Ciertamente este debate no complica tanto a la mayoría de las comunidades escolares, que hace tiempo han avanzado a un modelo de respeto con las diversas formas de construir familia y de tolerancia cero a la discriminación. Son los mismos sectores conservadores de siempre, y quienes temen de ellos, los que se esconden bajo una falsa defensa de la libertad.

“Con mis hijos no te metas”, nos dicen. Les respondemos que sí nos metemos, porque queremos que sus hijes sean felices y porque defendemos su libertad de autodeterminarse, de aceptarse y de vivir en un ambiente que prioriza por sobre todo el respeto irrestricto de sus personalidades. Debe ser la escuela el lugar donde aprendamos a convivir democráticamente, a reconocer el valor de las diferencias y a anteponer el bien común de todes.

La pandemia nos tiene pensando en cómo será el futuro de la escuela. Nosotros proponemos algo básico y profundamente transformador: que nadie vuelva al aula con temor, que cada estudiante sienta que en su patio, en su sala y en su comunidad escolar, se le respeta, sin condiciones.

Rolando Suárez y Matías Sembler