Avisos Legales
Opinión

La venganza de los guachos

Por: Catalina Mena | Publicado: 01.08.2020
La venganza de los guachos Foto: José Agustín Clorozo |
Gol fue conseguir retirar el 10% de los ahorros previsionales (si no nos salen con letra chica que modifiquen el titular). Pero hay otro mayor (andamos optimistas). Y si alguna buena idea se les ocurrió fue la de retener la devolución del 10% a quienes adeudan pensión alimenticia.

Gol fue conseguir retirar el 10% de los ahorros previsionales (si no nos salen con letra chica que modifiquen el titular). Pero hay otro mayor (andamos optimistas). Y si alguna buena idea se les ocurrió fue la de retener la devolución del 10% a quienes adeudan pensión alimenticia.

La opción se abrió el jueves y el viernes ya habían más de 100 mil solicitudes en la página del Poder Judicial, la mayoría de mujeres, que pidieron que el padre de sus hijos respondiera por deudas arrastradas desde la noche de los tiempos. Fue una reacción en cadena: se escuchó una realidad de la que poco se hablaba. Y a juzgar por la masiva expresión, está bueno pensar que los padres abandonadores esta vez no se la llevarán gratis (ahora en las redes les dicen los “papito corazón”).

Es impresionante (y muy enfermo) que en Chile se haya normalizado el abandono económico de los progenitores que no viven con sus hijos, la mayoría hombres. Simplemente desaparecen. Ya bien dicho está que somos un país de guachos y guachas, eso está incorporado al folclor nacional, aunque creo, y espero, que las nuevas generaciones han cambiado.

Los números dicen que en 25 años se duplicaron los hogares donde la mujer es sostenedora económica, superando hoy el 40% del total en el país. En una encuesta realizada el año pasado por las facultades de Ingeniería y Ciencias Sociales de la Universidad de Playa Ancha, el 73% de las mujeres consultadas eran el sostén de su hogar. Si bien en algunos casos el padre vive junto a la madre y los hijos, en la gran mayoría son hogares sin padres y donde el progenitor tiene un compromiso de pensión alimenticia que, en su mayoría, no se cumple. Más del 80% simplemente no paga, o paga un porcentaje ínfimo de lo acordado en los Tribunales de Familia. Esas son las cifras. (Y luego se preguntan por qué las chilenas se pusieron tan feministas).

Mi generación creció con historias de un progenitor que se esfumó o que fue desapareciendo, económicamente, de a poco, sin responder por la subsistencia de los hijos. Sus problemas se los endosó de forma recurrente a las madres. “Estoy muy mal de plata”, era la cantinela. Como si la madre, que las pela día a día, tuviera el deber de subvencionarlo y acompañarlo en su desgracia. A esto hay que sumar la seguidilla de manipulaciones en las que algunos son expertos: la estrategia para no aportar lo que deben es inventar toda clase de pecados a la madre (una amiga que trabaja en Tribunales de Familia me contaba que las palabras “puta” y “perra” abundan en esas acusaciones), pero también puede ser la de victimizarse, porque el mundo los ha tratado con injusticia. Resultado: madres solas que alegan con razón e hijos expuestos al conflicto parental. O sea violencia. Sí: porque dejar de pagar la pensión alimenticia o disminuir el aporte de forma unilateral, sin diálogo ni consentimiento, es violencia pura y dura.

Si hay un tema importante al que el feminismo debería hincarle el diente es éste. Aquí hay un abuso de poder que se volvió costumbre. Y es extraño que este asunto –que, tal como el abuso sexual, se lleva en privado– ha figurado muy poco en las demandas y reinvindicaciones de las mujeres. Hasta ahora ni siquiera era objeto de funa. Será porque la mayoría de quienes le han puesto el hombro para criar y financiar a sus hijos, con poco o nulo apoyo, están más ocupadas trabajando que hablando.

La cosa, además, es que en Chile siempre ha sido muy difícil conseguir que los evasores cumplan con su obligación, aun cuando haya una sentencia judicial que los obligue legalmente. Son juicios complicados, que desgastan todavía más a la familia, que generan problemas sicológicos y trastornos emocionales, y que muchas veces se pierden, porque los demandados cambian sus cuentas bancarias, ponen sus bienes a nombre de la nueva pareja, en fin, hacen malabares que agotan la energía para el trámite. Por eso tantas abandonan la batalla, sacan la cuenta emocional, se tragan la rabia y siguen solas.

Ahora resulta que aparece el trámite on line mediante el cual se puede solicitar la retención de la deuda por pensión alimenticia con el 10% de sus ahorros previsionales. Y es fácil y rápido. Por primera vez se ofrece la posibilidad de una denuncia sencilla y una reparación.

Las redes están ardiendo. Y las mujeres están hablando. Eso ya es importante. Porque hay que tener claro que esto no significa que lo adeudado llegue automáticamente al bolsillo de la demandante. Lo único que va a pasar es que al deudor le van a retener el 10% de sus ahorros previsionales (lo que sin duda será un golpe duro a sus expectativas) y se  iniciará un juicio, en el que también deberá presentar pruebas. Y no se sabe cuán largo puede ser. Otra cosa nueva e interesante es que cualquier mujer ahora sabe cómo entrar al Poder Judicial, ver cuáles son las sentencias registradas y distinguirlas de otros acuerdos que, bajo presión, pudo haber aceptado al margen de los Tribunales de Familia y que no tienen ninguna validez legal.

Hay que ver esta masiva solicitud de retención como un acto de justicia simbólica y valorarlo en toda su extensión política. No hay que dejar de denunciar el modo en que Chile no sólo ha desprotegido a las mujeres (ya sabemos también la poca agilidad que existe para dar respuesta a las demandas por abuso sexual), sino también a los niños, que finalmente son los perjudicados.

Chile carece de un sistema que garantice que los niños reciban su pensión de alimentos sin interrupciones. En los países escandinavos existe un sistema muy simple que podría ser replicado acá. El gobierno central paga mensualmente la pensión alimenticia a los hijos y se lo descuenta al deudor de manera automática. Si éste no puede pagar, adquiere una deuda económica con el Estado que no afecta a la familia.

Esto no es sólo un asunto de plata, sino de sanidad mental.

Cuántos traumas, rupturas y carencias podrían evitarse si madres e hijos no tuvieran que ser afectados tan gravemente por un problema que nunca fue suyo. Ojalá este gesto de la retención empuje la urgencia de una nueva ley.

Catalina Mena