El golpe de la sequía a los trabajadores de El Coipo

Por: El Desconcierto | Publicado: 16.07.2020
Aníbal López vive en El Coipo, comuna de Monte Patria. Es un integrante activo de su comunidad; participa en organizaciones vecinales, clubes y asociaciones de agua potable rural. El lugareño dice que la sequía disminuyó la capacidad hídrica de esta zona y relaciona esta situación con una menor disponibilidad de empleos en la localidad.

Aníbal del Tránsito López Parra tiene 62 años. Nació y se crió en la localidad de El Coipo, ubicada a 36 kilómetros de la comuna de Monte Patria, en la provincia del Limarí.

Reside junto a su esposa en una casa ubicada en un angosto pasaje, frente a la iglesia del pueblo. Sus dos hijos ya no viven con ellos; migraron para trabajar en la minería, en Calama, en la contigua región de Antofagasta. López ha trabajado en distintos rubros durante su vida: como agricultor, ganadero, minero y albañil.

Participa activamente en su comunidad. En los últimos meses de 2019 fue parte de la organización de un campeonato de fútbol en la zona. Sin embargo, con desaliento relata, que muchos de los miembros de la asociación de Fútbol “Río Grande” no tenían dinero para continuar jugando y viajar a participar de torneos.

Sentado en el living de su casa, mientras toma un descanso, comenta que ese día realizó un trabajo puntual en el cementerio del pueblo. De lunes a viernes, laboraba construyendo una población en El Coipo, sin embargo, actualmente se encuentra cesante.

En su hogar tiene gallinas y árboles de limón de pica, palta, higo, durazno, damasco y níspero. Explica que, debido a la compleja situación de la megasequía en el sector, mantiene una variedad de frutos en su predio, porque así, tiene la posibilidad de obtener al menos una cosecha.

En la parte posterior de la casa, en el patio, el dirigente social nos lleva a conocer sus árboles. Camina y rodea un canal el cual lo abastece de agua para el riego.

Canal de riego, casa de Aníbal López (El Coipo, Monte Patria). Foto: Sebastián Palma.

“No tiene casi nada de agua -lamenta-. En este canal, el año pasado (2018), nos daban turnos cada 20 días para regar. Durante ese tiempo este árbol no aguanta, se cae todo el fruto”, explica, mientras muestra algunos duraznos que yacen bajo el árbol, aún sin madurar.

A pesar de las dificultades por mantener sus cultivos, Aníbal asegura que prefiere continuar regándolos, “por si cambian un poco los años y vuelvo a recuperarlos de nuevo”, sostiene.

Explica que sus árboles tienen alrededor de ocho años y en las buenas épocas llegó a tener más de cien matas. La cantidad de agua que utiliza para regarlos depende de la especie, pero como mínimo debe usar 3 litros diarios.

Debido a la escasez hídrica, varios de sus árboles se han secado y los riega cada siete días, que corresponde al turno de agua que le entregan en el canal.

“Todo este fruto, esos limones chicos -señala-, no alcanzan a estar siete días sin agua, y cuando esta llega, igual se caen”, detalla.

“Voy a tener que seguir regando para salvar el árbol (…).Ojalá Dios se acuerde de nosotros y nos mande agua”, sostiene y agrega que su esperanza está en mantener las matas, para que cuando se jubile se pueda dedicar a vender los frutos.

Mano de Aníbal López muestra duraznos que no alcanzaron a madurar. Foto: Sebastián Palma.

Asegura que con su edad no tendrá fuerzas para trabajar ocho horas diarias.

La situación hídrica en la zona no siempre ha sido la misma. El hombre recuerda que durante su infancia, llovía seis o siete veces en la temporada de invierno. Sin embargo, las precipitaciones comenzaron a disminuir. Incluso, por el bajo nivel de agua, los camarones del río se podían ver cerca de la superficie.

“Después repuntó un poco (la lluvia en la zona), pero desde ahí ya no fue lo mismo que era antes”, manifiesta López.

En esos mismos años, indica que comenzaron a secarse las vertientes y el problema afectó a los crianceros, que cada año realizaban sus veranadas, es decir, el traslado de animales hacia la Cordillera en busca de alimento.

“Este verano (de diciembre de 2019 a marzo de 2020) a los crianceros no les va convenir ir las veranadas. Al que lo intente, se van ir a terminar de morir con animales y todo, porque para la Cordillera tampoco ha llovido”, dice.

A fines de febrero de 2020 López confirma esta información. “Los crianceros intentaron ir a la Cordillera pero no llovió y los que fueron regresaron. Los pocos animales que quedan se van a morir”, asegura.

Informes de científicos del Centro de Estudios Avanzados en Zonas Áridas (CEAZA) señalan que el clima, que se rige por las temperaturas medias, está tendiendo al aumento. Esto acompañado de otros fenómenos, se traduce en que las lluvias lleguen con menos frecuencia a la región. Tal situación impacta en las zonas rurales de la comuna de Monte Patria, como es el caso de El Coipo.

Por otro lado, de acuerdo al Pladeco de 2012 de Monte Patria, en la comuna destacan las actividades ligadas a la agroindustria, fundamentalmente la producción de uva de mesa y el aceite de oliva.

El lugareño acusa que la sequía ha provocado que muchas personas pierdan sus empleos. Recuerda que hace cuatro años, en un hogar donde vivían cinco personas, todas tenían trabajo. Sin embargo, en el último año, de ese mismo núcleo familiar cuatro están cesantes.

“Antes, en este momento del año, cada fundo estaba funcionando con 300 o 400 trabajadores. Ahora tienen 30 y con suerte. Entonces esa otra gente ¿dónde está? Muchas esperando por si aparece algo de empleo”, agrega.

Además, López señala que en la localidad no hay muchos lugares para trabajar y las personas piensan en migrar al norte, pero “les cuesta un montón, hay que esperar que jubile uno para que otro entre a trabajar”.

Argumenta que, bajo su criterio, en el norte no hay tanto trabajo o el acceso a éste es difícil. “Desde aquí la gente se va, pero se va a la aventura y tiene que esperar un tiempo para poder conseguir empleo”, insiste.

Desde su punto de vista, la baja oferta laboral se refleja en la distribución de buses y furgones que viajan hacia los diferentes fundos agrícolas de la zona. “Hace tres años, había gente en la calle a las siete de la mañana esperando locomoción para ir a trabajar. Ahora no, actualmente hay un solo furgón que lleva a dos o tres personas para que las trasladen al fundo”, remarca.

“Entonces por lo mismo. Si no hay agua, no hay trabajo”, agrega Aníbal.

A juicio del lugareño, el panorama para la comuna en cinco años más será desolador de prolongarse la escasez hídrica. Afirma que si no llueve en dos temporadas más, el territorio se transformará en “un desierto”.

“A veces había dos o tres lluvias en el año y con eso se rehacían los montes. El cerro como se ve –apunta-, no se verá así si no llueve, porque ya no habrá humedad en las raíces y se va a secar todo”, remata.


*Este articulo forma parte del proyecto transmedia “Desterrados del agua: migrantes del cambio climático en Chile” que puedes revisar acá.

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