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Opinión

Podría destruirte

Por: Gonzalo León | Publicado: 04.08.2020
Podría destruirte Michaela Coel en «Podría destruirte» |
En el personaje de Michaela Coel (referente del #MeToo británico y ella misma víctima de abuso sexual) hay más trauma que épica; de hecho, no lucha, se encuentra con el éxito, lo que la hace un personaje menos empoderado, y esto da para pensar en estas juventudes separadas por casi medio siglo de experiencias, machismo y violencia.

Podría destruirte es una serie inglesa de HBO, estrenada en junio pasado; su primera temporada consta de siete capítulos, o esos vi yo al menos. Su guionista, directora y protagonista es Michaela Coel, que encarna a Arabella Essiedu, una joven escritora que se encontró rápidamente con el éxito, pasando de Twitter a su primer libro sin mucha explicación.

No se puede negar que la serie es interesante, sobre todo porque al comienzo muestra el mundo de cierta juventud cosmopolita y pluricultural, que así como tiene un novio en Italia celebra cualquier gesto de esa pluriculturalidad. Por eso cuando al cumpleaños de la mejor amiga de Bella asiste un hijo de egipcio y ecuatoriana, que además es gay, la algarabía se multiplica. Esta juventud no sólo es desinhibida, sino que parece estar en control del mundo que se les presenta, hasta que Bella, quien estaba trabajando en el borrador de su segunda novela, va a una reunión con amigos y ese estar en control del mundo se desmorona.

Hay un olvido, una oscuridad, que lentamente la protagonista empieza a iluminar. La conclusión es terrible, aunque ella no parece consciente del todo: fue violada, pero no recuerda nada porque fue drogada en aquel bar. De ahí que hasta ella misma no sepa qué pensar. El problema es que este desconcierto se traslada a la historia y a su tratamiento, y uno se pregunta dónde quedó esa juventud en control del mundo de los primeros capítulos. Es como si nunca hubiera existido, y ahora no sólo tuviera que convivir con el trauma sino con la inminencia de que cualquier tragedia podría llegar a sus vidas. Cuando el mejor amigo de Bella es violado la historia se detiene y vuelve sobre la protagonista.

Y cómo no hacerlo si la actriz es referente del movimiento #MeToo británico y fue víctima de abuso sexual. Y aquí radica la mayor debilidad de Podría destruirte: camina por la cornisa en la referencialidad de la guionista, directora y actriz protagónica, todo lleva a ella no como actriz que encarna a un personaje, sino a su vida. En este punto uno podría afirmar que cualquier serie o película que gire en torno a su protagonista de por sí está bien estructurada, pero en el caso de esta no es así; hay un excesivo protagonismo, que incluso se sale de escena y parece decir que lo importante no es la historia ni las actuaciones ni la violación, sino a quién se la cometen, lo que desarticula la potencia inicial del mundo planteado y del hecho mismo de la violación.

Si toda violación en la vida real implica un trauma, lo que pasa en esta serie es que la historia se trauma, no sabe cómo seguir. Ante la violación, la serie parece preguntarse qué hacemos ante este hecho abominable. Falta arte, imaginación, reflexión, profundidad, cosas que a la novela Recuerdos del futuro, de Siri Hustvedt, le sobran. Doy este ejemplo porque ahí también se aborda una violación y porque la protagonista es una mujer joven en una gran ciudad: la Nueva York de los 70, versus la Londres actual.

Hustvedt señala que el pasado al ser evocado en el presente está permanentemente ocurriendo, por lo que esa separación que hay entre pasado/presente e incluso futuro no sería tan radical o precisa. Por ejemplo, un hecho traumático, como una casi violación de la que fue víctima la autora cuando era joven, lejos de estar sucediendo en un pasado remoto, está sucediendo en el momento en que escribe ese hecho y también después. O como ella misma señala: “No olvidemos que un recuerdo siempre está en el presente. No olvidemos que cada vez que evocamos un recuerdo, éste está sujeto a cambios, pero tampoco olvidemos que esos cambios pueden traer consigo verdades”. Si bien Podría destruirte tiene cambios en su eje temporal, y la historia retrocede en el tiempo sin explicación (cosa que se agradece), ese presente aumentado de la novela de Hustvedt no está; al revés, lo que uno intenta develar es qué pasó aquella noche en el bar, que no es otra cosa que un pasado que no ocurre en el presente, porque no se tiene idea qué fue lo que sucedió, por lo que no hay memoria, ni para la protagonista ni menos para el espectador.

La historia de Recuerdos del futuro arranca con el descubrimiento de un manuscrito que la autora escribió cuando recién se había mudado a Nueva York, para estudiar en Columbia. Antes de ingresar a estudiar decidió darse un tiempo para conocer la ciudad y no parecer tan provinciana. Aquí hay otra diferencia con Podría destruirte, porque no hay cosmopolitismo en Recuerdos del futuro, sino provincianismo; la protagonista, al igual que la autora, es de Minnesota y en algunos círculos la llaman así. Hustvedt dialoga con la escritora que es ella en el futuro o, mejor dicho, el presente, con casi 65 años de edad. Y por eso escribe: “¿Puede el pasado servir para esconderse del presente? ¿El libro que estás leyendo en estos momentos representa mi búsqueda de un destino llamado Entonces? Dime dónde termina el recuerdo y dónde la imaginación”.

Al comparar la novela de Siri Hustvedt con la serie de Michaela Coel algunos dirán que estoy errado, porque toda comparación es odiosa. Yo soy de la opinión que las comparaciones son necesarias; en este sentido no estoy planteando que la serie debió seguir el camino de la novela. De ninguna manera: hay muchos caminos por los que pudo haber seguido. De hecho, Hustvedt como Coel es autorreferencial, ambas son feministas, pero hay algo en la resolución de Hustvedt que es mucho más artística, porque se da cuenta de que el problema de una historia que tenga una violación es precisamente cómo contarlo con arte, más allá del dolor que eso implique, porque –y esto es lo perturbador– cualquier solución artística no apagará ese dolor.

Desde luego que en ambas está la denuncia, pero en el caso de Hustvedt no le interesa, porque el libro entero –la historia, la forma en que está contada, lo que dice y lo que no– funciona –si se quiere leer así– como denuncia, pero no de manera personal, sino como colectiva: esto es lo que hemos tenido que soportar las mujeres. Al quitarle esta carga de denuncia personal y potenciar el arte, lo que hizo Siri Hustvedt fue entregar un mensaje mucho más potente, porque ella no se plantea como víctima (como el personaje de Coel), sino como la portadora de una reivindicación. Y es que la protagonista de Recuerdos del futuro está cargada de épica, es la heroína provinciana que tiene que calzar en una gran ciudad, y cuando lo está intentando alguien la intenta violar, la intenta sacar del camino. Cualquiera se vendría abajo después de eso. En el caso del personaje de Michaela Coel hay más trauma que épica; de hecho, no lucha, se encuentra con el éxito, lo que la hace un personaje menos empoderado, y esto da para pensar en estas juventudes separadas por casi medio siglo de experiencias, machismo y violencia.

Raúl Zurita dijo en una entrevista que se escribía poesía para contar la tragedia, creo que Stendhal plantea algo muy parecido. Quizá la única diferencia entre estas dos artistas es que Siri Hustvedt está más consciente de eso.

Gonzalo León